Paula Beck.
Comienzo a trazar en mi lienzo las facciones de Sebastian. Su mirada es seductora. Su rostro perfecto, aunque me cueste admitirlo.
Plasmo la manera en que su mandíbula se tensa en mi lienzo. Su mirada poderosa. Me encargo también de marcar bien sus manos, con sus dedos alrededor de su vaso de licor.
Remarco su torso, y detallo las marcas de su pecho, con esa pequeña apertura de botones de su camisa de oficina.
Trazo su cabello rebelde, libre.
—¿Así estoy bien?—pregunta, sin mover un solo músculo o parte de su cuerpo.
—Si—respondo—está perfecto.
Noto su mirada en mis piernas. Solo espero que no note la manera en que las siento temblar ante su mirada.—Llevará algo de tiempo terminar el cuadro—menciono, aclarando mi garganta—pero ya tengo los detalles que necesitaba, así que ya puedes moverte.
Se levanta del sillón de piel del que estaba recargado y sirve una copa de vino para mí.
—La artista también se merece un trago—menciona, extendiendo su mano para colocar la copa entre mis manos.
—Gracias—menciono. Tomo la copa y bebo lentamente.
Regresa al borde de la cama y relaja su cuerpo, entrecierra los ojos y me observa con cautela.
—¿Qué sucede?—pregunto, confundida.
—Nada... tan solo analizo.
—¿Qué cosa?—río.
—Que tú también estarías perfecta en un cuadro.
—No digas tonterías—río.
—No es ninguna tontería, si tuviese las habilidades artísticas que tienes tú, no dudaría en plasmarte en un cuadro. Pero... yo si aprecio la anatomía del cuerpo al natural.
Ruedo los ojos, y ríe ante mi reacción.
—Pero me quedaré con las ganas, no soy bueno en eso, y siendo sincero tampoco dejaría que otro tipo te pintara desnuda.
—¿Y si me enamoro de un pintor?—pregunto, para retarlo.
—Eso no pasará...
—¿Y por qué no? Nos quedan pocos meses juntos. Cuando cada quien tenga su libertad podremos buscar el verdadero amor. En una de esas puede que el mío sea un pintor. Y sin dudarlo posaría para él. Sería todo con fines artísticos—lo reto—yo aceptaría posar—miento.
—¿De verdad?—pregunta, levantando ambas cejas.
—Por supuesto—respondo—es una simple pintura. No tiene nada de malo. Las mejores obras son al desnudo, ¿sabes?
—Entonces yo me encargaría de comprar semejante obra de arte.
Rasca su barbilla, y esta vez no puedo descifrar lo que está pensando. Sin embargo, siento su mirada mucho más pesada, bebo el líquido de mi copa hasta dejarla vacía.
—¿Más vino?—pregunta, levantándose de la cama.
Niego con la cabeza, sin embargo se pone de pie para servirse un trago más.
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"El caos que somos"
RomancePaula Beck, secretaria de Sebastian Morelli, un importante y gruñón empresario. Quien además de ser egocéntrico es ambicioso, y con el objetivo de agrandar su fortuna debe contraer matrimonio lo antes posible y permanecer casado por lo menos seis me...