Adagio I

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"El clavo que sobresale, recibe el martillazo..."

En un mundo desigual, en el que las personas luchan desesperadamente por parecerse cada vez más unas a otras, reciba usted la cordial invitación de meditar sobre el anterior adagio.

Suponiendo que la condición inicial humana nos hace libres por naturaleza, lo cierto es que en la búsqueda de nuestra "verdad", modificamos nuestra esencia y adoptamos la de nuestros semejantes. Al ser seres sociales por naturaleza, es una necesidad humana pertenecer a algo. ¿Hasta qué punto termina dicho martirio? Si el que busca es criticado, si el que sobresale es castigado, si el que alza su voz es callado.

Nuestro error es pretender que somos iguales, cuando son nuestras diferencias las que nos marcan, las que nos definen, las que nos brindan esa inventiva y esa capacidad de avanzar. Infortunadamente, es la lucha de clases la que constituye nuestro agravio, pues nos educan para obedecer las ordenanzas de nuestros amos. Cual cerdo que se dirige al matadero y que con emoción cree que es especial y que el alimento que se le proporciona es merecido, lo cierto es que todos sabemos cuál será su destino.

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