reprimenda

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Después de aquel desastre que había sacudido los cimientos de su mundo, Bell, el primer humano que había sido reconocido como un dios por los mortales, se encontraba de rodillas, con una expresión nerviosa en su rostro. Sus manos temblaban ligeramente mientras miraba a su alrededor, consciente de la gravedad de la situación.

Sí, aunque muchos no lo crean, este joven había sido el mismo que humilló a los ejecutivos y al capitán de la formidable familia Freya. Muchos lo habían temido, y su nombre resonaba en los murmullos de la gente como un eco de vulnerabilidad y poder. Sin embargo, en ese momento, no quedaba rastro de aquel temido ser. Solo había un chico asustado, que parecía haber perdido toda su bravura y arrogancia.

—¿Me dejarían...?

—Cállate... —respondió Hestia, su voz firme y llena de desdén.

Bell guardó silencio de inmediato ante las palabras de su diosa, quien en ese instante lo miraba con una expresión de pocos amigos. ¿La razón de su repentina severidad? Detrás de Bell, una pequeña niña buscaba refugio, escondiéndose como si fuese un pequeño animal asustado. Era Ignis, que ahora era conocida como Reiha, y la misma Freya, famosa por su gran poder, se encontraba oculta de la misma manera que la niña.

—A ver... Primero que nada, ¿quién es la niña y por qué se parece tanto a ti y a Freya? —preguntó Hestia, su curiosidad evidente.

Las palabras de Hestia eran ciertas: Ignis compartía rasgos con ambos, aunque su cabello era de un blanco puro. Si prestabas atención, podrías notar que su cabello tenía más similitud con el plateado de la diosa Freya. La atmósfera se tornó tensa, y Bell podía sentir cómo el peso de las miradas se posaba sobre él.

—Bell-dono, usted prometió ser fiel a Haruhime-dono —intervino Mikoto, lanzándole una mirada de reproche.

—Pero lo soy... —respondió Bell, tratando de mantener la calma.

—Entonces, ¿quién es la niña? Y ¿por qué te dijo "papá"? —Hestia insistió, su tono cada vez más inquisitivo.

Bell miró a Ignis, su mente agitada por la verdad que sabía que debía ocultar. Podría ser honesto y contarles todo sobre el origen de Ignis, quien era un espíritu mucho más antiguo que los mismos dioses. Pero no lo haría. Había prometido lealtad a Ignis y revelar su secreto podría hacer que ella lo abandonara, un pensamiento que le resultaba insoportable.

—Sé que no es convincente, pero Reiha es alguien que tiene una relación especial conmigo, aunque no es como piensan... Ella es como... ¿una hija? —dijo, sintiéndose a sí mismo cavar su propia tumba con cada palabra, pero dispuesto a proteger a Ignis a toda costa.

A sus espaldas, Ignis se quedó sin palabras, confundida por lo que había escuchado. ¿Él la había protegido? ¿Por qué había decidido hacer eso por ella? Su corazón se llenó de una calidez que nunca había sentido antes, una sensación que no era el fuego ardiente que siempre la acompañaba, sino algo completamente diferente. Se sintió segura, como si estuviera envuelta en un manto de protección.

Sin poder contenerse, recargó su frente en la espalda del albino, y una sonrisa tonta apareció en sus labios, una expresión de alegría pura que contrastaba con el ambiente tenso que los rodeaba.

—Jejeje. —Rió alegremente, un sonido que resonó en la sala, ligero y despreocupado.

Haruhime, que había estado observando la escena con atención, notó un cambio en la atmósfera. Aunque la tensión seguía palpable, un atisbo de esperanza comenzó a germinar en su corazón. El desconcierto que había sentido al ver a Bell arrodillado, rodeado de deidades y una niña, parecía desvanecerse lentamente.

¿esta mal querer ser el padre de un bebe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora