el final del arco

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Ignis se quedó sin palabras, pero no había rastro de miedo en su semblante... más bien, estaba sonriendo. Ignis estaba extasiada por lo que estaba observando.

Esto era perfecto, más que perfecto para ella. Bell Cranel había crecido más rápido de lo que ella había imaginado; la imagen que proyectaba era la que había buscado durante años, la de alguien que podría traer el caos al mundo.

Pero había un problema... Haruhime, esa mujer lo retenía. Todo esto había surgido debido a la creencia de que Haruhime estaba muerta, pero ella estaba segura de que, en cuanto Bell supiera que estaba viva, su ira se apaciguaría.

-¿Qué podría hacer yo para que eso no pase?- se preguntó Ignis, sintiendo una mezcla de urgencia y frustración. Podría matarla, pero algo en su interior le gritaba que no lo hiciera, que perdería más de lo que ganaría. Entonces, ¿qué podría hacer para recuperar lo que una vez había perdido?

Sus pensamientos fueron interrumpidos al ver cómo Haruhime, que hacía nada estaba inconsciente, comenzaba a levantarse. Ignis se sorprendió; la mujer parecía tranquila. ¿Cómo podía estarlo? Literalmente, había un choque de titanes frente a ella.

Pero fue en ese momento cuando lo notó: la mujer miraba solamente al albino, quien, a este punto, ya estaba a punto de acabar con la vida de Ottar y Allen.

La mirada de Haruhime estaba llena de determinación, como si supiera que su presencia podía cambiar el rumbo de la batalla. Ignis sintió una punzada de inquietud. ¿Podría la calma de Haruhime desviar el caos que Bell había desatado? No quería eso, pero se resignó a dejar que todo ocurriera bajo el mando del destino.

Por otro lado, la batalla que antes estaba en su punto más álgido ahora había llegado a su fin; Bell ya no tenía rival, al menos no por el momento.

Sus colas de fuego se tensaron, acercándose a Ottar, la punta afilada de una de ellas se posicionó sobre su pecho, justo donde su corazón latía con desesperación.

-Quiero que escuches esto: después de matarte, Freya será la siguiente. Pero antes de acabar con ella, la haré pasar por todo el dolor que un día provocó...

-N-no te atrevas -respondió Ottar, sus ojos, manchados de sangre, se aferraron a la mirada de Bell. Intentó levantarse, pero una de las colas de fuego lo envolvió desde la cintura y, sin piedad alguna, lo estrelló contra el suelo. Ottar escupió sangre al impactar.

Los ojos vacíos de Bell lo miraron con frialdad.

-¿te crees con el derecho de ordenarme algo? -dijo Bell, su voz resonando como un eco en el aire cargado de tensión-Sabes, ya viene siendo hora de terminar esto... Te mataré. Pero ten seguro algo: nos veremos después, en el infierno.

Con esas palabras, Bell levantó la mano, listo para calcinar a Ottar, pero...

-Bell... no es bueno dejarse llevar por la ira y el enojo...

La voz suave y firme de Haruhime lo alcanzó, tomando con cariño su mano. Bell, sorprendido, miró a su lado. Haruhime estaba de pie; sí, había sangre en su cabeza, pero no parecía herida, solo fatigada. Al verla, las colas de fuego se desvanecieron de inmediato, y la armadura de fuego se esfumó en un humo negro, dejando atrás un aire de tristeza.

Lágrimas comenzaron a caer de los ojos de Bell, una mezcla de alivio y culpa. Sin perder tiempo, se lanzó a abrazar a Haruhime, sintiendo su calor y la suavidad de su presencia. En ese abrazo, el caos de la batalla se desvaneció, dejando solo el eco de su conexión, un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay luz.

-Haruhime... -murmuró Bell, su voz temblando-. estas aqui... ¿verdad?

-Estoy aquí -respondió ella, envolviéndolo con sus brazos, sintiendo la carga de su dolor y la lucha interna que aún lo atormentaba.

¿esta mal querer ser el padre de un bebe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora