71 Los Ángeles

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En sus estrechos cuartos en el barco de carga, Deborah se inclinó cerca de Lorenzo, con los ojos rebosando de preocupación. "Entonces... ¿crees que alguna vez volveremos a la ciudad de Nueva York?"

Lorenzo asintió con la cabeza con tranquilidad, con su voz baja y confidencial. "Por supuesto, Deb. Es solo que estas dos familias detrás de mí, tienen mucha atracción e influencia en la ciudad".

La frente de Deborah se furrió, su preocupación palpable. "¿Son más poderosos que los Corleones? Tienes conexiones con ellos, ¿verdad?"

Lorenzo negó con la cabeza: "No, no lo son. Pero la familia Barzini, han estado haciendo movimientos, y están cerca de los Corleones en el poder. Solo carecen de influencia y atracción política en comparación con los Corleones".

Deborah frunció el ceño. "Si los Corleones son tan poderosos, ¿por qué no les pedimos ayuda contra los Barzini y Tattaglia?"

Lorenzo se rió en seco. "No es tan sencillo, Deb. Los Corleones no irían a la guerra por nosotros, no sin algo a cambio. Y si lo hicieran, no solo serían los Barzini y Tattaglias con los que estarían enredando. También hay dos familias más involucradas".

Deborah suspiró, pasando una mano por su cabello. "Caramba, Lorenzo, no tenía ni idea de que la mafia italiana era tan complicada".

Lorenzo asintió, su expresión sombría. "Tienes razón, Deb. Especialmente con las cuatro familias presionando a los Corleones también. Las tensiones son más altas que nunca".

Deborah lo abrazó con fuerza, su voz apagada por su hombro. "Solo quiero que estemos a salvo en Los Ángeles, ¿de acuerdo?"

Lorenzo le acarició el pelo, con su voz calmante. "Estaremos bien, lo prometo. No dejaré que te pase nada, confía en mí".

A medida que se consolaban mutuamente, su conversación pasó de los peligros del inframundo a asuntos más íntimos.

Pronto, sus susurros y miradas robadas se volvieron más audaces, y su pasión los superó. El sonido de sus gemidos amortiguados llenó los cuartos estrechos, pero nadie se atrevio a interrumpir a los jóvenes amantes que buscaban consuelo en los brazos del otro.

***

En la opulenta mansión de la familia Barzini, Emilio Barzini y su hijo, Emilio Jr., se sentaron en el estudio con Don Tattaglia, el jefe de la familia Tattaglia. La habitación estaba llena de humo de cigarro mientras hablaban de negocios.

En ese momento, su consigliere, Domenico Mazza, irrumpió, anunciando que Lorenzo Lupo y sus hombres acababan de salir del Lower East Side de la ciudad de Nueva York.

Emilio Sr. sopló su cigarro, irritación evidente en su voz. "Entonces, este Lupo se escapó, ¿eh? Esos matones irlandeses son tan inútiles como siempre".

Don Tattaglia soltó de acuerdo. "¿Se llaman a sí mismos gángsters? ¡Ni siquiera podían cuidar de un pequeño como él!"

Emilio Jr. se encogió de hombros, desestimando la noticia. "No es más que un pequeño ladrón, pop. Tenemos peces más grandes para freír".

Don Barzini asintió, sus pensamientos se dirigieron hacia la familia Corleone. Don Vito Corleone y su heredero, Sonny, fueron las verdaderas amenazas. Mientras los vigilaran, este personaje de Lupo sería la menor de sus preocupaciones.

"Lorenzo Lupo no es nuestra principal preocupación", dijo Don Barzini, soplando su cigarro. "Nuestra prioridad es derribar a los Corleones, especialmente a Vito y a su hijo mayor, Sonny. Ahí es donde reside el verdadero poder".

Don Tattaglia asintió de acuerdo.

Domenico Mazza, su consigliere, no pudo evitar intervenir. "Con el debido respeto, Don Barzini, Don Tattaglia, sé de primera mano lo peligroso que puede ser Lorenzo Lupo. No es un hombre al que subestimar".

Sistema en el PadrinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora