Capítulo IV: La sombra de la clase.

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17/09/2004.

El aula vibraba con el bullicio típico de estudiantes concentrados, pero para Jeongyeon, todo era una neblina espesa y distante. Sentada en la última fila, su mirada parecía clavada en el pizarrón, aunque en realidad estaba perdida en los oscuros rincones de su mente. El cuerpo frágil de Jihyo, su constante desaparición ante sus ojos. Jeongyeon no podía evitar sentir una mezcla peligrosa de desesperación y una extraña sensación de control que la mantenía en vilo.

Mientras el profesor hablaba de trastornos metabólicos, cada palabra caía como un martillazo en su conciencia. La fragilidad del cuerpo humano... eso lo sabía demasiado bien. Pero, a pesar del dolor que le causaba ver a Jihyo destruirse, había algo casi inquietante en el poder que sentía al ser la única que podía "salvarla". Sabía que Jihyo dependía de ella, y en algún rincón de su mente, le gustaba esa idea.

"Jeongyeon, ¿estás bien?" Mina, siempre perceptiva, no dejó pasar la distracción en los ojos de su amiga.

Jeongyeon le dedicó una sonrisa vacía, tan bien ensayada que casi se había convertido en parte de su identidad. "Sí, todo bien", mintió. Mentir se había vuelto tan fácil.

"Bueno, yo te apunto las cosas importantes, no te preocupes", dijo Mina, tratando de ser útil. "Sé que lo estás pasando mal."

Jeongyeon asintió, agradeciendo el gesto, pero su mente estaba muy lejos de cualquier cosa que Mina pudiera ofrecerle. ¿Qué importancia tenía la anatomía cuando su vida giraba en torno a la anorexia de Jihyo? La sola idea le causaba una angustia perversa, pero también una sensación de posesión. Estaba moldeando la realidad de Jihyo, a su manera, envolviéndola con la promesa de ayuda, pero también reteniéndola bajo su control.

Cuando la clase terminó, Jeongyeon no se unió a la salida apresurada de sus compañeros. Tenía un propósito en mente. Necesitaba más conocimiento, pero también, de alguna manera, más validación.

Se acercó al escritorio del profesor Kim, cuyo semblante sereno siempre le había transmitido una cierta confianza. Era la clase de persona a la que sabría cómo manipular si fuera necesario.

"Profesor Kim, ¿puedo hablar con usted?", preguntó, su tono era una mezcla de timidez y calculado interés.

El profesor, sin dudarlo, asintió con una sonrisa amable. "Por supuesto, Jeongyeon. ¿Qué te preocupa?"

"Es sobre los trastornos alimenticios", comenzó Jeongyeon, su voz algo temblorosa, aunque dentro de ella sentía la energía oscura de la confesión. "Conozco a alguien que está luchando con eso."

El profesor Kim la observó con atención, como si intentara leer entre líneas. "Es un tema muy serio. Afecta a muchas personas y no es fácil lidiar con ello, tanto para quien lo sufre como para quienes están cerca."

Jeongyeon bajó la mirada, sus labios se curvaron en una sonrisa amarga que el profesor no pudo ver. No era fácil, pero a la vez... era su única forma de mantener a Jihyo dependiente de ella. Aunque una parte de ella realmente quería ayudar a su novia, había otro rincón oscuro de su mente que disfrutaba viendo cómo Jihyo se derrumbaba solo para necesitarla más.

"Quiero ayudarla, pero no sé cómo", dijo, con una mezcla de sinceridad y algo más oscuro. Había aprendido que proyectar preocupación le daba acceso a la información que necesitaba. El control total requería conocimiento, y Jeongyeon estaba decidida a no dejar escapar nada.

El profesor Kim la escuchó con empatía, sin notar la sutil tensión en la voz de Jeongyeon. "Es crucial que esta persona busque ayuda profesional. Los trastornos alimenticios son muy difíciles de enfrentar sin la intervención de especialistas."

Jeongyeon asintió. Claro, profesionales. Pero los profesionales no la conocían como ella lo hacía. Nadie podía entender la profundidad de la conexión que compartían, la dependencia mutua que habían construido, aunque a veces se sentía más como una trampa.

"Gracias, profesor", dijo, tomando la lista de recursos que le ofreció Kim. Pero mientras lo hacía, una pequeña chispa oscura cruzó su mente. Estos recursos eran importantes, sí, pero Jeongyeon no estaba dispuesta a ceder el control a nadie más. Si Jihyo mejoraba, lo haría bajo su cuidado, no el de un desconocido.

Cuando salió del aula, una ligera sonrisa se dibujó en sus labios. Había obtenido lo que necesitaba. Pero la oscuridad seguía acechando en su interior. Jeongyeon no solo estaba luchando por salvar a Jihyo de Ana, sino también por mantenerla a su lado, bajo su influencia, mientras la sombra de la enfermedad continuaba profundizándose en ambas.

El control, el placer retorcido de ser quien sostenía la cuerda, esa era la verdadera jaula en la que estaba atrapada Jeongyeon. Y aunque sabía que lo que hacía podía destruirlas a ambas, no podía dejar de aferrarse.

Oh, Ana. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora