Nikolai salió de la enfermería escoltado por dos guardias que lo sostenían sin mucho cuidado, prácticamente arrastrándolo por los pasillos. Sus piernas parecían incapaces de soportar su propio peso, y una oleada de náuseas lo envolvía como una manta asfixiante. Todo su cuerpo ardía, su visión se nublaba, y la cabeza le daba vueltas, pero no estaba seguro si era por la fiebre o por el horror de las últimas palabras susurradas por la enfermera antes de que lo dejaran ir.
Cuando, al fin, lo soltaron dentro de su celda, sus ojos apenas alcanzaron a enfocarse en la figura de Fyodor.
Fyodor, de pie junto a la cama con los brazos cruzados, lo miró con una expresión de impaciencia mezclada con curiosidad. Su voz, baja y penetrante, fue lo primero que rompió el silencio.
—¿La información? —preguntó, como si esperara que Nikolai comenzara a hablar de inmediato, sin importar su estado.
Nikolai intentó responder, sintiendo un nudo en la garganta, y cuando trató de levantar la mano para hacer algún gesto que mostrara que le estaba escuchando, su cuerpo le falló. Lo que en cambio salió fue una tos violenta, profunda, que lo sacudió por completo.
Algo cálido y espeso le subió por la garganta, y al inclinarse un poco, sintió cómo la sangre brotaba de su boca y caía al suelo, extendiéndose en un charco oscuro sobre el piso gris de la celda.
Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Fyodor frunció el ceño, y el brillo frío de sus ojos se endureció aún más mientras lo observaba.
—¿Qué demonios te dieron en la enfermería? —Fyodor preguntó, su tono cargado de una inquietud disfrazada de desaprobación.
Nikolai intentó hablar de nuevo, abrir la boca y explicarle lo que acababa de ocurrir en la enfermería, pero otro espasmo lo interrumpió. La tos surgió una vez más, y otra oleada de sangre salpicó el suelo.
Fyodor se acercó, observándolo con detenimiento, su mirada afilada evaluando cada detalle de su estado. La paciencia se agotaba en sus ojos, pero también era imposible ignorar la sombra de preocupación que asomaba a través de esa máscara indiferente.
—Esto no es algo normal. ¿Qué hiciste, Nikolai? —La voz de Fyodor adquirió una tonalidad peligrosa, pero Nikolai apenas podía oírla. La fiebre, el mareo y el dolor en su pecho lo hacían tambalearse, apoyándose contra la pared para no desplomarse.
Fyodor dejó salir un suspiro pesado, aunque mantenía sus ojos clavados en él con una intensidad helada. Dio un paso más cerca, de modo que su figura oscura se alzaba sobre la tambaleante de Nikolai. No hubo compasión en su mirada, ni siquiera verdadera sorpresa.
Fyodor rara vez dejaba que algo lo sacudiera de verdad, pero Nikolai estaba acostumbrado a eso. Había algo en esa presencia intimidante de Fyodor que lo atraía como un imán, aunque incluso en ese momento lo que más necesitaba era algo más tangible que sus palabras de amenaza.
—Escúpelo de una vez —insistió Fyodor—. ¿Qué sucedió en la enfermería?
Nikolai intentó alzar la cabeza, una sonrisa débil en sus labios teñidos de sangre. Hizo un esfuerzo por componer su voz, aunque cada palabra era un cuchillo desgarrándole la garganta.
—Tal vez... tal vez la enfermera tenía algunos... rencores personales —dijo Nikolai, con voz rasposa y rota, aunque intentaba mantener el tono ligero, casi como si bromease. Sus palabras apenas eran un susurro, y sus ojos se entrecerraron por el dolor.
Pero Fyodor no estaba para juegos. Frunció el ceño, y sus ojos se afilaron.
—¿Qué demonios le dijiste? —Fyodor inquirió, con un tono tan frío que parecía querer congelar el ambiente.
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Ecos del abismo.
FanfictionEn un hospital psiquiátrico, donde el silencio se ve interrumpido por susurros de dolor y desesperanza. Nikolai Gogol se encuentra atrapado en su propia mente, internado debido a un comportamiento errático y a recuerdos que amenazan por consumirlo...