Las aventuras de una adolescente cochina Parte 4

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María desapareció cinco meses de la ciudad, ni me llamó ni me dijo nada.

A los cinco meses se presentó ya con 20 años y más buena todavía, contándome que había tenido que irse de la ciudad por problemas que había tenido con unos tíos en su barrio y su padre la había mandado a quitarse de en medio a casa de una tía que vivía en una granja en otra provincia en medio del campo.

Las cosas que me contó son increíbles pero más increíbles son mis relatos y yo los escribo, así que me inspiro en sus experiencias.

Según su padre él se crió en una granja en el campo hasta los treinta y tantos años que se vino a la ciudad, sus padres , es decir sus abuelos murieron y dejó sola a una hermana solterona que no quiso venirse con él. Le contó que era madre soltera y que tenía un hijo ya de su misma edad estudiando en la universidad.

Francisca, que así se llamaba su tía tenía cincuenta y tres años y su hijo 19. María viajó en tren al pueblo más cercano. Su tía la esperaba en su camioneta.

Cuando la vio se sorprendió. Era un pedazo de mujer enorme, alta de un metro ochenta por lo menos. Gruesa, con anchas espaldas pero más ancho culo todavía. Era una superjamona, con pocas tetas y mucho, mucha carne. Pero no era grasa, era músculo. Se veía que era una tía muy fuerte, quizá de trabajar en la cría de cerdos.

Llevaba un vestido muy fino abotonado por delante dejando entrever unos muslazos enormes. Grandes columnas de músculos.

F: hola sobrina, qué guapa eres. Bienvenida a tu casa. Mi hijo no está, sólo viene los fines de semana últimos del mes. Estaremos muy tranquilas las dos solas.

M: hola tía, me alegro de conocerte. ¡Qué alta eres, y qué fuerte!

La verdad es que Francisca era una mujer rústica, no era guapa como María, pero tenía un cuerpazo de los que le gustaban a los guarros de los hombres amigos de María.

Cuando iban en el coche hacia la granja la tía le contó:

F: bueno, bueno, ya me ha contado mi hermano lo cochinona que le has salido

M: queeee?

F: si, hija. No te preocupes, que yo no me asusto. Tengo mucha confianza con él. El hijo de puta no te ha contado que follabamos cuando vivía en la granja. Si hija, si yo también soy y incestuosa como tú y también me tiro a mi hijo cuando viene los fines de semana.

María se sorprendió de lo que oía y le llamó la atención un bulto que se le notaba a su tiaza en la entrepierna aunque iba conduciendo con los muslos bastante abiertos. Como los hombres.

Transcurrieron cinco días en la granja donde su tía tenía una explotación de cerdos y algunas vacas y burros y caballos. Ella lo hacía todo sola, trabajaba mucho. Así no le extrañaba que estuviese tan dura y fuerte.

Por las noches, mientras estaba en la cama oía a los cerdos gruñir y un día se levantó y se fue hacia la nave de los cochinos llevándose una gran sorpresa: ¡su tía estaba hincada de rodilla detrás de una cochina follandosela!

Si, como habéis oído, le estaba metiendo en el coño de la cerda un cipote de hombre bastante largo por cierto. ¿Su tía era un tío? Un transexual pensó.

Salió corriendo hacia la casa y se acostó de nuevo, pero hizo ruido y su tía la vio. Al rato Francisca apareció en su habitación.

F: no te hagas la dormida María, se que estas despierta. Bueno ya has descubierto mi secreto, sabía que tarde o temprano lo harías.

M: ¿Eres un transexual tía?

F: levántate y descúbrelo tú misma hija.

Francisca se desabotonó el vestido dejando ver su voluptuoso y gran cuerpo. No llevaba sujetador tenía unas teta pequeñas con unos pezones muy grandes, gordos y tiesos. Y abajo llevaba unos slips de hombre con un paquete enormemente grande. Ella misma se los quitó cayendo de golpe hacia abajo un vergajo gordo y largo, sobre unos huevos grandísimos, tan grandes como dos peras grandes. Todo grande como su cuerpazo.

 Relaciones Familiares con Final FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora