el rey vs el héroe

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Bell, aquel que una vez fue un héroe, ahora buscaba venganza. A su alrededor, el caos y la muerte reinaban; cientos de aventureros habían caído ante su magia, y la devastación era palpable. Su corazón ardía con un fuego que no solo era físico, sino también emocional.

Frente a él, se encontraban los dos más fuertes de la ciudad: Allen y Ottar, capitán y vicecapitán de la familia Freya. Sin embargo, a pesar de su imponente presencia, Bell no sentía miedo. La ira lo consumía, transformándose en una determinación inquebrantable. Quería pelear, acabar con sus vidas; la razón detrás de su sed de sangre era clara: ellos habían matado a Haruhime, la chica que había sido protegida por el fuego de Ignis.

Con esfuerzo, Bell se puso de pie, su cuerpo aún resonando con el dolor de los recientes ataques. Sus ojos, ahora ardientes con una mezcla de rabia y tristeza, no se apartaban de los dos hombres frente a él.

—Me gustaría que me respondieran una pregunta... —su voz resonó, firme a pesar de la tensión que lo rodeaba.

Nadie contestó. La atmósfera era densa y cargada, cada segundo estirándose como una cuerda a punto de romperse. Bell continuó, la pregunta que ardía en su pecho escapando de sus labios.

—¿Acaso ustedes no saben lo que es el amor?

Allen, preparado para responder, se detuvo al notar la intensidad de la mirada de Bell. Sabían lo que era el amor, por supuesto; estaban allí por el amor a su diosa, el amor que los unía como familia. Pero antes que pudiera articular sus pensamientos, Bell lo interrumpió.

—No hablo de amor obligado, como el que tienen tú y tu familia por su diosa... —su voz se tornó más oscura—. Hablo de amor verdadero, un amor tan poderoso que te haría retar e incluso matar a las familias más poderosas de la ciudad... solo para proteger a aquella persona.

Ottar, al escuchar las palabras de Bell, cerró los ojos con fuerza. Finalmente, lo entendió. Habían cometido un grave error al subestimar la fuerza de los lazos emocionales. La culpa lo abrumó, y el peso de su lealtad a Freya se tornó pesado como una losa.

—Lo siento, Freya-sama... —susurró Ottar, sintiendo el dolor de su decisión.

Luego, alzó la mirada hacia Bell, su espada extendida en un gesto desafiante.

—Lo siento, Bell Cranel, pero tendré que matarte... eres un peligro demasiado grande para mi diosa.

La respuesta de Ottar resonó en la mente de Bell, pero no había espacio para la compasión.

—Qué casualidad... —respondió Bell, su voz grave y llena de angustia—. Tampoco te pensaba dejar ir vivo.

En ese instante, las dagas de Bell se cubrieron con el fuego de Amaterasu, una fuerza destructiva que parecía reflejar la oscuridad en su corazón. Bell había cruzado una línea, completamente perdido en la vorágine de su odio y dolor.

La atmósfera se volvió eléctrica, y tanto Allen como Ottar sintieron el cambio. La determinación en los ojos de Bell no era la de un niño asustado, sino la de un guerrero preparado para desatar su venganza.

—Esta es la última oportunidad que les doy —dijo Bell, su voz temblando con poder—. Si no comprendes lo que han hecho, no habrá lugar donde esconderse.

Ottar retrocedió, su mirada fiera fija en Bell, mientras Allen jugaba con su lanza, mostrando una maestría que solo un guerrero experimentado poseía. Bell, por su parte, los observaba con una calma inquietante, sin un atisbo de miedo en su rostro. La determinación ardía en su interior, alimentada por la memoria de Haruhime y la traición que había sufrido.

Ottar cargó primero, su velocidad sobrehumana lo convirtió en una sombra que se abalanzaba sobre Bell. Con un grito de guerra, desató una serie de cortes rápidos y precisos, cada uno dirigido a desarmar y desestabilizar a su oponente. Bell sintió el aire cortarse a su alrededor mientras las hojas de la espada de Ottar pasaban silbando.

¿esta mal querer ser el padre de un bebe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora