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AMARA

Ese día cuando me despierte elsol brillaba intensamente cuando llegué a la universidad, una explosión de luz y color que me hizo sentir un poco más viva, aunque el peso de lo que había vivido en las últimas semanas aún me oprimía el corazón. Era un nuevo día, un nuevo comienzo, y aunque la tristeza seguía acechando, decidí que no dejaría que me consumiera. La carrera de física siempre había sido un refugio para mí, un lugar donde podía sumergirme en números, teorías y experimentos. El ruido del campus y la risa de mis compañeros se entremezclaban mientras me dirigía a mi primera clase.

El edificio de física, con sus paredes de ladrillo rojo y grandes ventanales, parecía una fortaleza de conocimiento. Entré al aula, sintiendo la familiaridad de los pupitres, los apuntes esparcidos y el aroma del café que siempre parecía flotar en el aire. El profesor llegó poco después, y con él, una ola de entusiasmo recorrió la sala. Su energía era contagiosa, y aunque intenté concentrarme, mi mente se desvió en varias ocasiones, pensando en Calum y en nuestra reciente conversación en la televisión.

A medida que avanzaba el día, las clases se sucedieron. La física cuántica, la mecánica clásica y la termodinámica se convirtieron en mi escape, un lugar donde podía dejar mis problemas atrás. Sin embargo, incluso en medio de la clase, no podía evitar recordar sus ojos grises, su risa y la extraña conexión que habíamos compartido. Era un tirón constante en mi corazón, como si todavía hubiera un hilo que nos uniera a pesar de todo.

Al terminar la jornada, salí del edificio, sintiéndome un poco más ligera. El aire fresco me dio la bienvenida, y decidí dar un paseo por el campus antes de regresar a casa. Las risas y los gritos de los estudiantes me rodeaban, y me sentí un poco más en sintonía con el mundo. Pero al cruzar una esquina, me detuve en seco. Allí estaba él, Calum, apoyado contra la pared, con la misma chaqueta de cuero que había llevado la noche en que todo se rompió entre nosotros.

Su mirada se encontró con la mía, y un torbellino de emociones me invadió: sorpresa, confusión, pero sobre todo, una chispa de esperanza. En ese momento, sentí que era un punto de inflexión. Ambos habíamos estado lidiando con nuestra propia tristeza y arrepentimiento, y quizás este encuentro era lo que necesitábamos para comenzar a sanar.

—Amara —dijo, acercándose lentamente, su voz suave pero firme.

—Calum —respondí, tratando de mantener la calma mientras el corazón me latía con fuerza.

—No sabía que ibas a estar aquí —continuó, pasando una mano por su cabello desordenado—. Quería disculparme por lo que pasó la última vez que hablamos. No debí haberte tratado de esa manera.

Lo miré a los ojos y vi sinceridad. La tensión en el aire se disolvió un poco, como si el peso de nuestras palabras flotara entre nosotros.

—Lo sé —respondí, sintiéndome un poco más tranquila—. También lamento cómo se dieron las cosas. Pero hay tantas emociones en juego que a veces es difícil saber cómo manejarlas.

—Tal vez podamos empezar de nuevo —sugirió, su expresión esperanzadora—. Quiero que podamos llevarnos bien, sin rencores ni malos entendidos.

Asentí, sintiendo que esa era una buena idea. No sabía si podría olvidar todo lo que había pasado, pero estaba dispuesta a intentarlo.

—Me gustaría eso, Calum —respondí, sintiendo una pequeña sonrisa dibujarse en mis labios—. Empecemos por ser amigos otra vez.

Él sonrió, y por un momento, el peso de la tristeza se aligeró un poco. Era un paso hacia la sanación, un paso que ambos necesitábamos. Nos intercambiamos un par de anécdotas sobre la universidad y nuestras vidas, dejando que las palabras fluyeran con naturalidad. La conversación se tornó ligera, y poco a poco, los muros que habíamos construido comenzaron a desmoronarse.

Relación Perfecta[Trilogia Perfectos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora