2O: Refugio de higos

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El sonido suave del agua llenaba la habitación, apenas perturbado por el tenue movimiento de sus cuerpos. La bañera estaba tibia, rodeada de vapor, y el ambiente era tan relajante que parecía que el tiempo había disminuido su paso. Jungkook, recostado contra el borde de la bañera, alzó una pierna sobre el muslo de Taehyung, quien, sentado en el fondo del agua, sujetaba una navaja pequeña entre sus dedos con una delicadeza casi reverente.

—¿Te estás asegurando de no cortarme? —bromeó Jungkook con una sonrisa ligera, estirando los dedos del pie que descansaba en las manos de Taehyung.

Taehyung sonrió, sus ojos siguiendo el trazo firme y lento de la navaja que se deslizaba por la piel de la pierna de Jungkook.

—Confía en mí, lo tengo todo bajo control —respondió con suavidad, concentrado en cada movimiento, como si se tratara de una obra de arte—. Además, ¿cómo te voy a cortar si te pones así?

Jungkook soltó una risita, mientras sus manos acariciaban el pie de Taehyung, masajeando suavemente la planta. Era un gesto casi automático, un intercambio de cuidados entre ellos que se sentía tan natural como respirar. Cerró los ojos un momento, disfrutando de la quietud.

—¿Recuerdas que te conté sobre la vez que quise aprender a montar bicicleta? —comentó de repente, su tono distendido, casi como si lo recordara por casualidad.

Taehyung levantó la vista un segundo, asintiendo con una pequeña sonrisa en los labios, interesado en cada palabra que salía de los labios de Jungkook.

—Lo recuerdo. Dijiste que te caíste al menos diez veces antes de que lograran convencerte de volver a intentarlo —dijo, sin dejar de rasurar con precisión la pierna de Jungkook.

Jungkook asintió, sus dedos aún trabajando en la piel de Taehyung, presionando suavemente en los puntos que sabía le aliviarían la tensión.

—Fue gracioso porque mi mamá estaba tan empeñada en que aprendiera, pero cada vez que me caía, terminaba llorando más ella que yo. Me acuerdo que me decía “No tienes que volver a intentarlo si no quieres”. Pero en el fondo yo sabía que estaba más frustrada que yo mismo —comentó con una risa suave, sus ojos llenos de ese calor nostálgico que aparece cuando uno recuerda algo que ya no puede volver.

El sonido del agua entre ellos pareció desvanecerse por un momento, dejando un silencio cómodo, pero cargado. Taehyung, siempre atento a esos pequeños detalles, dejó la navaja de lado, terminando con el último tramo de piel suave en la pierna de Jungkook. Lo miró con una expresión que combinaba ternura y curiosidad.

—¿Cómo era ella? —preguntó, con un tono sereno, pero lo suficientemente profundo como para mostrar que la pregunta venía de un lugar sincero.

Jungkook se detuvo, bajando la mirada un momento, y luego soltó un suspiro corto. No era una pregunta que le incomodara, pero el tema de su madre siempre le evocaba una mezcla compleja de emociones.

—Era… una de esas personas que siempre sabían qué decir, aunque no siempre te gustara escucharlo —comentó, su voz casi un susurro mientras sus manos seguían sobre el pie de Taehyung, pero más lentas ahora—. Tenía esa forma de hacerte sentir seguro, aunque al mismo tiempo te empujaba a ser más fuerte de lo que pensabas. Como con la bicicleta. Nunca se rindió conmigo, aunque sabía que a veces yo quería hacerlo.

Taehyung asintió lentamente, sus ojos oscuros fijos en el rostro de Jungkook, como si tratara de absorber cada palabra, cada pequeño fragmento de una historia que sólo él conocía de verdad.

—Parece que era increíble —dijo con suavidad, sus manos ahora acariciando suavemente el pie de Jungkook bajo el agua, devolviendo el gesto de cariño.

Dulce Insomnio » TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora