Capítulo VIII: El eco de la culpa (I)

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15/03/2005.

La puerta se abrió con un golpe seco, dejando entrar a Jihyo, con el rostro pálido y los ojos húmedos. Jeongyeon la recibió con una sonrisa que ocultaba la inquietud que la consumía. Esperaba escuchar sobre su día en la universidad, pero el temblor en la voz de Jihyo la puso alerta.

"Jeongyeon, tengo que contarte algo", dijo Jihyo, su voz temblando. "Pasó algo muy feo."

Jeongyeon la esperó en el sofá, el corazón latiendo con fuerza. "¿Dime, qué pasó?"

"La camarógrafa… la que te conté, la que me gusta tanto, la que me enseñó tanto… la llevaron al hospital. La golpearon muy fuerte. Está grave." Las palabras de Jihyo salieron a regañadientes. "No sé quién fue el monstruo que le hizo esto, una mujer tan buena y llena de vida."

Jeongyeon sintió que una mezcla de celos y furia la invadía. "¿Buena? ¿Llena de vida?", repitió, incapaz de contenerse. "¿Cómo puedes hablar así de alguien que te ha hecho tanto daño?"

"Además tenía un rostro y un cuerpo para morirse," continuó Jihyo, con una sonrisa nostálgica, "escuché que rompieron dos costillas en cada lado, y que su rostro quedó tan deforme que necesitará una reconstrucción."

"Eso es terrible," respondió Jeongyeon, aunque su tono no reflejaba compasión. Alzó las piernas de su novia sobre sus muslos y trató de volver a leer su libro.

"¿Cómo que terrible? ¡Le rompieron dos costillas de cada lado!" Jihyo hizo un gesto con los dedos para enfatizar. "Cuatro en total." Se encogió de hombros, esperando que Jeongyeon mostrara un poco más de preocupación.

"Sé sumar, cariño," replicó Jeongyeon, con desdén, pasando la página sin mirarla.

"¡Sabes la cintura que tendrá!" Jihyo gritó, y Jeongyeon alzó una ceja, sorprendida por el grito.

"Zyo, creo que en lo último que estaría pensando esa tipa es en su cintura, si quedó tan mal como lo explicaste."

"¡No exagero!"

"No digo que lo hagas, pero no es para tanto." Señaló algunos conceptos en su libro con un resaltador verde. "No le pegué tan fuerte." Susurró esta última parte, pero Jihyo, siempre atenta, la escuchó.

"¿De qué hablas?"

"No he dicho nada."

"Jeongyeon."

"Es mi nombre," dijo, dejando que su voz cargada de desafío llenara el aire. "No estarás involucrada, ¿o sí?"

"Claro que no," Jihyo insistió, alejando su rostro, pero Jeongyeon notó que su nerviosismo crecía. "¿Qué le ocurrieron a tus nudillos?"

"Nada, es consecuencia de las clases de boxeo," disfrazó, sintiendo cómo la mentira se le atragantaba. Cuando Jihyo la acusó de mentirosa, Jeongyeon no se quedó callada. "¿Qué almorzaste hoy?"

La mirada nerviosa de Jihyo le decía que estaba buscando una excusa. "No estamos hablando de mí, ahora dime si tienes algo que ver con esto."

Jeongyeon se encogió de hombros, una sonrisa burlona en sus labios. "Tal vez," dijo, con un tono que reflejaba satisfacción. "Tal vez necesitaba aprender una lección. Era hora de que dejara de ver el mundo a través del lente de su cámara y se enfrentara a la realidad."

"¿Qué realidad?"

"Esta, en la que no cualquiera va a aceptar esos comentarios disfrazados de consejos de mierda. Había que bajarla de las nubes."

"¿Y tú te ofreciste a bajarla?" exclamó Jihyo, su tono sarcástico reflejando su incredulidad. Se sentó derecha, cruzando los brazos. "No era tu problema."

"¡Pero era el de mi novia y debía actuar!"

"¡¿Actuar para ti es casi matar a una mujer?!"

"¡¿Qué querías que hiciera?! ¿Quedarme de brazos cruzados viendo cómo en cada maldita clase te insultaba más?"

"¡Es una profesional! Sus consejos me estaban ayudando a mejorar."

"¿Mejorar qué? Impulsando tu enfermedad en realidad."

"¡No estoy enferma!"

"¡Lo estás! ¡Acepta de una vez que eres anoréxica y que necesitas ayuda real! No de esa señora que te aconseja levantarte a las 4:00 a.m. a ejercitarte y comer una manzana en todo el día."

El golpe de realidad cayó como un balde de agua fría para ambas. Jeongyeon sabía que había cruzado un límite, pero su desesperación por proteger a Jihyo eclipsaba todo razonamiento. Y aunque Jihyo ya sabía que lo era, escuchar la verdad en voz alta aún le dolía. Se mantuvo callada, sintiendo sus mejillas mojadas mientras Jeongyeon se levantaba y traía un plato repleto de comida.

"Come."

"No tengo hambre."

"No te pregunté, es una orden. Come ahora, Jisoo."

El uso de su nombre real hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Jihyo. A regañadientes, comió un poco.

La tarde se extendió en un silencio incómodo, roto solo por el ruido de los cubiertos contra el plato. Jeongyeon observaba a Jihyo con la mirada llena de preocupación y frustración. Sabía que había actuado sin pensar en las consecuencias. Pero en su mente, la protección de Jihyo siempre era lo primero.

"Zyo, lo siento. No quería discutir ni gritarte de esa forma. Debí haberme contenido," dijo Jeongyeon, tratando de ocultar la rabia que la consumía.

Jihyo la miró, con los ojos rojos e hinchados. "Yo… no sé qué pensar. Me siento… confundida. Asustada. No te contuviste con esa mujer, ¿estoy realmente segura contigo?"

Jeongyeon se sintió ofendida ante aquella respuesta. "¿Cómo puedes decirme eso? A mí, que soy tu novia y he estado siempre dispuesta a cuidarte, que he sacrificado tanto y he dado cada minuto de mi tiempo por verte bien. Y a esa mujer, que te humilló e hizo comentarios tan despectivos sobre tu cuerpo, simplemente justificas su comportamiento." Se levantó abruptamente, dejando a Jihyo sin palabras.

Jihyo la alcanzó y la encontró apoyada en el lavamanos, con el rostro lloroso. "Nunca pedí tu ayuda. Lo agradezco, pero nunca te supliqué por ella. Mírame, Jeongyeon, ¿en serio crees que cambiaré? Que dejaré todo lo que he conseguido por ti. Lo siento, pero he llegado muy lejos y no pienso rendirme ahora. Me quedan cuatro kilos, y no voy a descansar hasta lograrlo."

Y se fue, dejando a Jeongyeon sintiéndose vacía, con el eco de su culpa resonando en el baño donde todo había comenzado.

Oh, Ana. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora