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Era un día soleado de primavera en la ciudad de Musutafu, y en la casa de los Todoroki, la emoción flotaba en el aire. A sus nueve años, Touya Todoroki no podía dejar de saltar de felicidad al escuchar la noticia que cambiaría su vida. Su madre, Rei, se había acercado a él con una sonrisa radiante que iluminaba su rostro delicado, mientras que su padre, Enji, se encontraba en la cocina, trabajando en una serie de experimentos para mejorar su quirk.

—Touya, querido, —dijo Rei, sentándose a su lado—, tengo algo muy importante que contarte.

—¿Qué es, mamá? —preguntó el niño, incapaz de contener su entusiasmo.

—Vas a tener un nuevo hermano. —La voz de Rei estaba llena de alegría, pero también había un ligero temblor de nervios.

Touya se quedó inmóvil por un momento, procesando la información. La idea de tener un hermano pequeño le parecía emocionante, aunque en su mente de niño, había una pequeña chispa de preocupación. ¿Sería tan especial como él? ¿Le querrían tanto?

—¡Un hermano! —gritó Touya, lanzándose hacia su madre y abrazándola con fuerza—. ¡No puedo esperar a conocerlo!

Mientras tanto, Fuyumi, que había estado jugando con muñecas en la sala, se acercó con sus grandes ojos curiosos.

—¿Qué pasa? —preguntó, intrigada.

—Vamos a tener otro hermano pequeño. —Touya sonrió de oreja a oreja.

—¿Un hermanito o una hermanita? —interrogó Natsuo, que solo tenía cuatro años y a menudo seguía a su hermano mayor como una sombra.

—No lo sabemos todavía, pero será su responsabilidad cuidar de él—respondió Rei con una sonrisa. El ambiente en casa era alegre, pero había una tensión que solo Enji podía sentir en el aire.

Los meses pasaron, y la llegada de Shoto fue un evento que unió a la familia en torno a una nueva esperanza. La casa, normalmente llena de ruido, parecía cobrar vida con la pequeña figura que ocupaba el centro de atención. En el día en que Shoto llegó al mundo, Touya, Fuyumi y Natsuo esperaban ansiosos en la sala del hospital.

Cuando finalmente vieron a su madre sosteniendo al pequeño en sus brazos, los ojos de Touya se llenaron de admiración. El bebé tenía un cabello bicolor que lo hacía único, y desde el primer momento, Touya decidió que haría todo lo posible para protegerlo.

—Mira, es nuestro hermano —dijo Fuyumi, mientras acariciaba suavemente la cabecita de Shoto.

—Sí, y se va a llamar Shoto. —Touya le sonrió a su madre, su corazón rebosante de orgullo.

A medida que Shoto crecía, Touya asumió el papel de protector. En la casa, los niños jugaban felices, pero no podían evitar notar las tensiones entre sus padres. Las discusiones, aunque no eran agresivas, se convirtieron en parte del paisaje familiar. Touya y Fuyumi se intercambiaban miradas preocupadas cada vez que escuchaban elevarse las voces de Enji y Rei.

—Touya, ¿por qué pelean? —preguntó Fuyumi una noche, mientras todos intentaban dormir.

—No lo sé. Tal vez solo están cansados. —Touya sonrió, intentando tranquilizar a su hermana, aunque en el fondo sabía que no era del todo cierto.

Enji, por su parte, trataba de consolar a los niños. Después de una discusión con Rei, se aseguraba de llevar a Touya y a Natsuo a la tienda de juguetes, comprándoles pequeños regalos para distraerlos y hacerles sentir que todo estaba bien. A veces, se detenían a comer helado, y Enji les decía que era una "noche de chicos". Aunque los niños sonreían y se divertían, a menudo miraban a su padre con preocupación, preguntándose si todo estaba bien en casa.

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