Retomando lo perdido

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Los días que siguieron a esa conversación con Richard fueron como caminar en una cuerda floja

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Los días que siguieron a esa conversación con Richard fueron como caminar en una cuerda floja. No sabía bien cómo procesar el hecho de que, después de tanto tiempo, ahora quería ser parte de la vida de Mateo. Por un lado, estaba la promesa de darle a nuestro hijo la figura paterna que siempre había necesitado. Por el otro, la incertidumbre de lo que esto significaba para mí, para nosotros.

Richard y yo habíamos intentado hablar de nuevo, pero todo parecía forzado. Era como si ambos estuviéramos tanteando el terreno, sin saber bien cómo actuar. Pero, al menos, él estaba cumpliendo su palabra. Llegaba temprano en las mañanas para ver a Mateo y, poco a poco, comenzaban a desarrollar una relación que me daba algo de paz, pero también un miedo que no podía controlar.

Esta tarde, Richard había venido a casa para pasar tiempo con Mateo, y yo los observaba desde la cocina mientras preparaba la cena. Mateo reía fuerte mientras jugaba con los coches en el suelo, y Richard estaba a su lado, tan concentrado como él en cada movimiento de los pequeños autos. Era una escena tan tranquila y natural que casi podía olvidar todo lo que habíamos pasado.

—Mamá, ven, ¡mira! —gritó Mateo, emocionado, interrumpiendo mis pensamientos. Me acerqué lentamente, fingiendo interés, aunque no podía apartar la vista de Richard.

—¿Qué pasa, mi amor? —pregunté, sentándome junto a ellos.

—Papá y yo hicimos una pista súper larga —dijo, y su carita brillaba de orgullo.

Papá. Esa palabra resonó en mi mente como un eco que me dolía y me hacía feliz al mismo tiempo. Era la primera vez que lo llamaba así frente a mí, y aunque sabía que este momento llegaría, no pude evitar sentirme abrumada. Vi a Richard sonreír, y en sus ojos también vi la emoción contenida. Él estaba ganándose su lugar en la vida de nuestro hijo, y eso, de alguna manera, me tranquilizaba.

Pero luego, estaba Ji-Ho.

Había tratado de explicarle todo lo que estaba sucediendo, pero él no era tonto. Sabía que había algo más en juego, y aunque decía que lo entendía, podía ver la preocupación en su rostro cada vez que mencionaba a Richard. Yo misma no sabía qué hacer con eso. No quería lastimarlo, pero las cosas se estaban volviendo más complicadas de lo que esperaba.

 No quería lastimarlo, pero las cosas se estaban volviendo más complicadas de lo que esperaba

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No podía creer lo rápido que Mateo se había adaptado a mí. Era como si esos años en los que no estuve presente desaparecieran cada vez que me llamaba “papá”. Ese pequeño me tenía envuelto en sus manitas, y yo no iba a fallarle esta vez. Pero sabía que no todo sería tan fácil.

Adriana era otro asunto. Aunque me dejaba ver a Mateo y parecía dispuesta a que construyéramos una relación, había una distancia entre nosotros que no sabía cómo romper. Había noches en las que me quedaba pensando en cómo habíamos llegado a este punto, cómo había dejado que todo se desmoronara entre nosotros. Y ahora, ella tenía a Ji-Ho. Ese maldito coreano que parecía perfecto en todos los sentidos.

Cuando me fui de su vida, pensé que estaba haciéndolo por el bien de ambos, pero ahora me daba cuenta de que, en realidad, había huido. Verla con otro me jodía, aunque no lo quisiera admitir. Ji-Ho era todo lo que yo no había sido: presente, atento, el hombre ideal para ella y para Mateo. Y aun así, sabía que no podía apartarme. No podía dejarla otra vez.

Esta tarde, mientras jugaba con Mateo, la sentí observándonos desde la cocina. Sabía que algo la preocupaba, algo que no había dicho en nuestra conversación anterior. Era como si estuviera esperando el momento en que yo me cagara otra vez, en que fallara como lo había hecho antes. Pero esta vez, no iba a darle esa satisfacción.

Me levanté y fui hacia la cocina, dejando a Mateo entretenido con sus juguetes. Adriana me miró de reojo, sin dejar de revolver lo que fuera que estaba cocinando.

—¿Qué pasa? —le pregunté, cruzando los brazos mientras me apoyaba en el marco de la puerta.

Ella se tensó por un momento, luego suspiró y se giró hacia mí.

—Es difícil, Richard. Todo esto… Mateo, tú y yo, Ji-Ho… No sé cómo manejarlo —admitió, pasándose una mano por el cabello.

Su vulnerabilidad me desarmaba. Había visto esa faceta de ella antes, pero hacía mucho que no la mostraba. Quizás porque siempre había sido la fuerte, la que tuvo que seguir adelante sola.

—Yo tampoco sé cómo manejarlo, Adri. Pero lo único que sé es que quiero hacer esto bien. Quiero estar aquí para Mateo, y para ti también, si me dejas —dije, intentando acercarme, no solo físicamente, sino también emocionalmente.

Ella me miró por un largo momento, como si estuviera evaluando si podía confiar en mí esta vez.

—No lo sé, Richard. Quiero creer que puedes, pero… —su voz se apagó, y en sus ojos vi todo el miedo que la retenía.

Me acerqué un poco más, hasta que estuve a su lado.

—Lo sé, y no te culpo por dudar. Pero estoy aquí ahora. No puedo prometer que será fácil, pero estoy dispuesto a intentarlo —dije en voz baja, sin apartar la mirada de la suya.

Adriana asintió, pero no dijo nada más. Ambos sabíamos que no todo se arreglaría con palabras, que necesitaríamos tiempo para reconstruir lo que habíamos roto. Pero por primera vez, sentí que había una posibilidad. No estaba dispuesto a dejar que el miedo o los errores del pasado se interpusieran en el futuro que podía tener con ella y con nuestro hijo.

La tensión entre nosotros era palpable, pero también había algo más, algo que había estado ahí desde el principio, y que ni el tiempo ni la distancia habían podido borrar por completo.

—Vamos a intentarlo —dijo finalmente, rompiendo el silencio, y aunque no era una promesa de volver a estar juntos, era un paso. Un paso que no estaba dispuesto a desaprovechar.

Sonreí, agradecido por esa pequeña oportunidad. Porque al final, no se trataba solo de recuperar a Mateo, sino también de recuperar lo que había perdido con Adriana.

El camino sería largo, pero estaba listo para recorrerlo.

AUN TE PIENSO - R.RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora