Capítulo 10

329 25 20
                                    


JUANJO

Intento llegar lo antes posible a clase, sentarme atrás del todo y evitar a toda costa a Mario y sus amigos.

Parece que la vida está en mi contra, ya que nada más cruzar la puerta, veo a todo el grupo sentado por el centro de la sala.

Los asientos están distribuidos de manera escalonada en forma de gradas, por lo que debo subir escalones para llegar al final del aula.

Mario, quien está sentado al lado del pequeño pasillo de escaleras, interpone un pie en esta sin yo darme cuenta, haciéndome tropezar. Pierdo el equilibrio, sintiendo cómo mis pies se deslizan y casi caigo de bruces.

- ¡Cuidado! Que casi te caes - se ríe Mario, mientras sus amigos estallan en carcajadas. Sus palabras están llenas de sarcasmo, pero el eco de su risa es lo que más duele.

Me detengo, mis mejillas arden de vergüenza. Me enderezo rápidamente, tratando de recuperar la compostura, aunque mi corazón late con fuerza.

- No es gracioso, Mario - respondo, tratando de mantener la voz firme, aunque sé que mis palabras apenas llegan a ser un murmullo.

- ¿Qué has dicho? - pregunta Mario, acercándose un poco más, la burla reflejada en sus ojos - no te escucho con esa voz de ratón que tienes.

Mario siempre encuentra la manera de hacerme sentir pequeño. El resto del grupo lo anima, haciéndome sentir que soy el centro de un espectáculo, y eso me llena de rabia y frustración.

- Eres un idiota - mascullo, intentando subir los escalones más rápido, sintiendo el peso de las risas en mi espalda.

- ¡Oh, el ratón habla! - grita Mario, mientras me sigue, aumentando su acoso - ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a llorar?

Siento mi corazón acelerarse, como si estuviera al borde de una caída libre. Mis piernas tiemblan, pero no puedo dar marcha atrás ahora. Sé que si no hago algo, seguiré siendo el blanco de Mario para siempre. Tomo aire, aunque mi respiración es temblorosa, y doy un paso adelante.

- Mario... - mi voz apenas sale, casi un susurro. Siento la garganta seca y la piel de mi rostro ardiendo.

Mario me mira con sorpresa, como si no pudiera creer que me hubiese osado siquiera dirigirme a él. Da un paso hacia adelante, acortando la distancia entre ambos, sin perder la sonrisa desdeñosa.

- ¿Qué has dicho? - Mario inclina la cabeza, fingiendo no haber escuchado. Sus amigos sueltan risas nerviosas, expectantes.

Todo mi cuerpo dice que me diera la vuelta y saliera corriendo, pero algo me mantenía allí, plantado, aunque no sé cuánto tiempo podré resistir.

- He dicho... - intento otra vez, esta vez forzando las palabras, aunque siento cómo se me quiebra la voz - he dicho que ya basta.

El silencio que sigue es tan pesado que siento que el latido de mi corazón se escucha por todo el pasillo. Los ojos de Mario se estrechan, y aunque parece desconcertado por un momento, enseguida vuelve a su tono habitual.

- ¿Basta de qué? - se burla Mario, dándome un pequeño empujón en el pecho, lo suficientemente fuerte como para desestabilizarme.

Noto como algunos estudiantes entran a la clase, pero todos parecen distraídos o, peor aún, divertidos por la escena.

Doy un paso atrás, tambaleándome. Siento cómo las piernas casi no me responden. Por un segundo, pienso en darme por vencido, dejar que todo siguiera como siempre. Pero entonces, recuerdo todas las veces que había regresado a la habitación con la cabeza baja, las veces que había fingido no escuchar las burlas. Ese empujón es todo lo que he soportado por tanto tiempo, y estoy harto.

Mario lleva dos años de carrera jodiéndome la vida, y no pienso aguantar un tercero.

Al venir a la universidad pensé que todo cambiaría, que esos comentarios finalmente iban a finalizar, pero estaba totalmente equivocado.

