La desición más difícil

289 22 0
                                    

La vida puede cambiar en un segundo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La vida puede cambiar en un segundo. Un día crees que tienes todo bajo control, y al siguiente, todo se desmorona. Para mí, ese segundo llegó cuando me di cuenta de que estaba embarazada. En ese momento, sentí cómo todo a mi alrededor se volvía borroso, como si el suelo se estuviera desmoronando bajo mis pies.

Todavía me acuerdo de esa mañana. Me desperté sintiéndome extraña, con una sensación en el cuerpo que no podía explicar. Los últimos días había estado mareada, sin apetito y con un cansancio inusual. Al principio, pensé que solo era estrés por el colegio y los entrenamientos de Lucho, pero en el fondo, algo en mí sabía la verdad. Esa intuición femenina que, aunque intentas ignorar, nunca te abandona. Decidí ir a la farmacia a escondidas y comprar la prueba de embarazo.

Me encerré en el baño, temblando mientras sostenía esa pequeña caja en mis manos. Nunca pensé que algo tan pequeño pudiera hacerme sentir tan vulnerable. Después de unos minutos eternos, apareció la segunda raya. Las dos malditas rayas que confirmaban lo que mi cuerpo ya sabía: estaba embarazada.

El shock me dejó paralizada. ¿Cómo iba a decirle a Richard? ¿A mis papás? ¿A Lucho? Todo era un caos en mi cabeza, y lo único que quería hacer era llorar. Pero no podía, no en ese momento. Sabía que tenía que ser fuerte, aunque no tenía ni idea de cómo.

Cuando Richard llegó a mi casa esa tarde, supe que era el momento de contárselo. Él estaba tan despreocupado, hablando de los planes que tenía para el próximo fin de semana, de sus entrenamientos, de su futuro en el fútbol. Yo apenas podía concentrarme en sus palabras; mi mente estaba en otro lugar, en cómo iba a destruir ese mundo que él estaba construyendo.

—Tengo que decirte algo —le dije, interrumpiendo su charla.

Richard me miró, curioso, con esa sonrisa que siempre me hacía sentir segura. Pero esta vez no me sentía segura. Sentía que estaba a punto de caer por un precipicio.

—¿Qué pasa, Adri? —preguntó, notando mi nerviosismo.

Respiré hondo, intentando encontrar las palabras, pero lo único que salió fue un susurro.

—Estoy embarazada—

El silencio que siguió fue aterrador. Richard me miró como si no hubiera entendido, como si las palabras no tuvieran sentido. Pasaron unos segundos antes de que reaccionara.

—¿Cómo...? —empezó a decir, pero luego se quedó callado, procesando la noticia.

Lo vi en sus ojos. El miedo, la duda, la confusión. Todo estaba ahí, en su mirada. Sabía que él quería ser fuerte, que quería apoyarme, pero también sabía que estaba igual de asustado que yo.

—Vamos a salir de esto —dijo finalmente, intentando sonar confiado, pero su voz temblaba.

Yo quería creerle. Quería pensar que, de alguna manera, todo saldría bien. Pero no podía ignorar el hecho de que éramos dos adolescentes, aún en el colegio, sin idea de cómo enfrentarnos a algo tan grande como esto.

Las semanas que siguieron fueron una montaña rusa emocional. Richard estuvo conmigo, trató de ser el apoyo que necesitaba, pero poco a poco, la realidad nos golpeó con más fuerza. Mis padres no lo tomaron bien, aunque al principio intentaron ser comprensivos. No podían creer que su "niña" estaba embarazada. Lucho fue otro golpe duro. Nunca lo había visto tan decepcionado. Me dolió en el alma ver esa mirada de frustración en su rostro, como si yo hubiera arruinado todo lo que él había soñado para nosotros.

—Adri, ¿cómo pudiste...? —me preguntó, cuando finalmente hablé con él—. Todo lo que teníamos, nuestros planes, ¿y ahora esto?—

No tenía respuestas para él, ni para nadie. Todo lo que podía hacer era seguir adelante, enfrentar lo que venía, aunque no supiera cómo. Richard, por su parte, empezó a distanciarse. Al principio no lo noté, porque estaba concentrada en mi embarazo, en las citas con el médico y en tratar de lidiar con la presión de todos a mi alrededor. Pero pronto, su ausencia se hizo evidente.

Dejó de venir con la misma frecuencia. Sus mensajes eran menos, y cuando nos veíamos, estaba distraído. Al principio lo justifiqué. Pensé que era por el fútbol, por los entrenamientos, pero sabía que había algo más. Lo sentía en mi corazón, pero no quería enfrentarlo. No quería aceptar que el Richard que me había prometido estar a mi lado, empezaba a alejarse.

Una tarde, decidí confrontarlo. Habían pasado varios días desde la última vez que nos vimos, y aunque me había prometido que estaríamos juntos en esto, empezaba a sentir que estaba sola.

—¿Qué está pasando contigo? —le pregunté, mientras caminábamos por el parque donde solíamos pasar las tardes.

Richard se quedó en silencio por un momento, como si no supiera qué decirme. Luego, se detuvo y me miró a los ojos.

—Adri, yo... —empezó, pero no pudo continuar. Vi la lucha en su mirada, la batalla interna que estaba librando.

—¿Ya no quieres estar conmigo? —pregunté directamente, con el corazón en la garganta.

Richard bajó la mirada, incapaz de responderme. No necesitaba escuchar sus palabras. Ya sabía la respuesta.

Ese fue el principio del fin para nosotros. Aunque intentamos seguir adelante, aunque ambos quisimos hacer que funcionara, las cosas se volvieron más complicadas. Él estaba enfocado en su carrera, en el fútbol, y yo tenía a Mateo. Nos vimos obligados a crecer demasiado rápido, y ese peso terminó rompiendo lo que habíamos construido.

La última vez que hablamos seriamente fue un día antes de que se fuera a un torneo con su equipo. Me miró con tristeza, sabiendo que nuestro tiempo juntos había llegado a su fin.

—Lo siento, Adri —me dijo, con los ojos llenos de remordimiento—. Te juro que lo intenté, pero no puedo. No sé cómo manejar todo esto—

Yo no le respondí. ¿Qué más podía decirle? Sabía que él también estaba sufriendo, pero su elección estaba clara.

Y así fue como Richard salió de mi vida. O al menos, eso pensé.

AUN TE PIENSO - R.RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora