La dulce trampa (II).

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Momo era encantadora, y aunque no podía competir con la belleza de su novia, había algo en ella que la hacía irresistible. Su figura esculpida y tonificada atraía miradas de admiración; había una fuerza palpable en cada movimiento que hacía en la pastelería, una mezcla de gracia y seguridad que la hacía destacar. Su energía era contagiosa, llenando el lugar de vitalidad y pasión, lo que atraía a los clientes como polillas a la luz.

Cada vez que se movía, sus caderas se balanceaban con una naturalidad seductora, insinuando que sabía el efecto que tenía sobre los demás. Los dos botones sueltos en su escote dejaban entrever un destello de piel, sugiriendo más de lo que mostraban. Momo parecía consciente de su atractivo; su labial rojo resaltaba el contorno de sus labios, mientras que su cabello rubio, corto y perfectamente peinado, enmarcaba su rostro con un aire despreocupado pero seductor.

La atmósfera en la pastelería cambió sutilmente cuando Jeongyeon entró. Al instante, se sintió atrapada por la atracción magnética de Momo. La mujer detrás del mostrador irradiaba una confianza innata que, aunque chispeante de energía, también revelaba un anhelo oculto por una conexión más... íntima.

Sería fácil silenciarla.

Hirai estaba en la pastelería, rodeada del dulce aroma de pasteles recién horneados. Su energía vibrante iluminaba el lugar, pero su mente estaba en otra parte. Desde su última conversación con Jihyo, una preocupación había empezado a instalarse de en su pecho. Algo no estaba bien, y la relación de Jihyo con Jeongyeon parecía más complicada de lo que ella había pensado.

Mientras atendía a los clientes, notó la forma en que la sonrisa de Yoo se ensanchaba con gracia al caminar hacia el mostrador. Un brillo en sus ojos mostraba una mezcla de confianza y un matiz de vulnerabilidad que Momo no podía ignorar.

"Hola, otra vez Jeongyeon" dijo Momo, tratando de mantener su tono casual, aunque su corazón latía más rápido. "¿Qué tal? ¿Vas a llevarte algo para Jihyo ahora?"

Yoo se inclinó sobre el mostrador, su mirada fija en Momo, quien estaba a punto de perderse en sus pensamientos.

"Sí, he pensado en unas delicias que le encantarán." Sus labios curvaron en una sonrisa coqueta. "Pero me pregunto... ¿Tú qué harías si estuvieras en mi lugar?"

Momo levantó una ceja, percibiendo la tensión que flotaba en el aire. La mirada fija de Jeongyeon la hacía sentirse expuesta, pero había una emoción inquietante en ello, como si hubiera algo más detrás de esas palabras.

"Bueno, tal vez podría hacer que se sienta... especial," sugirió Momo, acercándose un poco más, inclinando la cabeza con una sonrisa tentadora. "Quizás un postre para compartir, algo más... íntimo."

Jeongyeon sonrió, pero su mente estaba en otra cosa. Cada palabra, cada gesto, tenía un propósito. Sabía que al mantener a Momo entretenida, evitaría que se acercara demasiado a la verdad sobre su relación con Jihyo. Su tono juguetón enmascaraba su verdadero objetivo.

"Esa suena como una buena idea, pero creo que Jihyo necesita algo más que dulces para sentirse bien," respondió Jeongyeon, midiendo sus palabras. Su tono era calculado, como si quisiera desviar cualquier atención que Momo pudiera poner en su novia.

"¿Y tú?" Momo preguntó con una suavidad inquietante, sus ojos brillando con curiosidad. "¿No necesitas algo de dulzura en tu vida también?"

Jeongyeon soltó una risa baja, mientras jugaba con la idea, observando cómo Momo se ajustaba con intencionalidad. "Jihyo es un lindo pastelito, ¿no lo crees?" lanzó, buscando mantener la conversación superficial.

Momo arqueó una ceja, vislumbrando una posible grieta en la fachada. "Un pastelito bastante delgado y agrio," susurró, captando la carcajada de Jeongyeon. "A veces las mujeres prefieren algo con más cuerpo. Carne fresca y dulce. ¿No lo crees, Jeongie?"

Oh, Ana. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora