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La noche había caído sobre la casa Todoroki, y el ambiente familiar estaba lleno de una calma inusual. Shoto estaba sentado en la sala, relajado con una taza de té caliente entre sus manos. Había llegado hace poco después de pasar el día con sus amigos, y ese momento de tranquilidad con su madre era más que bienvenido. Rei entró en la sala desde la cocina, cargando una bandeja con más té. A pesar del divorcio entre ella y Enji, su relación se había vuelto más amistosa con los años, y eso era un alivio para Shoto y sus hermanos.

—Aquí tienes, Shoto —dijo Rei mientras colocaba la bandeja sobre la mesa y tomaba asiento junto a él.

Shoto aceptó el té con una pequeña sonrisa y se acomodó mejor en el sillón. A pesar de los años, siempre había algo reconfortante en esos momentos con su madre, como si el tiempo se detuviera solo para ellos dos.

Rei lo observó en silencio durante unos momentos, y su mirada no tardó en posarse sobre la cicatriz que adornaba el lado izquierdo del rostro de Shoto, esa marca alrededor de su ojo que había sido parte de él por tanto tiempo.

—A veces me parece increíble cómo el tiempo ha pasado —murmuró Rei suavemente—. Esa cicatriz siempre me recuerda lo pequeños que eran tú y Touya en aquel entonces.

Shoto, que ya sabía por dónde iba la conversación, dejó escapar una leve risa. Era una historia que, con los años, se había vuelto más una anécdota graciosa que un recuerdo doloroso.

—Lo recuerdo bien —dijo él, mirándola de reojo—. Pero creo que tú lo recuerdas mejor que yo, mamá.

Rei sonrió mientras llevaba la taza de té a sus labios, asintiendo con la cabeza. Ella recordaba cada detalle, y cómo no hacerlo, si ese día había estado a solo unos pasos de la cocina cuando todo ocurrió.

—Claro que lo recuerdo —comenzó Rei, mientras sus ojos volvían a viajar al pasado—. Tú y Touya estaban jugando en la cocina. Enji y yo estábamos preparando la cena. Era una de esas tardes donde todos estaban en casa, y tú eras un niño tan inquieto.

Shoto escuchaba con atención, recordando vagamente cómo había sido ese día. Sabía que Touya había tenido algo que ver, pero era su madre quien siempre contaba la historia con más claridad.

—Touya había insistido en que podía ayudarme con la cena —continuó Rei, con una pequeña sonrisa nostálgica—. Era de esos días en los que no aceptaba un no por respuesta, y tú, por supuesto, estabas pegado a él como su pequeña sombra. Ambos querían hacer todo lo que yo hacía.

Shoto asintió, divertido por la imagen. Siempre había seguido a Touya a todas partes cuando era pequeño, queriendo hacer todo lo que él hacía.

—Yo estaba en la otra habitación cuando ocurrió —dijo Shoto, recordando una parte—. Creo que fue cuando Touya intentó alcanzar una olla.

Rei dejó escapar una leve risa y asintió con la cabeza.

—Sí, exactamente. Touya estaba parado en un taburete, tratando de alcanzar una olla de agua hirviendo que había dejado en la estufa para hacer sopa. Fue un segundo, pero cuando estiró la mano, el mango de la olla se inclinó... y el agua cayó.

Shoto dejó su taza sobre la mesa y se frotó la frente, recordando cómo el agua caliente había caído sobre su rostro. Era un recuerdo borroso, pero la sensación de calor y sorpresa seguía siendo vívida.

—Nunca me moví a tiempo —dijo Shoto con una leve sonrisa, más divertida que triste—. Estaba justo al lado de Touya y simplemente me quedé paralizado.

Rei lo miró con ojos comprensivos, recordando la desesperación de ese momento.

—Recuerdo que escuché el ruido de la olla cayendo, y luego el grito de Touya. Corrí hacia la cocina tan rápido como pude, y ahí estabas tú, con el agua hirviendo goteando por tu rostro.

Shoto observó a su madre mientras ella hablaba. La preocupación en su voz había desaparecido con los años, pero en ese momento había sido intensa.

—Enji entró justo detrás de mí —continuó Rei—. Él te levantó en brazos tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de reaccionar. Te llevó directo al baño y empezó a correr agua fría sobre tu rostro.

Shoto soltó una pequeña risa.

—Sí, papá estaba más asustado de lo que parecía. Lo recuerdo.

Rei sonrió, asintiendo mientras dejaba su taza a un lado.

—Tu padre no lo admitirá, pero estaba aterrorizado. No sabía qué hacer, así que solo seguía corriendo agua fría sobre ti, intentando calmarte. Mientras tanto, Touya estaba llorando en la esquina, pensando que había sido su culpa.

Shoto suspiró, recordando esa parte con más claridad. Touya había estado devastado, llorando sin parar mientras Enji trataba de mantener la calma y Rei preparaba todo para llevarlo al hospital.

—Al final, no fue tan grave como parecía —dijo Shoto—. Solo una pequeña quemadura, pero dejó esta cicatriz.

Rei lo miró con dulzura y estiró una mano para tocar suavemente el lado izquierdo de su rostro, justo donde estaba la cicatriz.

—Es una marca que siempre me recuerda lo fuerte que fuiste ese día —dijo con cariño—. No lloraste ni te quejaste, y eso fue lo que más me sorprendió. Siempre has sido tan valiente, Shoto.

Shoto sonrió, sintiendo el calor en las palabras de su madre. Aunque la cicatriz había sido un accidente, siempre la había visto como un símbolo de su infancia, de los lazos familiares y de los cuidados de sus padres.

—¿Y Touya? —preguntó Shoto, recordando lo culpable que había estado su hermano—. ¿Cómo lo tranquilizaste?

Rei dejó escapar una risa suave y negó con la cabeza.

—Pasé toda la noche tratando de calmarlo. Decía que todo era su culpa y que no merecía jugar contigo. Al final, Enji y yo tuvimos que convencerlo de que los accidentes pasan, y que lo importante es que estabas bien.

Shoto dejó escapar una risa nostálgica. Su hermano mayor siempre había sido protector con él, y esa era una de las razones por las que ambos tenían un vínculo tan fuerte.

—¿Papá también estuvo preocupado? —preguntó Shoto.

Rei asintió.

—Más de lo que crees. Esa noche no se separó de ti ni un segundo. Te quedaste dormido en el sofá después de volver del hospital, y él se quedó sentado a tu lado, vigilándote.

Shoto se sorprendió un poco al escuchar eso. Aunque sabía que su padre lo amaba, Enji no era del tipo que expresara sus emociones fácilmente.

—Creo que me acuerdo de eso —dijo Shoto en voz baja—. Me desperté en medio de la noche y vi a papá dormido en el sillón al lado mío.

Rei sonrió, confirmando sus recuerdos.

—Sí, tu padre estaba agotado, pero no quería dejarte solo. Fue uno de esos momentos en los que vi lo mucho que te ama, aunque no siempre lo demuestre.

Shoto se recostó en el sofá, mirando el techo mientras recordaba todo con una mezcla de cariño y nostalgia. Esa cicatriz en su rostro, que muchos veían como una marca dolorosa, para él era un recordatorio de su familia, de sus padres y de su infancia.

—Siempre me ha gustado pensar que esa cicatriz es como un recordatorio de lo unidos que estamos —dijo Shoto con una pequeña sonrisa—. Algo que llevo conmigo, pero que nunca me define.

Rei lo miró con orgullo y cariño. A pesar de los años y de todo lo que habían pasado, su hijo había crecido para ser alguien fuerte y equilibrado, alguien que comprendía el valor de la familia por encima de todo.

—Eso es exactamente lo que es —dijo ella suavemente—. Y siempre estaré aquí para ti, Shoto. No importa lo que pase.

Shoto asintió, cerrando los ojos por un momento mientras disfrutaba de la calma que solo su madre podía ofrecerle. Era en esos momentos en los que se sentía más en paz, rodeado de amor y cuidado, con la certeza de que siempre tendría a su familia a su lado.

Intruso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora