La celda era un refugio oscuro y sombrío, un lugar donde los ecos de sus pensamientos reverberaban en la penumbra. Cuando Fyodor finalmente regresó, Nikolai lo observó con atención. La expresión en su rostro era un enigma, una mezcla de cansancio y algo más profundo que no lograba identificar. Mientras el peso de la incertidumbre lo aplastaba, Nikolai sintió una punzada de preocupación.
—¿Qué te pasó? —preguntó Nikolai, inclinándose hacia adelante, intentando captar cualquier indicio de lo que había sucedido.
Fyodor se cruzó de brazos, evitando su mirada.
—No es importante —respondió con un tono despectivo, como si desestimar su preocupación le otorgara un poco de control sobre la situación. Sin embargo, Nikolai notó el temblor en su voz, la forma en que sus dedos se apretaban en un puño, como si luchara con sus propios demonios.
—Feyda, por favor —insistió Nikolai, la frustración comenzando a burbujear en su interior—. Estamos en esto juntos. No podemos permitir que nos separen las dudas y los secretos.
Fyodor lo miró de reojo, una chispa de desafío brillando en sus ojos.
—Siempre estás tan ansioso por compartir tus sentimientos —dijo, una mueca surgiendo en su rostro—. Quizás eso te convierte en un blanco fácil.
—¿Qué quieres decir con eso? —La pregunta salió de los labios de Nikolai con más firmeza de lo que pretendía—. No se trata de ser un blanco. Se trata de sobrevivir.
El silencio se instaló entre ellos, pesado y cargado de tensión. Fyodor finalmente se sentó en el borde de la cama, la mirada perdida en el suelo de la celda. Nikolai lo observó, su corazón latiendo con una mezcla de frustración y preocupación.
—Debemos reunir más información sobre lo que está sucediendo aquí —dijo Nikolai, intentando cambiar el rumbo de la conversación—. Necesitamos saber más sobre los pacientes que desaparecen, sobre lo que realmente hacen con nosotros.
Fyodor asintió lentamente, aún con la vista baja.
—Lo sé —respondió con voz baja—. He estado pensando en eso. Pero no podemos hacerlo solos. Necesitamos involucrar a Sigma, y tal vez a otros internos. Hay más ojos y oídos en este lugar.
A medida que hablaban, Nikolai sintió una mezcla de ansiedad y determinación.
—Tienes razón. Si vamos a salir de aquí, necesitamos un plan sólido. Algo que no se base solo en suposiciones.
El tono de Fyodor cambió ligeramente, la seriedad reemplazando su habitual frialdad.
—Nikolai, hay algo que necesito contarte —dijo, su voz apenas un susurro—. He visto cosas... cosas que podrían hacerte entender mejor por qué estoy aquí.
Nikolai frunció el ceño, sintiendo que se acercaban a una revelación importante.
—Dime. Estoy listo para escuchar.
Fyodor respiró hondo, y durante un momento, la barrera que normalmente mantenía entre ellos pareció desvanecerse.
—Cuando tenía diez años, mis padres... murieron. Fue un accidente, o al menos eso me dijeron. Pero... después de un tiempo, empecé a cuestionar lo que realmente había sucedido. Hay cosas que no encajan.
Nikolai sintió un tirón en su corazón.
—Lo siento, Fyodor. No sabía.
—Es lo que hay —replicó Fyodor, aunque su voz sonaba más vulnerable—. La gente en el orfanato hablaba de cosas extrañas, experimentos, pacientes desaparecidos... No estaba seguro de qué creer. Pero a veces creo que... que mis padres no estaban donde decían que estaban. Tal vez estaban involucrados en algo más oscuro, algo que no comprendo del todo.
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Ecos del abismo.
Fiksi PenggemarEn un hospital psiquiátrico, donde el silencio se ve interrumpido por susurros de dolor y desesperanza. Nikolai Gogol se encuentra atrapado en su propia mente, internado debido a un comportamiento errático y a recuerdos que amenazan por consumirlo...