entre dos caminos

181 17 0
                                    

Habían pasado varios días desde nuestra última conversación en la cocina

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Habían pasado varios días desde nuestra última conversación en la cocina. Richard estaba cumpliendo con lo que había prometido, eso lo tenía que admitir. Era constante en la vida de Mateo, llegaba todas las tardes después de los entrenamientos y se quedaba con él, jugando, ayudándolo con las tareas. La imagen de ellos dos juntos empezaba a ser algo normal en casa. Y, aunque eso me daba una sensación de estabilidad para nuestro hijo, también hacía que me sintiera más confundida cada día.

Ji-Ho había notado el cambio. Lo conocía lo suficiente para saber cuándo algo le molestaba, y aunque no lo decía directamente, sus silencios lo hacían evidente. Estábamos cenando en un restaurante pequeño, su lugar favorito en Medellín, cuando finalmente lo soltó.

—Adri, ¿hasta cuándo vamos a hacer esto? —preguntó, dejando los palillos sobre la mesa.

—¿Esto? —respondí, fingiendo no entender, aunque sabía perfectamente a lo que se refería.

—Richard. Él está en tu vida y en la de Mateo. No puedo competir con eso, y no sé si quiero hacerlo —dijo con seriedad, mirándome directamente a los ojos.

Sentí un nudo en el estómago. No era justo para él. Ji-Ho había estado a mi lado cuando más lo necesitaba, y lo último que quería era hacerle daño. Pero, al mismo tiempo, no podía negar lo que estaba empezando a resurgir entre Richard y yo. Algo que nunca se había ido del todo, aunque intenté enterrarlo.

—No quiero que compitas con él. Mateo lo necesita, pero eso no cambia lo que siento por ti —mentí. O quizás no mentía, pero ya no estaba tan segura de mis propios sentimientos.

Ji-Ho bajó la mirada y suspiró. Sabía que no le estaba dando una respuesta que lo tranquilizara.

—No me malinterpretes, Adri. Quiero que Mateo tenga a su papá, pero… tú y yo, ¿realmente estamos bien? —preguntó, alzando la vista de nuevo, esta vez con una expresión más vulnerable.

Esa pregunta me golpeó. Porque la verdad era que no lo sabía. Estábamos bien, pero no de la forma que se suponía debíamos estar. No de la forma en que había estado con Richard antes de que todo se complicara. Y eso era lo que más me aterraba, que mi corazón seguía dividido entre dos caminos, dos hombres.

—No lo sé, Ji-Ho —admití, finalmente bajando la guardia. Sentí cómo su expresión cambiaba, como si ya lo hubiera anticipado, pero dolía escucharlo en voz alta.

Ji-Ho asintió, tomando un largo respiro.

—Creo que ya sabía la respuesta. Pero necesitaba escucharlo de ti. —Se levantó de la mesa, dejando un par de billetes para pagar la cuenta—. No es justo para ninguno de los dos, Adriana. Me duele, pero creo que es mejor que me haga a un lado antes de que sea peor —dijo con calma, aunque su tono estaba cargado de resignación.

Lo observé salir del restaurante, y una parte de mí sintió alivio, mientras la otra se rompía en mil pedazos.

Lo observé salir del restaurante, y una parte de mí sintió alivio, mientras la otra se rompía en mil pedazos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cada día que pasaba me sentía más cerca de Mateo. Verlo sonreír, escucharlo decir "papá" sin titubear, me llenaba de una sensación que no había experimentado en años. Sabía que había cometido errores, que me había alejado cuando más me necesitaban, pero estaba decidido a enmendarlos, por mi hijo y, en el fondo, también por Adriana.

Las cosas entre Adri y yo no habían vuelto a ser como antes. Claro, había menos tensión entre nosotros, pero aún existía esa barrera, esa incertidumbre que flotaba en el aire cada vez que nos quedábamos solos. Y aunque ahora estaba más presente en sus vidas, no podía olvidar que había otro hombre, Ji-Ho, el coreano con el que había estado estos últimos años.

Esa noche, cuando terminé de jugar con Mateo y lo dejé dormido, vi a Adriana en el balcón, mirando hacia el cielo nocturno. Me acerqué en silencio, como tantas veces antes, y me apoyé en la barandilla a su lado.

—Ji-Ho se fue —dijo, sin siquiera voltear a verme. Su tono era neutral, pero noté la tensión en su mandíbula.

Eso me tomó por sorpresa. No esperaba que me lo soltara así, tan de repente. No sabía qué decir, así que solo la miré, esperando que continuara.

—Creo que ambos sabíamos que no estaba funcionando —añadió después de un rato, cruzando los brazos sobre su pecho—. Pero eso no cambia lo difícil que fue dejarlo ir.

Sentí un extraño alivio al escucharla decirlo, pero también sabía que no debía emocionarme demasiado. Esto no significaba que las cosas entre nosotros fueran a solucionarse de inmediato.

—Lo siento, Adriana. No quería meterme entre ustedes —dije, aunque una parte de mí sabía que esa era una mentira. Quería estar con ella, siempre lo había querido.

—Lo sé —respondió, finalmente volviéndose hacia mí, sus ojos oscuros reflejando la luz de la luna—. Pero no es solo por ti, Richard. Es… todo. No sé cómo manejar todo esto. Mateo, tú, Ji-Ho. Todo se siente como un caos, y ya no sé qué quiero.

Esas palabras me golpearon fuerte. No sabía cómo responder, porque en el fondo, también tenía miedo. Miedo de que ella no me quisiera más, de que el daño fuera irreparable. Pero, por otro lado, no podía dejarla ir sin luchar.

—Yo tampoco sé cómo manejarlo todo, pero sé que quiero estar aquí. Quiero ser parte de tu vida, Adriana. No solo por Mateo, sino por ti —le dije, tomando aire antes de continuar—. Sé que me equivoqué antes, pero no puedo seguir fingiendo que no te extraño, que no quiero recuperar lo que teníamos.

Ella me miró por un largo momento, sin decir nada. Parecía estar sopesando mis palabras, analizando cada una de ellas.

—No es tan fácil, Richard —dijo finalmente, con un susurro que apenas pude escuchar—. No puedo simplemente olvidar todo lo que pasó.

—No te estoy pidiendo que lo olvides —respondí, acercándome un poco más—. Solo te pido una oportunidad para hacer las cosas bien esta vez.

El silencio se instaló entre nosotros, pero esta vez no se sentía incómodo. Era un silencio lleno de posibilidades, de decisiones que ambos tendríamos que tomar eventualmente.

—No sé si estoy lista —dijo ella finalmente, pero en sus ojos vi algo diferente, una chispa que no había visto en mucho tiempo.

—No tienes que decidir ahora —le dije suavemente—. Solo piénsalo. Aquí estaré.

Adriana asintió, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que tal vez había esperanza para nosotros.

AUN TE PIENSO - R.RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora