El eco de la culpa (II)

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El eco de las palabras de su novia resonaba en su cabeza. Se sintió devastada. Había actuado por amor,  pero ¿había ido demasiado lejos? ¿Había arruinado todo? Se sentía como si estuviera en una montaña rusa sin fin, subiendo y bajando con emociones encontradas. El amor y la culpa se mezclaban en un revoltijo que la atormentaba.

Miró la puerta por la que Jihyo había salido.  ¿Qué podía hacer?  Lo había dado todo y se tornaba absurdo continuar regalando su ayuda a una persona que en primer lugar, nunca la pidió. Así que se encontraba en un feroz dilema acerca de rendirse ahora o seguir intentando. Las respuestas se le escapaban. La incertidumbre la envolvía como una manta oscura. Se sintió sola, desamparada, perdida en un mar de dudas.

Jeongyeon se sentó en el suelo,  apoyada en la pared,  dejando que las lágrimas cayeran libremente.  No sabía cuánto tiempo estuvo ahí, pero el ruido de la puerta al abrirse la sacó de su trance.  Era Jihyo.

"¿Te quedaste aquí?" preguntó con un tono de reproche, vestida con ropa deportiva.

Jeongyeon levantó la cabeza,  con la mirada llena de esperanza. "¿Zyo?"

"No puedo seguir así", dijo Jihyo con voz firme. "Hoy duermes en el sofá, necesito algo de tiempo para pensar." Estrelló una sábana y una almohada al rostro de su aún novia.

Estaba estresada, y optó por una ducha reparadora antes de tener que soportar el incómodo sofá.

Se despojó de su ropa y sintió sus muslos tensarse ante el agua helada que cayó de repente mojando su piel. Era extraño, el calentador debería estar funcionando bien. Es nuevo y para nada económico.

Salió del baño a mitad de su ducha, su novia fue la que lo instaló. Es malísima para esa clase de actividades.

"Hyo, ¿Sabes qué pasa con el calentador de agua?" Envuelta en una toalla entra a la habitación compartida. Su novia demasiado concentrada en hacer ejercicio como para notarla. "Hyo..." Toca su hombro y su novia brinca del susto.

"¡Estás fría! ¿Qué te pasa?" Acaricia su hombro, y la mira con un ceja alzada.

"El calentador no sirve, ¿puedes ir a ver?" Va directamente al grano, tratando de ignorar el hecho de que su novia se esté ejercitando.

"Espérame, casi termino mi rutina."

Jeongyeon acepta pacientemente, pero la espera se hace larga. La frustración la carcomía por dentro.  Cada gota de agua helada que caía sobre su piel la irritaba más. "Hyo, ¿cuánto tiempo te queda? No puedo esperar más." Jihyo, con la respiración agitada, respondió: "Ya casi finalizo. Solo déjame acabar esta serie."

Jeongyeon se hundió en la cama, la sábana fría bajo sus piernas. Un bostezo escapó de sus labios, la noche se extendía ante ella como un desierto sin oasis. Estaba concentrada viendo los cuadros de su habitación.

De pronto, un sonido la sacó de su letargo. Jihyo que había dejado caer su termo de agua, agachada, con su ropa de entrenamiento ajustada, resaltando cada curva de su cuerpo. Jeongyeon sintió un calor repentino recorrer su cuerpo, un rubor se apoderó de sus mejillas. Era estúpido, pensó, era solo Jihyo en su ropa de siempre. Pero algo en la forma en que se movía, en la forma en que la luz de la lámpara se reflejaba en su piel, la hacía sentir un poco mareada.

Los saltos que Jihyo hacía para estirar, la forma en que sus piernas se extendían y se flexionaban,  la forma en que su top se ajustaba a su pecho... cada movimiento parecía diseñado para encender una llama en el interior de Jeongyeon. Un deseo repentino la invadió,  un deseo que no podía explicar, un deseo que la hacía sentir un poco fuera de control, un deseo que la cegó de sus propias acciones.

La mayor se acercó a Jihyo, con el deseo ardiendo en su mirada. Observó cómo el sudor resbalaba por la piel de su novia, cómo su cuerpo se sacudía con fuerza y gracia. La tensión sexual crecía con cada segundo.

Jihyo termina su serie y se gira hacia Jeongyeon, con la respiración agitada y el cuerpo caliente. El sudor le resbala por el cuello y se pierde en el escote de su top deportivo, y su pecho sube y baja con rapidez. Se acerca a Jeongyeon, con una sonrisa nerviosa que le tiñe las mejillas de un rojo intenso. "Ya te voy a ayudar con tu... con el calentador."

Jeongyeon termina de unir sus cuerpos, casi rozándolos. El calor que desprende su novia la envuelve, y la respiración de Yoo se siente caliente en el oído de la contraria. Ansiosa por el camino que van tomando las cosas, y envuelta en una burbuja de lujuria, susurra para Park: "Solo necesitas ver el calentador... y tal vez tú puedas ayudarme a comprobar si está caliente."

La voz de Jeongyeon es un susurro ronco, lleno de deseo. Deja un beso húmedo en el cuello de Jihyo, sintiendo la piel de su novia caliente bajo sus labios.  Después de meses de abstinencia y repelo a su toque, Jihyo no se separa cuando Jeongyeon la atrae hacia ella. La tensión se acumula en el aire. Cuando Yoo la besa, con un fervor que no ha podido contener por tanto tiempo, no se resiste. Sus manos, que antes se mantenían firmes, se aferran al cuerpo de Jeongyeon, buscando un punto de apoyo en el torbellino de emociones que las envuelve.

"¡Jeong!" un agudo gemido escapa de los labios de la menor cuando los de su novia se mudan a su cuello. Chupando y mordiendo de manera gentil, a Jihyo nunca le ha gustado lo brusco. Y Jeongyeon se siente orgullosa de saberlo y recordarlo.

Jihyo yacía bajo Jeongyeon, su cuerpo caliente y tenso bajo las sábanas. Los dedos de Jeongyeon recorrían su piel con delicadeza, trazando círculos suaves en su espalda, acariciando la curva de su cintura, explorando cada centímetro de su cuerpo con una pasión contenida. Jihyo gemía, un sonido bajo y gutural que se escapaba de sus labios, un sonido que revelaba la intensidad de su deseo. Jeongyeon recordaba cada punto sensible de Jihyo, cada lugar que la hacía estremecer, y la acariciaba con cuidado, saboreando la respuesta de su novia.

Jihyo se sentía débil, a punto de sucumbir ante la ola de deseo que la inundaba. No podía creer lo cerca que estaba de ceder, de perder el control, a pesar de que solo estaban rozándose a través de la tela de sus ropas. Siempre había sido tan receptiva a los toques de Jeongyeon, tan entregada a su amor. Pero ahora,  con la imagen de Jeongyeon desnuda frente a ella, se sentía como si estuviera en la punta de un acantilado,  a punto de caer en un abismo de pasión.

El cuerpo de Jeongyeon era una obra de arte, una escultura perfecta de músculos y curvas. Su torso era fuerte y definido, su abdomen plano y tonificado, sus brazos y piernas esculpidos por horas de entrenamiento. Y su espalda, con cada músculo marcado a la perfección, la hacía respirar con dificultad. Jihyo nunca había visto a Jeongyeon con tanta claridad, nunca había apreciado su belleza con tanta intensidad.

El deseo la consumía, la hacía sentir caliente y húmeda, a punto de desbordarse. Tal vez el error de Jeongyeon había sido querer desnudar a Jihyo también.

"No, hagámoslo así."

"¿Con ropa Zyo?" Jeongyeon frunció el ceño, confundida. La propuesta de Jihyo la tomó por sorpresa.

"Sí, por favor." Jeongyeon sonrió, una sonrisa suave y comprensiva. "Entiendo que te sientas incómoda,  pero quiero que sepas que estás a salvo conmigo. 
No te voy a presionar, no te voy a juzgar." Sus palabras eran tranquilizadoras, pero sus ojos brillaban con una intensidad que no podía ocultar.

"No te vayas de mi lado, jeongie. No te vayas nunca."
Jihyo asintió feliz, sintiendo un nudo en el estómago.  La seguridad en las palabras de Jeongyeon la reconfortó, la idea de estar tan cerca de su novia y que sus cuerpos se encontraran completamente la excitaba aún más.

Jeongyeon, con un cuidado casi reverencial,  desabrochó el top de Jihyo. La piel de su novia era tan suave bajo sus dedos, tan caliente, que la hizo respirar con dificultad. Jihyo se encogió un poco, consciente de su delgadez, de la forma en que sus pechos se veían más pequeños bajo la tela fina. Pero Jeongyeon no pareció notarlo. Besó suavemente sus pezones, 
los tomó en sus manos con ternura, como si fueran las cosas más preciosas del mundo.

"Eres perfecta Zyo," susurró Jeongyeon,  su voz llena de amor y deseo. "Eres perfecta tal como eres."

Con movimientos lentos y delicados, Jeongyeon fue desprendiendo la ropa de Jihyo. Cada toque era una caricia, cada beso un susurro de pasión. Fue torpe,  como su primera vez, el tiempo les había robado experiencia. Pero la torpeza se convirtió en una danza sensual, un juego de miradas y susurros, de caricias y gemidos.

Rieron juntas, con la misma intensidad con la que Jihyo se liberó en la boca de Jeongyeon. Fue una noche de pasión y humor, de descubrimiento y entrega, una noche que las unió más que nunca.

Durmieron abrazadas, con la excusa de que la almohada y la sábana de Jeongyeon estaban demasiado lejos. Pero en realidad, no querían separarse. Se besaron con la misma intensidad que antes, con la misma pasión y ternura, con la misma necesidad de estar juntas.

Oh, Ana. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora