Lo que fuimos y lo que somos

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Me preparé para el encuentro con Richard como si fuera a enfrentar una batalla

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Me preparé para el encuentro con Richard como si fuera a enfrentar una batalla. Mi corazón estaba dividido entre la razón y la emoción. Mientras me miraba en el espejo, pasando los dedos por mi cabello y ajustando la camiseta, no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado entre nosotros. Las peleas, el distanciamiento… y Mateo. Todo eso pesaba sobre mí.

Mateo estaba jugando en la sala con sus bloques, ajeno al torbellino de emociones que sentía. Me incliné y lo besé en la frente, disfrutando del aroma de su cabello, un olor que siempre me daba paz.

—Voy a salir un rato, amor. ¿Te portas bien con Ji-Ho, vale? —le dije, sonriendo, aunque sentía un nudo en la garganta.

—Sí, mamá —respondió distraído mientras construía una torre alta con sus piezas de Lego.

Ji-Ho apareció en la puerta del apartamento justo a tiempo. Nos habíamos distanciado un poco después de la fiesta, como si ambos supiéramos que algo se estaba gestando, pero no queríamos enfrentarlo todavía. Cuando lo vi, sentí una punzada de culpa. Él había sido un buen compañero, siempre paciente y comprensivo con Mateo, pero ahora estaba a punto de enfrentar una conversación que podía cambiarlo todo.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —me preguntó, sus ojos preocupados buscando los míos.

Asentí lentamente, sin decir una palabra. Lo sabía, tenía que hablar con Richard. Había evitado este momento por tanto tiempo, pero la verdad era que no podía huir más.

—Todo va a estar bien —le dije, aunque ni yo misma lo creía del todo.

Salí del apartamento, y el aire fresco de la tarde me golpeó el rostro. Caminé hacia la cafetería donde habíamos quedado. Era un lugar discreto, lo suficientemente alejado del bullicio para que pudiéramos hablar sin interrupciones. No sabía qué esperar. ¿Iba a disculparse? ¿Iba a querer ser parte de la vida de Mateo? O peor, ¿iba a reclamarme por todo lo que había pasado? Las posibilidades me ponían nerviosa.

Cuando llegué, Richard ya estaba allí, sentado en una mesa al fondo, con las manos entrelazadas sobre la mesa. Llevaba una gorra que le cubría parte del rostro, pero su presencia era inconfundible. Al verlo, una mezcla de nostalgia y rabia se agolpó en mi pecho. Recordé los buenos momentos que habíamos tenido antes de que todo se fuera a pique, pero también el dolor que sentí cuando me dejó sola con un bebé en brazos.

Me acerqué lentamente y me senté frente a él sin decir una palabra. Nos miramos en silencio, como si el pasado estuviera suspendido entre nosotros.

—Gracias por venir —dijo finalmente, rompiendo el hielo.

—Supongo que es hora de que hablemos, ¿no? —respondí, cruzando los brazos frente a mí.

—Supongo que es hora de que hablemos, ¿no? —respondí, cruzando los brazos frente a mí

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Cuando la vi entrar, sentí como si el tiempo retrocediera. Adriana seguía siendo la misma chica fuerte que había conocido, pero también notaba algo diferente en su mirada. Quizás eran los años de distancia, o el hecho de que ahora era madre. Madre de mi hijo. No podía creer lo mucho que había crecido Mateo desde la última vez que lo vi. Mi hijo. Las palabras me resonaban en la cabeza, pero al mismo tiempo me costaba asimilarlo. Había pasado tanto tiempo.

Cuando Adriana se sentó frente a mí, no pude evitar sentir una punzada de culpa. Sabía que la había dejado sola en el peor momento, que había huido cuando más me necesitaba. Pero también sabía que tenía que enfrentar esto, por ella y por Mateo.

—Gracias por venir —dije, tratando de sonar calmado, aunque por dentro estaba hecho un lío.

—Supongo que es hora de que hablemos, ¿no? —respondió, y su tono me dejó claro que no iba a ser una conversación fácil.

Asentí, respirando hondo antes de hablar.

—Sé que te fallé, Adri. No quiero empezar con excusas porque las hay de sobra, pero lo que hice… No fue justo para ti ni para Mateo —comencé, tratando de encontrar las palabras correctas. Me había preparado para esta conversación, pero ahora que estaba frente a ella, todo lo que tenía planeado decir se desmoronaba.

Ella no dijo nada, solo me miraba, esperando que continuara. Sus ojos eran fríos, como si hubiera levantado una muralla para protegerse de cualquier cosa que pudiera decir.

—Mateo es mi hijo. No hay nada que pueda cambiar eso, y quiero hacer lo correcto ahora. Quiero estar en su vida, y si tú me lo permites, también en la tuya —añadí, sabiendo que estaba cruzando una línea delicada.

—¿En la mía? —repitió, arqueando una ceja con incredulidad. —Richard, no se trata de ti y de mí. Se trata de Mateo. Es a él a quien has estado ignorando todo este tiempo, no a mí.

Su tono era cortante, y tenía razón. No podía centrarme en nosotros cuando había un niño en medio de todo. Un niño que merecía más de lo que yo le había dado hasta ahora.

—Lo sé. Y por eso quiero empezar de nuevo, con él. Quiero ser parte de su vida. No puedo cambiar el pasado, pero puedo hacer algo ahora. —Mi voz sonaba más desesperada de lo que quería admitir.

Adriana suspiró, bajando la mirada hacia sus manos.

—Mateo no sabe quién eres, Richard. Siempre le he hablado de ti como su papá, pero nunca te ha visto como tal. Para él, eres solo alguien que no está. Y ahora… ahora tengo que decidir si quiero que estés o no. —Su voz se quebró ligeramente, y vi el dolor detrás de su fachada.

—No quiero hacer las cosas más difíciles para ti, Adri. Sé que lo complicaría todo, pero no puedo seguir siendo un extraño para él. No quiero. —Mi voz se suavizó al final, y me incliné hacia adelante, tratando de hacerle entender que lo que sentía era real, que no estaba jugando.

Nos quedamos en silencio un momento, mientras ella procesaba lo que acababa de decirle. Sabía que no iba a ser fácil, pero si había una oportunidad de estar en la vida de Mateo, estaba dispuesto a luchar por ella.

—Está bien —dijo finalmente, levantando la mirada hacia mí. —Puedes verlo. Pero no quiero promesas vacías, Richard. Si te comprometes, es para quedarte.

Sus palabras me golpearon con fuerza, pero también me dieron esperanza. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que tal vez, solo tal vez, había una oportunidad de arreglar todo lo que había roto.

AUN TE PIENSO - R.RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora