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Shoto llegó a la casa familiar en una tarde tranquila. Había planeado pasar las vacaciones con su familia, y aunque sabía que todos llegarían más tarde, decidió adelantar su llegada para disfrutar del ambiente acogedor del hogar. El silencio en la casa le resultaba reconfortante; el lugar parecía más grande sin las risas y conversaciones que solían llenarla.

Sin embargo, en lugar de sentarse a esperar, algo en él lo impulsó a hacer algo distinto. Con calma, caminó hacia la cocina, revisando los ingredientes que había en la despensa. Se detuvo un momento, mirando el espacio que, hasta donde recordaba, había sido siempre dominio de Fuyumi y Rei. Después de un rato de pensar, se decidió: cocinaría algo para sorprender a su familia.

El sonido del cuchillo sobre la tabla de cortar y el aceite chisporroteando en la sartén rompían la serenidad de la casa. Shoto no se apresuraba. Cada movimiento era preciso, casi como si fuera una coreografía ensayada. Sabía exactamente qué hacer, pero no pensaba en explicaciones. Simplemente se concentraba en preparar algo que pudieran disfrutar juntos. Para cuando terminó, la comida estaba lista, y él tenía un plato servido frente a él. Decidió comenzar a cenar solo, sin esperar a que los demás llegaran. Se acomodó en la mesa y comenzó a comer, disfrutando de la tranquilidad.

Pasaron unos minutos cuando, de repente, la puerta principal se abrió. El bullicio habitual de su familia llenó el aire, sus voces riendo y conversando mientras entraban en la casa.

— ¡Shoto, ya llegamos! —se escuchó la voz de Fuyumi resonar desde la entrada.

— ¿Dónde está? —añadió Natsuo, buscando a su hermano menor con la mirada mientras Rei y Enji se despojaban de sus abrigos.

Keigo, quien llegó con Enji, cerró la puerta detrás de todos y se adelantó, notando algo inusual al entrar al comedor.

— Espera... ¿Shoto está... cenando? —preguntó, perplejo, mientras se detenía en seco.

Los demás lo siguieron rápidamente. Touya y Tomura fueron los primeros en llegar al comedor, y sus rostros mostraban una mezcla de confusión y sorpresa al ver a Shoto sentado tranquilamente en la mesa, con un plato frente a él.

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó Touya, incrédulo—. No me digas que… ¿cocinaste eso?

Shoto levantó la vista lentamente, con una expresión tranquila, como si lo que estaba haciendo no fuera nada fuera de lo común.

— Sí. ¿Quieren un poco? —respondió, señalando hacia la cocina donde aún quedaba más comida lista.

Hubo un momento de absoluto silencio. Todos intercambiaron miradas, tratando de procesar lo que veían. Natsuo fue el siguiente en hablar, con los ojos bien abiertos.

— ¡¿Tú cocinaste?! ¿Cuándo aprendiste a hacer esto? —preguntó, avanzando hacia la mesa y mirando el plato con incredulidad.

Keigo, quien rara vez se quedaba sin palabras, solo pudo reír mientras se pasaba una mano por el cabello.

— Esto es... inesperado, por decir lo menos. ¿Desde cuándo cocinas, Shoto? —dijo, aún sonriendo, mientras se acercaba al comedor con Rei y Enji detrás de él.

Fuyumi se acercó lentamente, observando la comida como si no pudiera creer lo que veía.

— Siempre pensé que no te gustaba la cocina. Jamás te vi acercarte siquiera a una sartén —dijo, entrecerrando los ojos mientras inspeccionaba el plato que Shoto había preparado.

Rei, por su parte, se inclinó hacia él, observándolo con una mezcla de sorpresa y orgullo.

— Sabía que tenías habilidades ocultas, pero esto... —murmuró, sentándose a su lado mientras miraba la comida—. Estoy muy curiosa por probar lo que has hecho.

Tomura, que se había mantenido en silencio, se acercó también, lanzándole una mirada a Touya antes de centrarse en Shoto. Era raro verlo sonreír, pero en ese momento, sus labios se curvaron apenas.

— Esto sí que es una sorpresa —dijo con una voz baja, pero cargada de un afecto que solo Shoto parecía captar—. No pensé que fueras capaz de hacer algo así.

Touya se echó a reír, todavía incrédulo.

— ¡No puedo creerlo! Te hemos subestimado todos estos años, Shoto. Pensábamos que no sabías ni hervir agua, y resulta que sabes cocinar como un chef —dijo, acercándose a la mesa para servirse lo que quedaba.

Enji, quien había observado todo desde la puerta, no pudo evitar sonreír con orgullo. Sabía que su hijo menor siempre había sido sorprendente de muchas maneras, pero esto era algo nuevo incluso para él.

— Nunca dejas de sorprenderme —comentó Enji mientras se acercaba a la mesa—. Parece que todos hemos estado equivocados.

Natsuo ya estaba sirviéndose una porción, aún sin poder quitarse la expresión de asombro.

— Honestamente, pensé que tendríamos que sobrevivir a base de comida para llevar cuando llegáramos, pero esto... —tomó un bocado y sus ojos se abrieron de par en par—. ¡Está increíble!

Fuyumi probó también un poco, asintiendo en silencio mientras lo hacía.

— No solo cocinaste, sino que lo hiciste bien —dijo con una sonrisa sincera—. Estoy impresionada.

Keigo se sirvió una porción después de Natsuo, todavía riéndose por la sorpresa. Mientras tanto, Rei miraba a Shoto con ojos brillantes de orgullo.

— Tienes que enseñarme cómo lo hiciste —dijo Rei con una sonrisa—. O tal vez... no. Prefiero que sigas siendo el que nos sorprenda en la cocina.

Shoto solo se encogió de hombros mientras terminaba su plato. No sentía la necesidad de explicar nada, simplemente disfrutaba el momento. La sorpresa de su familia, las risas, la incredulidad... todo hacía que aquella tarde fuera aún más especial. Era raro que todos se quedaran sin palabras, y mucho menos por algo tan simple como una comida casera. Pero en ese momento, no importaba lo que Shoto hubiera hecho o no antes. Lo importante era que estaban juntos, disfrutando de algo inesperado, y eso lo hacía perfecto.

Mientras la conversación volvía a fluir en la mesa, todos compartiendo historias de las últimas semanas, Shoto observaba a su alrededor con una ligera sonrisa en el rostro. Sabía que la noche apenas comenzaba, y con su familia reunida, cada momento sería mejor que el anterior.

Intruso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora