Capítulo XII: La Tentación en la Pastelería.

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16/04/2005.

El día prometía ser soleado y cálido, pero Jihyo sintió una inquietante brisa fría recorrer su espalda mientras caminaba de la mano de Jeongyeon hacia la pastelería. El aroma de dulces recién horneados se filtraba por el aire, despertando recuerdos en ella; momentos felices compartidos con Jeongyeon, cuando los sabores y la comida eran un deleite, no una lucha.

La puerta de la pastelería se abrió con un suave tintineo, y Jihyo fue recibida por un ambiente acogedor. Las vitrinas estaban llenas de coloridos pasteles, tartas y galletas que parecían obras de arte, cada una más tentadora que la anterior. Sin embargo, su estómago se retorció de ansiedad. ¿Por qué tenía que observar, cuando su cuerpo anhelaba ese dulce sabor?

“¿Ves, Zyo? Aquí es donde empieza tu viaje hacia la recuperación”, dijo Jeongyeon, su voz llena de entusiasmo. Sus ojos brillaban al mirar las delicias expuestas, como si se tratara de un festín en vez de una prueba para Jihyo.

La dueña de la pastelería, Momo, apareció detrás del mostrador, su rostro iluminado por una sonrisa genuina. “¡Bienvenidas! ¿Qué les gustaría probar hoy?” preguntó, mirando a ambas con curiosidad.

“Solo estamos mirando”, respondió Jeongyeon, sin apartar la vista de los pasteles, su entusiasmo palpable. “Mi novia está empezando a aprender a comer sano, y pensé que sería bueno que viniera a observar lo que podría disfrutar en el futuro”.

Momo frunció el ceño levemente, sintiendo una tensión en el aire. “Eso suena... interesante. Pero no creo que sea fácil disfrutar de los pasteles solo con la mirada”, dijo, posando su mirada en Jihyo, quien parecía perdida en la contemplación.

Jihyo se sintió vulnerable bajo la observación de Momo. “No sé, quizás en otro momento”, murmuró, su voz apenas un susurro. La verdad era que su estómago rugía de hambre, deseando los dulces que tenía frente a ella, pero las palabras de Jeongyeon resonaban en su mente, creando una batalla interna.

Jeongyeon, completamente inmersa en la escena, eligió un pastel de chocolate y lo llevó hacia su boca, disfrutando cada bocado. “Mmm, Zyo, esto es increíble”, exclamó, sus ojos cerrándose de placer. “Tienes que venir aquí más a menudo”.

La mirada de Jihyo se centró en los labios de Jeongyeon, que estaban manchados de chocolate, recordándole la dulzura de sus besos. En esos momentos, había saboreado el pastel en su lengua, y ese recuerdo la llenó de anhelo. La idea de un beso, mezclado con la rica crema del pastel, la tentaba, y sentía una punzada de celos y deseo mientras observaba a Jeongyeon disfrutar sin remordimientos.

“¿Te gustaría probar un pequeño bocado, Jihyo?” preguntó Momo, notando el brillo en los ojos de la joven, aunque también la tristeza que la acompañaba.

“No, gracias”, respondió Jihyo, esforzándose por desviar su mirada. “Solo estoy aquí para mirar”. Sin embargo, la voz de Momo, comprensiva y suave, resonaba en su mente, recordándole que estaba en un lugar donde la comida era un símbolo de felicidad y comunidad.

“Entiendo”, dijo Momo, cruzando los brazos. “Pero a veces, disfrutar de un pequeño capricho puede ser la mejor medicina”. La mirada de la dueña era penetrante, como si pudiese ver a través de las fachadas que Jeongyeon había construido.

Jeongyeon, sin percatarse de la preocupación de Momo, continuaba degustando los pasteles, mientras Jihyo la observaba embobada. Su corazón latía con fuerza, y el hambre en su estómago se transformaba en un deseo casi físico de unirse a ella. Pero no podía. Debía resistir.

Finalmente, Momo se acercó a Jihyo, inclinándose un poco para mirarla a los ojos. “Si alguna vez decides probar uno de estos pasteles, no dudes en hacerlo. La vida es demasiado corta para privarte de los pequeños placeres”, sugirió, su voz suave y maternal.

Jihyo sonrió débilmente, sintiéndose algo aliviada por la empatía de Momo. Pero cuando volvió a mirar a Jeongyeon, quien seguía disfrutando de su dulce manjar, el nudo en su pecho se apretó nuevamente. La distancia entre ellas parecía crecer, y el vacío que Jihyo sentía la invadía cada vez más.

Cuando salieron de la pastelería, el aire fresco las envolvió, pero el peso de la experiencia se sentía pesado sobre los hombros de Jihyo. Mientras Jeongyeon hablaba emocionadamente sobre las delicias que había probado, Jihyo seguía atrapada en sus pensamientos, preguntándose cuándo podría liberarse de las cadenas que la mantenían alejada de lo que realmente deseaba.

El sabor del vacío continuaba siendo su único compañero.

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