Y cayó la noche, una de las tantas e infinitas noches que siempre me desvelo. Tengo la mala costumbre de desvelarme por las noches, tengo un poco de ojeras a causa de eso, gracias a las pociones de Thranselia se me han ido quitando con el paso de los días, es un tratamiento efectivo... Debo admitir que tiene talento para crear curas a cosas tan pequeñas, pero su afán de aprender es con el fin de encontrar la cura para sus preciadas criaturas, los Jardineros Antárboles.
Al observar por mi ventana me percato de que la luna está más resplandeciente que nunca y las estrellas iluminan más de lo normal, la brisa está algo cálida en comparación a días anteriores, me puedo dar cuenta fácilmente de eso por la manera en que se mueven mis cortinas de tela cara. No es por presumir, pero debido a mi comodidad financiera, puedo darme el lujo de comprar cosas de alta gama en la ciudad. Debo demostrar que soy el Alto Arquero de Quel'Thalas. ¿No? En fin.
Mi cama, tan suave como siempre y con respaldos modernos, creo que ni siquiera Lor'themar tiene este tipo de sábanas, las encargué a Ventormenta hace mucho... Ah como me encantaría poder disfrutarla aunque sea por una noche. Pero aquí vamos, nuevamente a levantarme, sacudir un poco mi cabello... Dirigirme a mi balcón... Toda una rutina de la que me estoy hartando.
Aunque... pensándolo bien, supongo que soy un elfo nocturno, no de raza, sino me refiero al estilo de vida que llevo. Por lo general y para no estar cansado durante el día, tiendo a tomar ciertos descansos en los arroyos que están rodeados de dracohalcones domados por los forestales, son unas bestiecillas encantadoras y llenas de amor, me ronronean con cariño y eso por lo general me relaja, pero no sé, en las noches es algo raro.
Me ha costado mucho tener amigos, no soy una persona que puede confiar rápido en los demás, me cuesta mucho. Incluso hay ocasiones en las que he llegado a ser insoportable con mi carácter, genio heredado por mi padre, según me había dicho Sylvanas cuando me instruía todavía. Pero... ¿Quién sabe lo que he heredado más que yo? Esa es una pregunta sin respuesta a la que debo sobrevivir en las noches, una en un millón.
Desde que salí del orfanato de la ciudad y fuí criado entre los forestales de Lunargenta. En las ausencia de Sylvanas tuve que soportar bastantes humillaciones por parte de mis compañeros de alto rango... Algunos me llamaban "huerfanito forestal", me decían que mis padres eran exiliados y por eso nunca los conocí. Me humillaban a menudo cuando Sylvanas corría a acatar las órdenes de nuestro rey, algunas veces me negaban la comida, o jugaban con mis armaduras y las teñían de otros colores.
Una vez uno de esos mismos matones me pidió perdón. Me invitó a la playa a caminar a la playa de Ocaso Marchito, para contarle mi historia, por supuesto ya no quería tener más momentos así en la academia y accedí. Pero al llegar allá, todo era una trampa para asesinarme a sangre fría, ya que no toleraban a los forestales nuevos ni mucho menos a alguien que era el favorito de la General Forestal.
Me ataron a uno de los árboles y comenzaron a incendiarlo. Ellos dijeron:
—¡Quémalo!
—¿Y si preguntan qué le pasó?
—Diremos que fueron los trolls del bosque, ellos siempre andan quemando tonterías por quemar. ¡¿Qué esperas?!
Mis ojos se llenaron de lágrimas al pensar que uno de ellos se hizo pasar por una persona de confianza, alguien en quién quizás yo iba a poder apoyar mi hombro y secar mis lágrimas. Siempre estuve solo y me aferraba a la esperanza de poder contar con alguien hasta el fin de mis días... Pero eso nunca ocurrió.
Los jardineros antárboles que rodeaban la zona trabajaban para Lunargenta y enviaron de inmediato a uno de ellos para avisar a Sylvanas. Los matones no se dieron cuenta, estaban tan enfocados en asesinarme y disfrutar con cada grito de auxilio que yo pegaba que no se percataron de lo que ocurría alrededor.
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World of Warcraft. | Vessiorel Arcoveloz.
FanfictionHistoria completa de Vessiorel Arcoveloz. Un noble forestal de la alta casa de los elfos de Lunargenta que ha pasado por incontables obstáculos, pero con su astucia los ha ido superando uno por uno. Nada impedirá que siga protegiendo sus bosques ni...