🥀 Capitulo 6🥀

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La habitación blanca era un lugar de pura desolación. Las paredes, despojadas de cualquier adorno o mobiliario, reflejaban una luz fría y dura que parecía intensificarse en el silencio abrumador. Era un espacio donde el tiempo se distorsionaba, donde los días parecían fusionarse en un ciclo interminable de agonía y soledad. Allí, Nikolái había pasado cuatro largos días, atado a una silla rígida que parecía diseñada para mantenerlo en un estado de alerta constante, pero su mente estaba todo menos alerta.

En el inicio, el encierro fue un abismo silencioso. Las horas transcurrían lentamente, y Nikolai luchaba contra los grilletes de su propia mente. Sin embargo, pronto llegó el primer encuentro con la tortura que le aguardaba. Cuando los guardias finalmente decidieron sacarlo de su prisión, lo arrastraron de vuelta al mundo de la agonía. Lo llevaron a un cuarto distinto, donde la luz fría se transformaba en un foco brillante que iluminaba un cubo de hielo gigantesco. La imagen del cubo, descomunal y amenazante, se quedó grabada en su mente como una premonición de dolor.

La tortura consistía en lo que los carceleros llamaban "el ritual del hielo". Nikolái, desnudo y vulnerable, era colocado en una posición de total impotencia. Las cadenas que lo mantenían sujeto a la silla eran frías, pero su incomodidad física no se comparaba con la humillación psicológica. Sentía el aire helado de la habitación rozar su piel, una advertencia del frío que se avecinaba. A medida que el cubo de hielo se deslizaba hacia su abdomen, el miedo comenzaba a retorcer su estómago.

La primera vez que lo hicieron, un grito desgarrador escapó de sus labios. La sensación del hielo contra su piel era una mezcla de dolor agudo y la lucha por mantener la cordura. Cada vez que el cubo se movía, el hielo se deshacía lentamente, escurriendo su fría esencia sobre su cuerpo. Era un tormento que se repetía a diario, y con cada sesión, la resistencia de Nikolái se iba desvaneciendo.

Los días transcurrieron con una rutina despiadada: lo llevaban a la sala de tortura en horas indeterminadas, donde el ciclo del hielo se repetía. Lo hacían desnudo, no solo para incrementar su vulnerabilidad, sino también para que cada segundo que pasaba se convirtiera en una sensación de despojo total. Después de cada sesión, lo devolvían a la habitación blanca, donde la soledad se convertía en su única compañía.

La mente de Nikolái comenzó a languidecer. En las noches, mientras se aferraba a la tenue esperanza de que todo esto terminaría, a veces se perdía en delirios. Soñaba con el sonido de violines, melodías que lo transportaban a lugares lejanos donde el dolor no existía, donde la vida era colorida y llena de música. Pero esos momentos eran efímeros, desvaneciéndose con el primer rayo de luz que entraba por la rendija de la puerta.

El cuarto día comenzó como los anteriores. Nikolái estaba allí, atado, en una especie de trance. La mente le jugaba trucos, y ya no podía distinguir si el frío que sentía era producto de su entorno o de la falta de calor humano. El día avanzaba sin que nadie hiciera acto de presencia, dejándolo en un estado de incertidumbre que era casi tan doloroso como la tortura misma.

Pero su paciencia fue puesta a prueba una vez más. Al final del día, escuchó el ruido familiar de las bisagras chirriando, un sonido que sabía que significaba que sus captores habían venido a buscarlo de nuevo. Sintió el terror invadirlo, una ola que arrastraba consigo cualquier rayo de esperanza que había logrado aferrarse en su interior. Cuando la puerta se abrió, no fue la luz lo que entró, sino una oscuridad aún más profunda. Los guardias, con su actitud fría y despiadada, se acercaron, agarrándolo sin ceremonias.

"Es hora de jugar", uno de ellos le dijo, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. 

Con facilidad, lo levantaron y lo arrastraron fuera de la habitación blanca. Nikolái, débil y medio ido por la privación y el sufrimiento, apenas podía sostenerse en pie. Los guardias lo llevaron por el pasillo, un camino que ya conocía demasiado bien, pero que cada vez se sentía más lejano.

Ecos del abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora