Fyodor avanzó por el pasillo con una determinación implacable, el eco de sus pasos resonando en la fría y lúgubre instalación. Su abrigo negro se movía con gracia alrededor de su figura, cubriendo la pistola que había metido cuidadosamente en el bolsillo interior. Durante la última semana, había logrado obtener lo que necesitaba, y ahora que todo estaba en su lugar, no podía permitirse perder el control. La situación era demasiado delicada.
Llegó frente a la celda de Sigma, y golpeó la puerta con un estrépito que hizo que el aire se volviera denso. Sigma, que se encontraba dentro, se sobresaltó por el ruido. Abrió la puerta rápidamente, pero al ver a Fyodor, una mezcla de confusión y temor invadió su rostro. Levantó las manos, visiblemente nervioso.
—¿Qué haces aquí, Fyodor? —preguntó, con la voz algo temblorosa, un claro indicio de que algo no iba bien.
Fyodor no dijo nada de inmediato, pero sus ojos brillaban con una intensidad que dejaba claro que algo mucho más grande estaba en marcha. Se acercó con paso firme, cada movimiento calculado con precisión. A pesar de la aparente calma, un aire pesado rodeaba su figura, como si estuviera listo para estallar en cualquier momento.
—No hay tiempo para explicaciones largas —dijo finalmente, su tono cortante. —En tres horas, mi gente vendrá. Te darán un arma. La usarás.
Sigma frunció el ceño, claramente confundido. Las palabras de Fyodor eran directas, pero no tenían sentido para él en ese momento. La tensión en el aire creció.
—¿Pero qué está pasando? —preguntó Sigma, su voz llena de duda, mientras intentaba procesar las palabras de Fyodor. No entendía nada, y eso solo aumentaba su ansiedad.
Fyodor lo miró fijamente, sin una pizca de vacilación. Lo que estaba a punto de decir cambiaría el curso de las cosas, y Sigma tenía que entenderlo, aunque no le gustara.
—Lo que pasó hace unas horas no fue un accidente —dijo Fyodor, su voz aún más baja, pero con una amenaza implícita. —Fue una jugada. Todo lo que has visto, todo lo que hemos estado haciendo, nos ha llevado hasta aquí. Ahora hay que actuar rápido, porque no tenemos tiempo. . Si no haces lo que te digo, si no sigues mis órdenes, todo se vendrá abajo. Y no solo eso, tú y Nikolai morirán. Es simple.
Sigma se quedó en silencio, procesando las palabras de Fyodor. La realidad de la situación lo golpeó con fuerza. Sabía que Fyodor no hablaba a la ligera, pero escuchar que la vida de él y de Nikolai estaba en peligro lo hacía temblar. Los recuerdos de todo lo que había vivido hasta ahora pasaban rápidamente por su mente, pero no había tiempo para dudas. Tenía que actuar.
—¿Qué quieres que haga? —preguntó finalmente, su voz más firme, aunque todavía temblorosa. Sabía que en ese momento, seguir las órdenes de Fyodor era lo único que podía salvarlo a él y a Nikolai.
Fyodor, al escuchar la pregunta, dio un paso hacia él, su presencia tan imponente que Sigma sintió como si el aire se volviera más espeso alrededor de ellos. La mirada de Fyodor se volvió aún más fría, y las palabras que salieron de sus labios eran como un decreto.
—Vas a salvar tu maldito culo. Y el de Nikolai. Si no lo haces, no solo perderás tu vida, también la de él. —La amenaza en la voz de Fyodor era palpable, sin ninguna duda. —Tienes tres horas. Si no sigues mis órdenes al pie de la letra, te aseguro que no habrá piedad.
Sigma, sintiendo el peso de las palabras, comprendió que no tenía otra opción. La figura de Fyodor ante él ya no era solo la de un hombre con poder; era la figura de un líder imparable, alguien dispuesto a hacer lo que fuera necesario para asegurar su victoria. Sigma, por un momento, recordó las veces que había estado con Fyodor, las veces que había observado su calma, su frialdad. Pero esta vez era diferente. Fyodor no estaba bromeando.
ESTÁS LEYENDO
Ecos del abismo.
FanficEn un hospital psiquiátrico, donde el silencio se ve interrumpido por susurros de dolor y desesperanza. Nikolai Gogol se encuentra atrapado en su propia mente, internado debido a un comportamiento errático y a recuerdos que amenazan por consumirlo...