nuevo "dios"

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Freya, la diosa más poderosa de la ciudad, se encontraba en una posición que nunca había imaginado: sentada en el suelo, con las rodillas flexionadas y las manos apretadas entre sí. Su rostro, normalmente sereno y lleno de confianza, ahora reflejaba el miedo.

-¿Cómo había sucedido esto? -se preguntaba, mientras observaba a Bell, quien se mantenía firme frente a ella. A su alrededor, los miembros de su familia, todos niveles 3 en Adlente, estaban arrodillados, con el sudor frío recorriendo sus frentes.

Bell, con una intensidad que parecía atravesar el aire, miraba a Freya sin titubear.

-Osaste tratar de lastimar a mi familia... -declaró, la furia y la determinación resonando en su voz.

Freya, sintiendo la presión de esa mirada implacable, intentó excusarse.

-Realmente, ese no era el plan... -comenzó, pero la dureza en los ojos de Bell la interrumpió. No había espacio para justificaciones; el miedo que había sembrado en otros ahora regresaba a ella, amplificado.

La tensión en la sala era palpable. Freya se dio cuenta de que, aunque era una diosa, en ese momento estaba a merced de un mortal que había desafiado todo lo que ella representaba. La situación había cambiado drásticamente, y la arrogancia que había solido mostrar se desvanecía ante la realidad de su vulnerabilidad.

Los murmullos de la familia se apagaron, y el silencio se volvió ensordecedor. Bell, aún en pie, sintió el peso de la tensión en el aire.

-Intentaste matar a la mujer más importante en mi vida... -dijo, su voz fría como el acero-. ¿Habrá quejas si yo te mato a ti?

Su mano ardía nuevamente en las llamas de Ignis, que se mantenía detrás de él, aparentando necesitar su protección. La determinación de Bell era palpable, y Haruhime, preocupada, estuvo a punto de intervenir. No quería que el amable albino del que se había enamorado se perdiera en la ira.

De repente, pasos rápidos resonaron en la sala. Bell se giró, preparado para un ataque, pero lo que vio lo sorprendió.

-¡Te lo suplicamos! Toma nuestra vida, pero deja vivir a Freya-sama! -gritaron Ottar y Allen, moviéndose con dificultad, sus heridas aún sangrantes y manchando las vendas que las envolvían.

Bell miró de reojo a los demás ejecutivos, y su sorpresa creció al ver que, incluso los nobles elfos, tenían sus armas apuntando a sus propios cuellos, dispuestos a ofrecer sus vidas por su diosa.

El corazón de Bell se detuvo un instante. La lealtad de esta familia era inquebrantable, y la escena ante él era un reflejo del poder que Freya ejercía sobre ellos. ¿Qué hacer en un momento así? La ira y la venganza se agolpaban en su interior, pero también había un reconocimiento de la valía de la vida y la lealtad que no podía ignorar.

-¿Por qué? -preguntó Bell, su voz más suave, aunque aún cargada de tensión-. ¿Por qué están dispuestos a morir por ella? ¿Están conscientes de que ella solo manipuló sus emociones? Les quitó su futuro.

-¡Eso es mentira! -interrumpió uno de los ahora tres hermanos Gulliver, a pesar de su evidente dolor.

-Sí... puede que haya utilizado su encanto con nosotros, pero nos dio un nombre, un apellido, un objetivo y un lugar al cual volver... es como nuestra madre.

-Una madre haría todo menos manipular a sus hijos... Mi diosa es el perfecto ejemplo; ella prefiere nuestra felicidad incluso antes que la suya -replicó bell, su voz resonando con firmeza.

-Cada madre tiene una forma de amar diferente... No espero que lo entiendas, Bell Cranel -dijo Ottar, esforzándose por mantenerse erguido.

Bell lo miró, sintiendo el peso de sus palabras.

¿esta mal querer ser el padre de un bebe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora