Capítulo XVII: La Tensión de la Revelación

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27/07/2005.

La sala estaba en penumbras, el único sonido era el suave susurro del viento que se colaba por la ventana. Jihyo estaba sentada en el sofá, su mente en caos mientras revisaba los mensajes que había recibido de Momo. Las conversaciones que había tenido con ella comenzaron a unir los cabos sueltos sobre la relación entre Jeongyeon y su amiga, una conexión que iba más allá de un simple beso.

Cuando Jeongyeon entró, la atmósfera se volvió tensa de inmediato. Su sonrisa iluminó brevemente la habitación, pero Jihyo pudo percibir la chispa de nerviosismo en sus ojos. Sabía que tenía que enfrentarse a ella.

"Lo sé", susurró Jihyo, sin levantar la vista. Jeongyeon frunció el ceño, su pecho apretándose de inmediato.

"¿Qué es lo que sabes?" preguntó Jeongyeon, su voz cuidadosamente controlada.

"Lo de Momo..." Jihyo finalmente alzó la mirada, sus ojos oscuros y llenos de una mezcla de tristeza y cansancio. "Sé lo que ha estado pasando entre ustedes."

Jeongyeon sintió que el aire se volvía pesado. La mención de Momo la hizo retroceder mentalmente a esos momentos, a esas decisiones impulsivas y a esos instantes en los que había buscado escapar. No quería mentirle a Jihyo, pero tampoco podía aceptar completamente lo que había hecho.

"Jihyo..." comenzó, pero Jihyo la interrumpió.

"No me mientas, Jeongyeon. No me lo niegues, porque lo sé. No estoy ciega." Sus palabras eran duras, pero su tono era casi suplicante. "¿Por qué lo hiciste?"

Jeongyeon apretó los puños, luchando contra la culpa que la invadía. Se acercó lentamente al sofá y se sentó junto a Jihyo. El silencio entre ellas era ensordecedor.

"Lo hice por nosotras", dijo finalmente, su voz temblorosa. "No... no lo entiendes, Jihyo. Tú me necesitas. Yo soy la única que puede mantenerte a salvo, lejos de todo lo que te está consumiendo. Momo... ella no significa nada para mí, pero lo hice para que no descubriera lo que realmente está pasando entre nosotras. Todo esto es por ti. Todo lo que hago es por ti."

Jihyo parpadeó, claramente confundida y dolida. "¿Por mí? ¿De verdad crees que acostarte con otra persona me está ayudando? ¿O te estás ayudando a ti misma?"

La tensión en la habitación se intensificó, y Jeongyeon sintió que su paciencia se agotaba."¡No tienes derecho a juzgarme!" En un arrebato de furia, tomó a Jihyo de la mandíbula, levantándola, obligándola a mirar sus ojos."¿Y qué si hay algo más?"

“Solo... Solo, por favor, no le digas que la amas. No permitas que te llame ‘Jeongie’. Qué... no me quite eso también" suplicó Jihyo, el miedo palpándose en su tono.

"¡Ella no te ha quitado nada!" Jeongyeon, furiosa, la empujó con fuerza contra el suelo, lanzando objetos a su alrededor con rabia.

La ira seguía burbujeando dentro de Jeongyeon, transformándose en una mezcla de indignación y desprecio. "¿Qué te hace pensar que tienes derecho a decirme lo que debo o no debo hacer?" Su tono se tornó más oscuro, una amenaza velada.

Jihyo sintió su corazón latir con fuerza en su pecho. Sabía que había cruzado una línea, pero las palabras salieron de sus labios casi sin pensar. "Por favor, solo..."

"¿Solo qué?" interrumpió Jeongyeon, acercándose aún más, una corriente de miedo recorrió a Jihyo. "¿Quieres que sea piadosa? ¿Que me contenga? ¿Crees que eso es bueno para la seguridad de Ana?"

El terror la paralizó, atrapada entre el miedo y la sumisión. Sabía lo que venía, y su cuerpo temblaba ante la oscuridad creciente en los ojos de su novia.

Jeongyeon, cegada por la furia, la jaló del cuello y la arrastró hacia el baño. Jihyo esperaba el castigo de la bañera, pero el golpe certero contra el espejo la dejó aturdida. La mano ensangrentada recogió un trozo de vidrio roto del suelo, y Jihyo, aterrada, sintió que su corazón se aceleraba aún más.

"Jeong..." susurró, intentando calmar la situación.

"¡Cállate, Jihyo!" gritó la mayor, su rostro deformado por la ira. Park observó cómo su novia comenzaba a quitarse la ropa. "Desnúdate ahora." La orden fue firme, y a pesar del miedo que la mantenía inmóvil, Jihyo obedeció lentamente, dejando caer su ropa al suelo.

Cuando ambas estuvieron desnudas, Jeongyeon la llevó hacia la ducha, encendiendo el agua sin preocuparse por la temperatura. El frío impactó a Jihyo, pero Jeongyeon no parecía inmutarse. "Eres mía, Jihyo, escúchame bien," susurró, su voz baja y amenazante.

"Jeongyeon, por favor," rogó Jihyo, temblando de frío y miedo.

"¿Por qué debería escuchar tus súplicas?" replicó Jeongyeon, disfrutando del control que tenía sobre su novia. "¿Por qué no puedes aceptar que yo soy la única que puede salvarte?"

Jihyo sollozaba suavemente, su cuerpo temblando. Jeongyeon, con el vidrio en la mano, dibujó pequeñas líneas en las muñecas de Jihyo, dejando que la sangre comenzara a fluir lentamente. "Raja mis muñecas y mira cómo se evapora la sangre," susurró, su voz casi en un tono cantarín, mientras escuchaba los gritos y súplicas de su novia. "Ser así de piadosa no puede ser bueno para la seguridad de Ana."

Aun en su desesperación, Jihyo no entendía porqué Jeongyeon seguía mencionando a Ana, ni por qué se ensañaba en sus muñecas. "Soy tuya, amor. Eso es todo lo que importa," murmuró Jihyo entre sollozos, tratando de calmarla, mientras el agua fría seguía cayendo sobre ellas.

Jeongyeon manchó el rostro de Jihyo con sangre antes de besarla con pasión, sus labios recorriendo su cuello, dejando marcas profundas en su piel. "Eres mía," repitió una y otra vez, mientras Jihyo, exhausta y resignada, permitía que Jeongyeon tomara el control, su cuerpo entregado a las manos de su destructora amante.

Jeongyeon no se detuvo. Con sus labios bajó por el cuello de Jihyo, mordiendo y dejando marcas en su piel. Cada beso, cada mordida, era una afirmación de poder, de posesión. "Eres mía, Jihyo. Solo mía," murmuraba entre jadeos, mientras Jihyo, debilitada y temblorosa, solo podía asentir débilmente, su mente nublada por el miedo y la sumisión.

El agua fría seguía cayendo sobre ellas, mezclándose con la sangre que se deslizaba por los brazos de Jihyo. El dolor en sus muñecas era casi insoportable, pero lo que más la hería era la certeza de que, a pesar de todo, no podía alejarse de Jeongyeon. No quería perderla, incluso si eso significaba seguir viviendo bajo su control.

Los besos se volvieron más agresivos, más demandantes, mientras Jeongyeon continuaba afirmando su control. "Tú me perteneces," murmuró con una sonrisa torcida. "No hay nadie más. Ni siquiera Momo puede compararse contigo."

Jihyo cerró los ojos, sintiendo cómo sus fuerzas se desvanecían. Las palabras de Jeongyeon retumbaban en su mente, y aunque quería resistirse, quería gritar, su cuerpo ya no respondía. Había sido derrotada, una vez más.

Cuando finalmente Jeongyeon la soltó, la dejó caer al suelo de la ducha, su cuerpo débil y sin fuerzas. La sangre aún goteaba de sus muñecas, pero a Jeongyeon no le importaba. Se quedó de pie, observando a Jihyo, su respiración agitada y una sonrisa satisfecha en su rostro.

"Recuerda, Jihyo," dijo con voz suave, "nadie más puede salvarte. Solo yo. Solo yo te doy lo que necesitas."

Jihyo, aun temblando en el suelo, miró a Jeongyeon a través de sus lágrimas. El dolor físico era fuerte, pero el emocional era devastador. Y aun así, algo dentro de ella la mantenía atada a Jeongyeon, incapaz de romper el ciclo. Era una prisionera de su amor tóxico.

Oh, Ana. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora