🥀Capítulo 20🥀

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Otra semana había pasado en un silencio inquietante, un susurro de lo que venía, mientras la celda se llenaba de sombras y murmullos. Dentro de esa prisión mental, Nikolai se encontraba una vez más, abrazado a sus piernas, con su mirada fija en el vacío de la celda, completamente inmerso en su mundo. Su voz, suave pero cargada de una extraña serenidad, rompió el silencio cuando comenzó a tararear, casi como si tratara de calmar las turbulencias dentro de su mente.

Era una melodía vieja, una canción que había escuchado de niño en las calles de algún lugar lejano, y que ahora parecía resonar en su cabeza con una extraña intensidad. No había nada en su entorno que pudiera distraerlo de sus pensamientos, excepto la presencia de Fyodor, quien permanecía inmóvil frente a él, observando cada movimiento con su típica calma inquietante.

Nikolai levantó la vista lentamente, sus ojos ligeramente desorbitados, como si aún estuviera luchando por regresar a la realidad. La expresión en su rostro era enigmática, una mezcla de vulnerabilidad y locura que solo Fyodor podía leer, aunque él no estuviera dispuesto a admitirlo.

—¿Crees... crees que estoy perdiendo la cabeza? —preguntó Nikolai, su voz quebrada, pero cargada de una extraña curiosidad. La pregunta flotó en el aire, pesada y llena de desesperación, como si estuviera buscando una respuesta que no sabía si quería escuchar.

Fyodor lo miró sin decir nada, su rostro una máscara imperturbable, pero su mente trabajaba a una velocidad vertiginosa. La locura de Nikolai no era algo que pudiera ignorar, pero era... su locura, y en cierta forma, eso le pertenecía. Por eso, Fyodor no respondió inmediatamente, sabiendo que cada palabra que dijera podría alejarlo aún más de lo que estaba dispuesto a controlar.

Nikolai volvió a sumirse en el tarareo, como si la pregunta hubiera quedado suspendida en el aire, y se acercó más a Fyodor, arrastrando sus piernas y dejando caer su cuerpo hacia él. No estaba buscando consuelo, sino algo más, algo que Fyodor solo podría dar.

Finalmente, sus ojos se encontraron de nuevo. Los de Fyodor fríos, calculadores, mientras los de Nikolai estaban llenos de algo más salvaje, como una chispa de furia contenida bajo la superficie.

—Lo quiero dos-kun —La voz de Nikolai era baja, casi un susurro, pero cargada con una certeza inquietante. Su cuerpo se acercó peligrosamente al de Fyodor, y sin previo aviso, sus labios se encontraron con los de él en un beso apasionado, lleno de desesperación y fuerza.

Fyodor se tensó al principio, sorprendido por la intensidad del beso, pero en un parpadeo, sus manos se encontraron sujetando la mandíbula de Nikolai, controlando la dirección del beso. La presión aumentó, y Fyodor sintió cómo la lengua de Nikolai invadía su boca con una ferocidad inesperada. Pero no fue suficiente.

Con una rapidez brutal, Nikolai mordió el labio inferior de Fyodor, tirando con fuerza hasta que una gota de sangre apareció, brillando bajo la luz tenue de la celda. La sonrisa de Nikolai se amplió, cruel y sádica, al ver la sangre manchando los labios de Fyodor.

—Quiero hacerte sangrar más, Feyda—La voz de Nikolai estaba cargada de una excitación peligrosa, y sus ojos brillaban con una locura que era imposible de ignorar. Pero Fyodor no se dejó impresionar, al contrario, su mente se aferró al control que aún tenía sobre la situación.

El ambiente, sin embargo, estaba cargado de algo más. No solo el aire denso de la celda, sino una presencia adicional que se filtraba entre ellos. La puerta de la celda se entreabrió, y una figura apareció en el umbral, interrumpiendo el momento con su presencia ominosa. Un aura fría y venenosa llenó la habitación, como una sombra que se arrastraba a través de la puerta.

Dazai estaba allí, de pie en la entrada, con sus ojos fijos en los dos. La expresión en su rostro era una mezcla de ira y frustración, pero lo más inquietante era la energía que emanaba de él. No era el Dazai despreocupado que normalmente se veía; había algo en su mirada, algo que congelaba la sangre de quienes se cruzaban con él. El aire a su alrededor parecía vibrar con una furia contenida que era tan palpable que incluso Fyodor, quien rara vez mostraba emoción, pudo sentir el escalofrío que recorría su espina dorsal.

Ecos del abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora