Adagio VI

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"Tu peor pecado es haberte destruido y traicionado a ti mismo por nada."

De niño, leía mucho; me encantaba leer sobre estos extraordinarios personajes de la historia. Me decanté por la ciencia, pues creí que me ayudaría a comprender el universo. Sin embargo, después de tantos años, sigo en el mismo lugar, pero esta vez con más preguntas.

Siempre quise ser como ellos, no ser famoso, sino ser reconocido por una labor que ayudará a la humanidad. La idea de tener un propósito y participar activamente en la historia fue, en su momento, el combustible de mi deseo. Cuánto han cambiado las cosas...

Decidí encajar, renunciar a aquello que me hacía único, que me hacía diferente. Decidí escuchar a los demás y aceptar sus sugerencias y críticas; cambié para ellos, para que se sintieran bien a mi alrededor. Ese ha sido mi crimen y mi castigo. ¿Cómo llegué a este punto? Hundido en la distimia más profunda, sin sentido, sin son, como una canción desafinada, con letras que no concuerdan con absolutamente nada. Es como una suma de palabras aleatorias que solo están allí y que, al leerlas en conjunto, no significan nada. Creí que en esta vida era suficiente con soñar, que era la herramienta más poderosa que podrías utilizar, pero el mundo constantemente se encargó de demostrarme lo contrario.

¿A dónde se va cuando se tiene el alma rota? Pues no hay primavera para este frío y oscuro invierno. ¿Hacia dónde se debe ir? Si ni el placer más efímero es suficiente para darle algo de sentido a esta existencia tan vacía y monocromática. Después de tantos sueños, de tanto esfuerzo, de tanta lucha, nada. Sí, nada.

Me destruí completamente, traicioné mis ideales, rompí lo que me hacía diferente, solo para convertirme en esto. ¡Ni siquiera el reflejo del espejo percibo! Me da tristeza ver en lo que me convertí. Creí en la libertad, la libertad de decidir, pero, al igual que Ícaro, me tocó caer del cielo...

MIMESISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora