El día de hoy fue diferente. Quizás porque, después de tantas semanas de dudas y miedos, por fin sentí que había algo más claro entre Richard y yo. La caminata que tuvimos ayer, lejos de los compromisos, de las presiones de la vida cotidiana, fue justo lo que necesitábamos. No fue una conversación profunda ni reveladora, pero la calma en la que nos encontramos fue más que suficiente.
Estábamos empezando a hacer pequeños ajustes, como si el mundo alrededor de nosotros volviera a encajar lentamente. Mateo jugaba con sus juguetes, y yo, mientras lo observaba, sentí esa tranquilidad que a veces olvidaba. Richard, aunque en silencio, estaba a mi lado. No era necesario decir nada para sentir su presencia.
Hoy, sin embargo, la realidad parecía estar a punto de cambiar de nuevo. Richard tenía que regresar a Brasil por unos días. El club lo había llamado, y aunque no era una larga ausencia, no pude evitar que una sensación de vacío se instalara en mi pecho.
Cuando me dijo que se iría, un nudo en mi estómago se formó casi de inmediato. No sé si era porque quería que las cosas fueran más fáciles entre nosotros o porque, simplemente, sabía que su partida significaba que nos quedaríamos con más tiempo para seguir resolviendo lo que aún no estaba claro entre nosotros.
Lo que sí sé es que me aterraba la idea de retroceder.
—Te vas a ir por unos días, ¿verdad? —pregunté, mientras recogía los juguetes de Mateo en la sala.
Richard asintió, acercándose a mí con una expresión tranquila. Sus ojos, los mismos ojos que me habían enamorado en el pasado, tenían una dulzura que parecía transmitirme paz en medio de esta tormenta interna.
—Sí, es solo un par de días, pero... —se detuvo por un segundo—. Si lo deseas, puedo estar más tiempo si te hace falta. Puedo ir y venir. No quiero que esto te afecte.
Me giré para mirarlo, y aunque en su voz había una sinceridad inquebrantable, algo en mí me decía que las cosas no serían tan simples.
—No es solo que me haga falta, Richard. Es que, si me soy sincera... me está costando más de lo que pensaba. No quiero que la distancia nos vuelva a separar como antes. No sé si estoy lista para... no sé, ¿volver a empezar de nuevo?
Lo miré mientras decía las palabras, y pude ver en su rostro la preocupación. Richard parecía estar pensando en cada una de mis palabras. Siempre había sido un hombre de acción, pero ahora estaba intentando comprender la carga emocional detrás de cada cosa que decía.
—Entiendo, Adriana —respondió después de una pausa, su voz más suave—. No espero que todo sea perfecto de inmediato. Estoy dispuesto a esperar. Y si este tiempo separados es lo que necesitamos para aclarar las cosas, lo respetaré.
A medida que las horas se acercaban a mi salida, me sentía como si una sombra me siguiera. No quería dejar a Adriana en un estado de incertidumbre, pero también sabía que si me quedaba, las cosas no cambiarían. Las decisiones difíciles son las que más duelen, y la mía era enfrentar el miedo de que nuestra relación se desmoronara, especialmente cuando más lo necesitábamos.
Lo que me desconcertaba era cómo, a pesar de todo lo que había pasado, a pesar de que había pasado tanto tiempo sin poder reparar los daños, Adriana seguía siendo la única que lograba dejarme sin palabras. Mateo, por otro lado, parecía ajeno a todo. Solo quería jugar y vivir el presente. A veces me preguntaba si, al igual que él, nosotros también necesitábamos aprender a vivir el momento sin llevar el peso del pasado.
Le di un beso en la cabeza a Mateo mientras jugaba en el suelo y me acerqué a Adriana. No había necesidad de hablar más de lo que ya habíamos hablado, pero sabía que las palabras nunca eran suficientes para despejar las dudas. El simple hecho de estar cerca, de poder mirarla, era lo que realmente me hacía sentir conectado a ella.
—Adriana... —dije, rompiendo el silencio—. No sé qué esperar de todo esto. Pero lo único que te prometo es que si alguna vez sientes que esto no funciona, que no soy lo que esperabas o lo que necesitas, yo lo aceptaré.
Ella me miró, y por primera vez, me pareció que la barrera invisible que tanto nos separaba se derrumbaba un poco.
—No se trata de ti, Richard. Se trata de nosotros. De lo que ambos necesitamos para seguir adelante. Me asusta pensar que podríamos estar repitiendo los mismos errores de antes, pero al mismo tiempo... —hizo una pausa, como si estuviera sopesando sus propias palabras—. No quiero vivir con ese miedo.
Richard estaba decidido a no dejarme ir, eso era claro. Pero yo no podía seguir viviendo con esta sensación de que las cosas podían derraparse en cualquier momento. Necesitaba ver que él estaba dispuesto a luchar, que no era solo una ilusión que pasaría como las otras veces.
Nos quedamos callados, cada uno en su mundo, pero las emociones seguían flotando en el aire. Sabía que solo el tiempo podría ayudarnos a decidir si lo que sentíamos era suficiente para empezar de nuevo.
Después de un rato, Richard se levantó del sillón y se acercó a mí.
—Si de verdad quieres que esto funcione, necesitamos seguir probando, Adriana. Yo sé que no soy perfecto, que no tengo todas las respuestas, pero te prometo que estoy aquí.
La decisión estaba tomada. No tenía todas las respuestas, pero estaba lista para intentar, aunque fuera un día a la vez. Richard se acercó y, por primera vez en mucho tiempo, sentí que tal vez... solo tal vez, podríamos encontrar la manera de regresar a lo esencial. Lo que verdaderamente importaba: nosotros, Mateo, y la posibilidad de hacer que esta vez fuera real.
Tomé su mano, y, aunque no lo dijimos en palabras, sabíamos que estábamos listos para avanzar juntos.
El viaje a Brasil fue más difícil de lo que imaginaba. No por el hecho de dejar a Adriana y Mateo, sino porque sentía que cada día que pasaba en ese avión era una oportunidad perdida de acercarme a ellos. A lo largo de los últimos meses, había descubierto algo más importante que cualquier trofeo o partido ganado: lo que realmente quería era estar cerca de ellos.
Cuando regresara, estaba decidido a hacer que las cosas funcionaran. Sabía que no sería fácil, pero la distancia me hizo entender que lo que realmente necesitaba, más que nada, era estar presente en la vida de Adriana y Mateo.