Capitulo 24

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Los días pasaban y mi cabeza continuaba perdida en un mundo completamente desconocido

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Los días pasaban y mi cabeza continuaba perdida en un mundo completamente desconocido. Sabía que mi nombre era Irina, porque así me llamaba la reina desde el momento en el que había despertado hatada en el calabozo, pero no tenia conocimiento de nada más. Algo dentro me decía que no confiara en nadie dentro de ese palacio. Mi instinto me alertaba de alguna clase de peligro, aunque en mi estado, desconocía por completo lo que pasaba a mi alrededor. Mi lugar seguro se había vuelto el mercado, no había día que no corriera a ese lugar para perderme  lejos de la inseguridad que sentía en aquel enorme palacio.

Servir a la reina no era nada fuera de lo común, levantarme, estar atenta de que recibiera su desayuno, preparar su baño, su vestimenta y asegurarme de que la guardia real estuviera siempre al pendiente de sus movimientos. Era particular la seguridad extrema que a ella le gustaba tener todo el tiempo, como asegurándose de no correr ningún peligro, previniéndose de algún ataque.

Cinco meses pasaron desde que llegué a aquel lugar, desconocido por completo para mi, pero que de alguna extraña manera, se había vuelto mi hogar. Durante todo ese tiempo creí que estaba sola en el mundo, que todo era tal y como Daphne me lo había dicho, sin embargo, la vida tenía escrito mi destino de una forma muy diferente al que la reina hubiese querido.

Mientras caminaba por el pasillo, llevando una bandeja de frutas a Daphne, desconociendo todo lo que había estado detrás de aquel encierro en ese enorme palacio, una conversación llamó mi atención.

—Madre, ¿crees que Irina podría darse cuenta de quién es en realidad?— preguntó el príncipe Roderic, hijo de Daphne, a quien ella mantenía en un completo misterio, pues poco le permitía rondar el palacio sin guardia alguna— ¿puede enterarse de quién es ella en realidad? —cuestionaba, mientras yo tras la puerta escuchaba atenta todo

—no tendría por qué hacerlo, todos en este reino están bajo mi dominio, nadie puede decir una sola palabra sin que yo me entere, no hay forma posible en la que ella pueda recuperar la vida que yo le robé

su confesión hizo que mi corazón y mi cabeza dieran un vuelco, todo parecía mucho más confuso y el temor que pensé, había desaparecido con los días, nuevamente se instaló en mi, ahora tenía la certeza de que no estaba a salvo en ese lugar, siempre corrí peligro, mi vida siempre estuvo en juego ¿pero por qué?, no lograba comprender la razón por la cual esa mujer había decidido robarme la vida que una vez fue mía, tampoco recordaba cual había sido esa vida, pero una cosa era cierta, y era que no podía quedarme un minuto más en ese lugar, necesitaba correr y esconderme, aunque todo el reino estuviese manipulado por esa mujer, alguien con buen corazón debía quedar refugiado en algún rincón.

—¿a dónde vas Irina?— preguntó una de las empleadas de la mansión mientras me veía salir caminando de prisa con la bandeja de frutas en mis manos—

—Por favor encárgate de llevar esto a la reina— pedí entregándola rápidamente a la mujer— debo ir al merado por más fruta, tal vez pida y se ha acabado— Mentí para poder tener una razón justificable y salir de allí rápidamente

Mientras más rápido intentaba correr alejándome de aquel lugar, más sentía flaquear, el pecho me brincaba, el corazón me palpitaba rápidamente, mi cabeza quería explotar, todo al mi alrededor daba vueltas. Al llegar al mercado, todo pareció empeorar, mis pasos se enredaban y la vista se me ponía pesada, en medio del bullicio intentaba mantenerme en pie, sin embargo mi equilibrio peligraba llevándome de lado a lado y haciéndome chocar con varias personas  

—¿Cuál era mi vida?— me preguntaba mientras el sudor corría por mi frente— ¿por qué me tienen como esclava en ese lugar?

Un sin fin de preguntas sin respuesta daban vueltas en mi cabeza, todas sin respuesta alguna, hasta que en un tambaleo, la vida o el destino me hicieron tropezar con la contesta a cada incógnita.

—¡Su majestad Irina!—dijo un hombre tras de mi, tomando mi brazo en un intento por detenerme

Mis torpes pasos se frenaron en seco y de inmediato, la poca luz que mi vista nublada me permitía ver, desapareció, caí inconsciente sin saber quién había pronunciado mi nombre


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