82 Gran Plan

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La pandilla estaba toda enredada, sus caras impresionadas por la elegante mansión. Deborah y Lorenzo, un par de tortolitos, estaban mirando una habitación que podría ser su nueva oficina. Deborah, una verdadera miradora, observó cómo Lorenzo se agolpaba en la silla como si fuera el dueño del lugar.

"¿Qué piensas, cariño? Me veo más respetable, ¿verdad?" dijo, suavizando su traje.

Deborah se rió: "Te verías aún más si dejaras atrás tu vida sin ley".

Lorenzo sonrió: "No hay manera, Deb". Con las comisuras de sus labios estirándose

Finalmente, Deborah lo dejó solo en la oficina, dejándolo a sus pensamientos.

La mente de Lorenzo corrió como un caballo de carreras en la pista. Había logrado acumular bastante la colección de pruebas incriminatorias contra el alcalde: no solo tenía los bienes de ese turbio proyecto que sifonaba millones del gobierno, sino que también tenía pruebas de la mano del alcalde en contratos de construcción amañados y empleados fantasmas en la nómina de la ciudad.

La sonrisa de Lorenzo se hizo más amplia que el río Los Ángeles. Con este tipo de munición, tendría al alcalde en el bolsillo, bailando al ritmo.

***

El alcalde Fletcher Bowron golpeó su puño contra el escritorio, sacudiendo los vasos en el estante detrás de él. "¿Todavía no tienes ni idea de quién robó mi casa?" le gritó a su secretaria.

"Me disculpo, alcalde", tartamudeó Ronald, inclinando la cabeza. "He interrogado a las sirvientas, pero afirman que no vieron nada fuera de lo común. Sin embargo, los guardias de servicio esa noche fueron encontrados inconscientes. Algunos de ellos mencionaron encontrarse con hombres haciéndose pasar por guardias, pero... pero parece que no pueden recordar sus caras".

"¡Imbéciles incompetentes!" Fletcher rugió, enviando los documentos en su escritorio volando en todas direcciones. "¡¿Cómo podrían robar mi propia casa, desbloquear mi caja fuerte y robar mis documentos más importantes?"

La manzana de Adam de Ronald se balanceó hacia arriba y hacia abajo mientras tragaba con fuerza. "Nosotros... no tenemos pistas, señor".

La cara del alcalde se volvió roja como el tomate, con las venas abultadas en su cuello. "Bueno, será mejor que encuentres algo, o tendré tu placa, ¿entiendes?"

Ronald tragó, enderezando su postura. "Sí, señor. Duplicaré los esfuerzos, te lo aseguro".

El alcalde Fletcher Bowron saltó a sus pies, su cara a solo unos centímetros de la de Ronald. Su agarre se apretó alrededor del cuello del hombre. "¿Tienes alguna idea de lo que sucederá si esos documentos y cartas caen en las manos equivocadas? ¡Estaré arruinado, y me aseguraré de que bajes conmigo!"

El terror se grabó en la cara cenicienta de Ronald. "¡Lo siento mucho, alcalde!"

"I-Interrogaré a los guardias de nuevo", Ronald comenzó a decir, pero el estridente timbre del teléfono lo interrumpió.

"Maldita sea", maldijo Fletcher, liberando su agarre sobre Ronald. "Espera aquí. Contestaré la llamada, y será mejor que sea importante".

Ronald asintió, limpiando el sudor de su frente mientras se hundía de nuevo en su silla.

Fletcher se acechó al teléfono, aclarando su garganta antes de recoger el receptor. "Este es el alcalde Bowron. ¿Quién está llamando?"

La voz en el otro extremo de la línea era profunda, ominosa como una tormenta eléctrica. "Apuesto a que está teniendo un día difícil, alcalde Bowron".

Sistema en el PadrinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora