Capítulo 17. | Desvío...

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Entre tanto observar al borde del acantilado, nuestras miradas estaban fijas en la distante y desoladora visión del Árbol del Mundo, Teldrassil, ahora reducido a una torre de humo y llamas. El otrora majestuoso símbolo de la vida y esperanza de los elfos de la noche, consumido por las llamas, era una visión que encapsula la tragedia de la Guerra de las Espinas. El fuego bailaba sobre las ramas, y los fragmentos del árbol, carbonizados y retorcidos, caían en un mar enrojecido por el reflejo de la catástrofe.

—No sabes el dolor que siento al ver el árbol de los kaldorei carbonizado...

Decidí expulsar lo que sentía, me estaba carcomiendo por dentro. ¿Cómo pudo Sylvanas hacer algo así? Entiendo que en la guerra hay que hacer muchas cosas... Pero esto... Quitarle el hogar y la esperanza a una civilización entera...

—Entiendo, Vessiorel. Pero tampoco debemos olvidar que en el pasado, fueron ellos mismos los que despreciaron a nuestros ancestros por las prácticas de energías arcanas.

—Eso no es lo mismo que perder sus hogares, Thendrel. Al igual que los Altonatos, ellos también lucharon por sus hogares, ahora no queda nada más que cenizas...

—Nosotros también pasamos por lo mismo, así es la guerra. Hay muertes, dolor, sufrimiento e injusticias.

Mientras yo reflexionaba, observé el resplandor de las llamas que iluminaban el cielo oscuro, en compañía de Thendrel. De pronto, tuve una idea absurda y loca sobre aquella marca del Sargento que comandaba la expedición de la Horda. Thendrel me tomaría como un loco, pero me anime a decirlo:

—Thendrel. Necesito que me ayudes a investigar a los secuaces de ese Sargento de allá.

Indiqué con mi mentón para que no pareciera obvio que hablábamos de ese bufón asqueroso. Los orcos son expertos en captar miradas.

—¿Por qué? ¿Qué hay de malo en él?

Preguntó algo curioso. Sin despegar la mirada de mí pero observando a ratos hacia el asentamiento principal de la Horda.

—La marca que tenía ese sargento la he visto en otro lado. Si no me equivoco, cuando Mariela fundó la Biblioteca Dorada en la Isla Resplandeciente, tuve la oportunidad de investigar cada libro, cada grimorio encantado para tener un amplio conocimiento sobre ello, esa marca estaba en los libros prohibidos al alcance mortal, es una marca oscura de un imperio.

—¿Estás seguro?

—Sí.

Apenas descubrimos la Isla Resplandeciente, Mariela se ofreció ella misma a fundar la Biblioteca Dorada. Dicha biblioteca albergaría los secretos más profundos del reino oculto, además de sumar los grimorios y libros que trajimos desde la Biblioteca Carmesí, gracias a la magia que emana en la isla, eso potenciaría los encantamientos para resguardar la seguridad de los libros.

Thendrel no compartió mi opinión, sin embargo decidió embarcarse en mi investigación y ayudarme a realizarla, peinando cada rincón de la devastada Costa Oscura en busca de algún indicio de magia oscura entre la enorme pila de cadáveres. Nuestros pasos nos llevaron a través de un paisaje que hablaba del horror y la destrucción que la guerra había dejado a su paso. Cuerpos inertes se apilaban en grandes montones, algunos ya en descomposición, otros recientemente caídos. Restos de extremidades, separadas violentamente de sus cuerpos, yacían dispersas entre charcos de sangre espesa que impregnaban la tierra.

El suelo estaba cubierto de tabardos a medio quemar, insignias de honor reducidas a trapos manchados de hollín y sangre. Espadas partidas por la mitad, que alguna vez brillaron con orgullo, ahora estaban apagadas, corroídas por el odio y la desesperación que impregnaba el campo de batalla. Las cabañas y hogares que habían sido refugios llenos de vida estaban ahora hechas cenizas, con vigas carbonizadas que se alzaban como monumentos grotescos a la aniquilación.

World of Warcraft. | Vessiorel Arcoveloz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora