El patio del hospital psiquiátrico se extendía ante Fyodor como un escenario de piedra fría y hierro, limitado por muros altos que parecían absorber la luz del sol. El aire estaba impregnado de una humedad pesada, y la tierra debajo de los pies tenía un color grisáceo, como si hubiera perdido toda vitalidad. La quietud del lugar solo se interrumpía por el sonido ocasional de las hojas secas que crujían bajo las pisadas de los internos o por un grito lejano que resonaba desde los corredores interiores del hospital.
Fyodor Dostoievski permanecía inmóvil cerca de una de las esquinas del patio, sus manos cruzadas detrás de la espalda y su mirada perdida en algún punto del horizonte. Había pasado una semana desde su última visita a Atsushi en la enfermería, y desde entonces, Nikolai había permanecido recluido en su celda, excusándose con la misma respuesta vacía: que no se sentía bien. La situación preocupaba a Fyodor más de lo que dejaba entrever, y la inminente llegada del inversor en tres semanas hacía que el tiempo se sintiera como una guillotina cayendo lentamente.
El crujir de la grava anunció la llegada de otros internos. Dazai Osamu se acercaba con su andar relajado, las manos metidas en los bolsillos de su bata desgastada y una sonrisa pícara curvando sus labios. Lo seguían Chuuya Nakahara, cuyos ojos azules brillaban con una intensidad feroz, y Ryuunosuke Akutagawa, cuya presencia más distante no pasaba desapercibida. Los tres formaban un trío que atraía miradas, una mezcla de carisma inquietante y poder contenido.
Dazai se detuvo a unos pasos de Fyodor, su sonrisa perdiendo un poco de su chispa mientras sus ojos oscuros evaluaban al hombre frente a él.
—Me aliaré con vosotros —anunció, su voz llevando un tono de despreocupación que no ocultaba la seriedad de sus palabras—. Quiero salir de aquí.
Fyodor giró la cabeza lentamente, sus ojos penetrantes encontrando los de Dazai. Había una frialdad calculada en su mirada, una que no dejaba espacio para la sorpresa.
—No me importa el porqué, Dazai —respondió con voz suave, casi un susurro que se sintió como un filo cortante en el aire—. Lo único que importa es que consigas lo que te pedí.
La sonrisa de Dazai se ensanchó, aunque sus ojos mantuvieron la misma mirada seria.
—Estoy intentando contactar con mi hermano mayor —explicó—, pero no sé nada de él desde hace mucho tiempo.
Un silencio pesado cayó entre ellos, interrumpido solo por el sonido del viento que hacía crujir las ramas secas en el patio. Chuuya, impaciente, cruzó los brazos y lanzó una mirada afilada a Dazai, mientras Akutagawa mantenía la vista fija en el suelo, como si en cualquier momento fuera a desaparecer de la escena.
—Tienes una semana más —dijo Fyodor finalmente, su tono impasible y definitivo—. Si no, estás fuera.
Antes de que la conversación pudiera continuar, Fyodor desvió la mirada hacia el hospital. En sus ojos, un brillo peligroso apareció por un instante.
—Y si algún enfermero se atreve a tocar a Nikolai de nuevo, morirán todos. Incluido él, es un aviso Dazai-kun
El eco de sus palabras se mezcló con el viento, dejando un escalofrío en el aire que ninguno de los presentes pudo ignorar.
La declaración hizo que Akutagawa levantara la cabeza, su rostro se contrajo en una expresión de desafío.
—¡No toques a Atsushi! —exclamó, su voz cortando el aire como un látigo—. Él no es como los demás.
Dazai giró los ojos hacia Akutagawa, con una expresión que mezclaba irritación por la intervención del pelinegro.
—Cierra la puta boca —replicó con desdén—. No estamos aquí para tus dramas de mierda.
ESTÁS LEYENDO
Ecos del abismo.
FanfictionEn un hospital psiquiátrico, donde el silencio se ve interrumpido por susurros de dolor y desesperanza. Nikolai Gogol se encuentra atrapado en su propia mente, internado debido a un comportamiento errático y a recuerdos que amenazan por consumirlo...