Relación Perfecta[Trilogia Perfectos #2]

6-Hurt

La noche seguía avanzando, y el ambiente se sentía más pesado de lo que había sido antes. Justo cuando comenzaba a disfrutar de mi momento de tranquilidad, escuché la puerta de entrada abrirse. La figura de Hayes apareció en el umbral, su expresión de sorpresa transformándose rápidamente en preocupación al verme sentada en el sofá, la televisión encendida con la imagen de Calum, o mejor dicho, de Shadow, sonriendo junto a Jude.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —exclamó, su voz cargada de incredulidad mientras se acercaba, sus ojos fijos en la pantalla.

Me giré hacia él, sintiendo cómo la incomodidad se apoderaba de mí. No quería que me viera así, no después de haber pasado un día tan difícil. Pero la imagen en la pantalla seguía ahí, implacable, y por un instante, no supe qué decir.

—¿Por qué estás viendo esto? —su tono se tornó agresivo—. Pensé que habías cortado con él. Que estabas tratando de olvidarlo.

—Lo estoy haciendo, Hayes —respondí, tratando de mantener la calma, aunque mi voz temblaba—. No quería verlo, pero esta es la realidad. Estaba pasando por el canal y lo vi.

—¿Realmente crees que eso es normal? —dijo, acercándose aún más a mí, su voz subiendo en intensidad—. ¡Es tu exnovio! ¡El mismo que te dejó! ¡Y ahora estás aquí, viéndolo con otra chica! ¿Por qué lo haces?

La rabia se desató en mi interior, y no pude evitar levantar la voz.

—No estoy aquí por gusto, ¡no me obligues a repetirlo! Estaba tratando de distraerme. Y, ¿qué pasa? ¿No puedes soportar verlo? ¡Es solo un programa de televisión!

—¡Es más que un programa! —gritó, su frustración estallando—. ¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no estoy completamente consciente de cómo te sientes? ¡Siempre tienes que regresar a él, como un perro a su vomito!

Me levanté del sofá, sintiendo cómo la adrenalina recorría mi cuerpo. Sabía que estaba a punto de perder el control, pero no podía dejar que me tratara así.

—Estás actuando como si no hubiera pasado nada, como si no tuviéramos nada juntos. ¡Actúas como antes, como si fueras un maldito niño que no puede lidiar con sus emociones!

Sus ojos se oscurecieron por un momento, y la tensión en el aire se sentía eléctrica. Era como si el tiempo se detuviera entre nosotros, y un mal presentimiento me invadió. No era la primera vez que veía esa chispa de ira en su mirada.

—Tú no sabes nada sobre mí —dijo, su voz baja y amenazante—. Solo sigues haciendo lo que quieres. Y esta es la razón por la que nunca podremos estar juntos.

No respondí, sintiendo cómo las palabras se quedaban atrapadas en mi garganta. Pero antes de que pudiera reaccionar, su mano se movió con rapidez. El sonido del golpe resonó en la habitación, como un eco que se repitió en mi cabeza. Sentí un ardor agudo en mi mejilla mientras me quedaba paralizada, incapaz de comprender lo que acababa de suceder.

—¿Qué...? —musité, llevándome la mano a la cara, en estado de shock.

—Lo siento —dijo de inmediato, pero su voz estaba vacía, sin arrepentimiento—. No quise hacer eso, pero ya basta. Estoy cansado de tu comportamiento.

La rabia, el dolor y la confusión se entrelazaron en mi pecho mientras lo miraba, incapaz de comprender cómo alguien a quien había querido alguna vez podía llegar a hacerme esto. Mi mundo se tambaleó y se desmoronó a mi alrededor.

Sin esperar más, giró sobre sus talones y salió de la casa, dejando la puerta abierta a su paso. El ruido resonó en el silencio que quedó tras su partida, y el eco de su ausencia se sintió aún más fuerte que el golpe que aún ardía en mi piel.

Cerré los ojos, sintiendo que todo se desvanecía. La imagen de Calum seguía flotando en la pantalla, pero ahora estaba mezclada con el dolor de lo que había sucedido entre Hayes y yo. Caí de rodillas, con el corazón hecho trizas, desbordando lágrimas. La risa que antes había sentido por la absurda situación de la televisión se había desvanecido, dejándome atrapada en la desolación de una realidad que parecía cada vez más opresiva.

Estaba destrozada. Magullada no solo en el cuerpo, sino en el alma.