El primer día de universidad, crucé la puerta y no podía creer quien estaba en la clase.

Estaba David, uno de los que se supone que era mi mejor amigo en Magallón, el que empezó con los comentarios ofensivos hacia mi.

Él le contó a Mario y al grupo sobre mi orientación sexual, y no tardaron en burlarse de mi cada vez que me veían.

Durante los veranos es todo calma, Mario está solo en la residencia, por lo que no se atreve a decirme nada. Solo lo hace cuando sus amigos se encuentran delante, como si tuviese que demostrarles algo.

- De... de ti - logro decir finalmente. Mis manos están sudorosas, mi boca seca, y apenas puedo controlar el temblor en mi cuerpo - no vas a seguir... haciéndome esto.

Mario suelta una carcajada, seguida por las risas de su grupo. Siento cómo la vergüenza me quema por dentro, pero, sorprendentemente, no doy un paso atrás esta vez. Aunque mi respiración es irregular y siento que las piernas me van a fallar, algo en mi se mantiene firme. No sé si es valor o pura desesperación.

- ¿Ah, sí? ¿Y qué vas a hacer, Juanjo? - pregunta Mario, acercándose tanto que puedo sentir su aliento en la cara - eres un perdedor, todos lo saben.

Las palabras me golpean con fuerza. A pesar de todo, sigo aquí, clavado en el suelo. No hay nada heroico en mi postura, ni palabras ingeniosas que pueda decir. Solo estoy aquí, de pie, luchando por no romperme. Y aunque por dentro sigo dudando de mí mismo, el simple hecho de no haberme retirado ya era una victoria pequeña.

Finalmente, Mario resopla con desdén y se aparta, murmurando algo entre dientes. Da media vuelta, sentándose de nuevo con su grupo, sin decir nada más.

Todavía estoy asustado, todavía dudo de mí mismo. Pero lo he hecho. He dicho basta. Tal vez eso no es suficiente para detener a Mario para siempre, pero en este momento, ha sido suficiente para mi.

Y por primera vez en mucho tiempo, cuando subo el siguiente escalón, no lo hago con miedo.

Me dejo caer en un banco, con el pecho agitado y la mente llena de pensamientos oscuros. ¿Por qué tenía que ser siempre así? ¿Cuándo aprenderá Mario a dejarme en paz?

MARTIN

El primer día de clases ha resultado ser mejor de lo que esperaba. Estaba realmente asustado, pero todo ha ido genial.

Ahora, me encuentro en el comedor con Ruslana, Chiara y Juanjo, aunque hay otos estudiantes revoloteando por nuestro alrededor.

Las chicas explican su primer día, mientras yo las escucho atentamente. Aunque no puedo negar, que por algunos momentos mi mirada se dirige a Juanjo, quien está a mi lado.

Tiene los brazos sobre su regazo, con la cabeza agachada mirando su bandeja llena de comida, totalmente intacta ya que no ha probado bocado.

Aprovecho que las chicas hablan entre ellas, para acercarme a Juanjo.

- ¿Estás bien? - pregunto, haciendo que se asuste.

Parece confundido, como si no entendiera el porqué de mi notable preocupación.

- Si... - su voz suena como un susurro.

Esperaba algún comentario despectivo, pero parece tan cansado que no tiene ganas ni para eso.

- ¿Y ya? ¿No me vas a decir que me calle ni me vas a insultar? - intento bromear.

- Hoy no estoy de humor, Martin - y no lo pongo en duda.

Asiento con la cabeza, entendiendo que lo último que quiere hacer es hablar.

- Bueno, si alguna vez necesitas hablar, aquí estoy.

Sin esperar una respuesta por su parte, vuelvo a unirme a la conversación de las chicas.


llevo tres días escribiendo sin parar, quería esperar un poco para subir este cap, pero tengo muchísimas ganas de que veáis lo que se viene... 🤭

mi pobre juanjo :(

espero que os haya gustado <3

whordg

El destino - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora