Capítulo XV: Tus brazos me ahogan.

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03/05/2005.

Los días se alargaban, pero para Jihyo, cada uno era más corto que el anterior, como si el tiempo mismo se desvaneciera bajo el peso de las expectativas de Jeongyeon. El incentivo del amor y la aprobación que Jeongyeon le ofrecía era suficiente para que siguiera adelante, aunque la realidad de esas "recompensas" nunca llegaba a materializarse de la forma que ella esperaba.

"Si sigues así, te recompensaré, Zyo," le decía Jeongyeon, con su tono suave y manipulador. "Una noche especial, solo nosotras dos... si mantienes el control."

Pero esas noches nunca llegaban. Siempre había una excusa, un fallo invisible que Jihyo no podía ver, pero que Jeongyeon encontraba. Aún así, Jihyo seguía luchando, convencida de que, algún día, alcanzaría esa perfección prometida. Hoy, sin embargo, la desesperación comenzaba a desgarrar sus entrañas.

"Jeong, he terminado mi plato de nueces. ¿Crees que podría tener un poco de pollo esta vez?" La voz de Jihyo era suave, casi suplicante, mientras observaba cómo Jeongyeon devoraba despreocupadamente una canasta completa de pollo frito, papas y hamburguesas. Cada bocado que tomaba su novia parecía una cruel provocación. Frente a Jihyo, sólo quedaban las migajas de su plato de nueces variadas, un triste y vacío recordatorio de lo que nunca podría permitirse.

Jeongyeon levantó la vista de su festín, limpiándose los labios con indiferencia antes de hablar. "No lo sé, cariño. Este pollo tiene demasiada grasa. No quiero interponerme en tu proceso."

Jihyo, debilitada y agotada, intentó argumentar con lo poco que le quedaba de fuerza. "Pero el cuerpo también necesita grasa, Jeongyeon."

La sonrisa de Jeongyeon fue fría y cortante, como una hoja afilada. "Tú ya tienes de sobra."

Esas palabras golpearon a Jihyo como una bofetada. Su ceño se frunció, y sus ojos se llenaron de lágrimas, pero antes de que pudiera articular una respuesta, Jeongyeon estalló en una carcajada amarga, disfrutando del poder que tenía sobre ella. Jihyo no pudo soportarlo más. Se levantó de la mesa, su corazón quebrado, y corrió a su habitación, con las lágrimas ya desbordándose por sus mejillas.

Llegó al cuarto y se desplomó en la cama, escondiendo su rostro entre las piernas, intentando ahogar sus sollozos. Pero el consuelo no llegó, y pronto escuchó los pasos de Jeongyeon acercándose, pesados y firmes, llenos de esa autoridad que nunca fallaba en dominarla. Jihyo sabía lo que vendría.

Jeongyeon se detuvo en la puerta por un momento, observando la figura encorvada de Jihyo antes de acercarse lentamente, su voz suave y venenosa. "Es tu culpa," dijo, sus palabras goteando desprecio. "¿Cómo te atreves a desafiarme?"

Jihyo alzó la cabeza, sus ojos hinchados por las lágrimas. "Jeong..."

"No, corazón." Jeongyeon la interrumpió sin piedad, tirando de su brazo con brusquedad, forzándola a sentarse derecha en la cama. "Mereces un castigo."

Jihyo sacudió la cabeza desesperadamente. "Jeong, no he comido nada más que esas nueces..."

"¿Y qué?" Jeongyeon se inclinó sobre ella, tomando su rostro entre las manos con fuerza, sus dedos presionando cruelmente las mejillas de Jihyo, las uñas hundiéndose en su piel como garras. "¿Acaso olvidas los días en los que no comías nada?" La voz de Jeongyeon era como un susurro cortante. "Lo hacías por Ana... ¿no puedes hacerlo por mí?"

Jihyo sintió su corazón latir con fuerza, el miedo apoderándose de ella como una niebla oscura. "Yo... yo te amo, Jeong, pero..."

"¿Pero qué?" Jeongyeon la cortó, sus ojos brillando con un peligroso destello. "¿Acaso ya no me amas?" Su tono se volvía más severo con cada palabra. "¿Debería castigarte más fuerte?"

Oh, Ana. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora