Narra Adriana
Esa mañana comenzó como cualquier otra, pero yo sabía que el día que estaba por llegar sería el más importante de mi vida. La casa estaba llena de flores, de sonrisas nerviosas, y de aquellos pequeños detalles que hacen que un día se convierta en un recuerdo inolvidable.
Era imposible no sentir mariposas en el estómago. Richard y yo, después de años juntos, después de todo lo que habíamos vivido, por fin íbamos a casarnos. Aunque no fue un evento gigantesco, todo fue pensado con amor y dedicación. No queríamos que fuera simplemente un día de fiesta, sino un día que representara todo lo que habíamos superado, todo lo que habíamos aprendido y, por supuesto, todo lo que estábamos por construir juntos.
La ceremonia comenzó con un silencio absoluto, cada uno de nosotros en su lugar. Los invitados, la familia, amigos cercanos, todos esperaban ansiosos a vernos.
Me sentía completamente vulnerable, con esa sensación de que cada paso hacia el altar me acercaba a un futuro lleno de incertidumbres, pero también de esperanza. Richard, con su impecable traje blanco, me miraba con esa sonrisa que me había enamorado tantos años atrás. Su mirada era intensa, profunda, como si el mundo entero se detuviera solo por nosotros dos.
El sacerdote comenzó a hablar sobre el significado del amor, la paciencia y la confianza en la pareja. Todo lo que decía resonaba en mi pecho. Las palabras, aunque tradicionales, parecían haber sido escritas para nosotros. ¿Cuántas veces nos habíamos enfrentado a la adversidad? ¿Cuántas veces habíamos tenido dudas? Pero estábamos aquí, juntos, eligiéndonos por última vez, en un acto de compromiso eterno.
Cuando llegó el momento de los votos, sentí que mi corazón latía más rápido. Richard, con los ojos brillando, tomó mi mano, y comenzó a hablar, su voz llena de emociones.
“Adriana,” dijo, “desde el momento en que te conocí, supe que mi vida nunca sería la misma. A lo largo de los años, hemos enfrentado todo tipo de obstáculos, pero contigo a mi lado, me siento invencible. Hoy, te elijo para ser mi esposa. Te prometo que cada día, sin importar las dificultades, seguiré eligiéndote a ti, una y otra vez.”
En ese momento, sentí como si el aire me faltara. ¿Cómo podía ser tan afortunada de tener a alguien que me mirara con tanto amor? Yo también había hecho promesas, pero no podía encontrar las palabras exactas para decir lo que sentía. Sin embargo, lo que me salió fue desde lo más profundo de mi ser.
“Richard,” comencé, “sé que nuestra vida no siempre ha sido fácil. Hemos pasado por más de lo que muchos podrían soportar. Pero, a pesar de todo, aquí estamos. Yo te elijo a ti, porque has sido mi roca. Mi compañero. Mi amor. Te prometo serte fiel, estar a tu lado en los días soleados y en los días lluviosos, hasta el último día.”
Las palabras eran sencillas, pero cargadas de todo lo que sentía. Habíamos compartido tanto, y sabíamos que el futuro, aunque incierto, valía la pena vivirlo juntos.
El sacerdote nos declaró marido y mujer, y en un instante, el mundo alrededor desapareció. Sólo estábamos Richard y yo, mirándonos con una intensidad que sólo el amor verdadero puede generar.
Esa noche fue mágica. Mientras todos disfrutaban de la fiesta, yo me sentía en una burbuja, junto a Richard, con el mundo en pausa, sabiendo que habíamos encontrado nuestro lugar en la vida.
Más tarde, al llegar la calma, cuando la fiesta comenzó a disminuir, Richard y yo nos retiramos a nuestro espacio privado. Las emociones de la boda, la felicidad de tenernos el uno al otro, nos envolvieron. Esa noche, más allá de ser especial por la boda, lo fue porque sellamos nuestro compromiso con la pasión que siempre habíamos guardado para un momento tan significativo.
![](https://img.wattpad.com/cover/378820908-288-k761487.jpg)