Es curioso cómo el tiempo parece detenerse cuando todo en tu vida parece estar en constante cambio. Las últimas semanas han sido como una montaña rusa de emociones. Algunas subidas han sido emocionantes, otras han sido difíciles de procesar. Richard está cada vez más presente, pero sigue habiendo algo en el aire, una barrera invisible que nos separa, algo que no podemos nombrar, pero que siempre está ahí.
El hecho de que Mateo esté empezando a reconocer a Richard como su papá me ha hecho sentir en paz en ciertos momentos. Verlos juntos, jugar y compartir risas, es como si fuera la primera vez que los veía así. Richard ha estado esforzándose, lo sé, pero aún no puedo evitar el miedo que me provoca recordar todo lo que ocurrió en el pasado. La vez que se fue sin decir nada, el vacío que dejó en nuestra vida.
Hoy, mientras Richard estaba en casa, vi que su actitud había cambiado, parecía más relajado, menos presionado por sus propios miedos y por las barreras que nosotros, los adultos, hemos creado. Pero yo aún sentía esa distancia entre nosotros, una distancia que aunque pequeña, era lo suficientemente grande como para mantenerme alerta.
—¿Te pasa algo? —me preguntó Richard mientras estábamos en la cocina, él se encargaba de cortar unas frutas para Mateo.
Negué con la cabeza, pero sabía que no podía mantener la fachada mucho más tiempo.
—Solo es que... todo parece un poco raro —respondí, mirando la fruta en su mano.
—¿Raro? —inquirió, levantando una ceja. Noté que su tono era más suave, como si de verdad quisiera saber lo que pensaba.
—Es que... —me mordí el labio, buscando las palabras adecuadas—. Mateo está feliz, y eso me tranquiliza. Pero yo... todavía no puedo dejar de pensar en todo lo que pasó. Todo se siente tan diferente, pero al mismo tiempo, tan parecido.
Richard suspiró, dejando la cuchara que usaba para cortar la fruta y girándose para mirarme de frente.
—Sé que no puedo cambiar el pasado. Sé que te lastimé, y sé que no puedo borrar esos años. Pero estoy aquí, Adriana. Y no pienso irme otra vez. Estoy listo para lo que venga.
Su sinceridad me tocó, pero había algo en mi corazón que seguía resistiéndose, algo que aún no podía aceptar por completo.
—No se trata de que te vayas, Richard —dije, bajando la mirada—. Se trata de que... no sé si yo pueda dejar de sentir miedo por lo que podría pasar. Si esto es real o si es solo una ilusión.