Capítulo 10. | Secreto Inconfesable.

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Fuimos recibidos por la enorme estructura del Templo Oscuro, majestuoso como siempre lo ha sido, un monumento a todo lo que conlleva un gran poder. Pero también recordando acontecimientos del pasado, imposible no acordarse de lo que Illidan hizo a mi pueblo, a mi nación, a mi reino cuando estabamos en lo más bajo de nuestro poder. Prometió riqueza en cuanto a encontrar una salvación en manos de las garras de la legión, una promesa bañada con aires de grandeza y superioridad que velaba por sus intereses personales.

Con su derrota, los Arúspices y los Aldor custodian día y noche las enormes salas del Templo Oscuro, eso era lo que se sabía puertas afuera. Pero a juzgar por la fachada y por la cantidad de magia sombría que emana desde las paredes reforzadas con acero vil, adentro no hay nadie custodiando la zona, quizás los demonios han hecho del lugar su propio templo para llevar a cabo poderosos rituales de magia oscura y demoníaca.

—¿Estás seguro de que este es el lugar, Vessiorel?

Preguntó Vardul observando algo aterrado con su mirada hacia el Templo Oscuro. Entendía aquella mirada, después de todo, ambos estuvimos asediando las puertas de este lugar para dar paso a los demás soldados.

—Si el guardapelos tenía líneas-ley de este lugar que rastreó mi madre, es por algo. Debemos continuar... ¡Por allí!

Antes de ser alcanzados por los guardias que merodean en las afueras, nos abrimos camino por el lateral, en la antigua entrada que usaron los héroes para asediar el maldito templo. Se nota que el lugar ha estado abandonado, dios, que mentirosos son en la Ciudad de Shattrath. A todos nos vendieron la misma promesa de que ellos se harían cargo del Templo Oscuro.

Al ingresar, nos enfrentamos a la terrible naturaleza que ahora se apoderó en un control absoluto de las tuberías del lugar. El lugar que alguna vez había servido en el paso libre de los héroes en su furia incontrolable de hacer pagar al traidor, ahora estaba lleno de raíces, polvo, criaturas grotescas que se alimentan del moho y las plantas que emanan gases tóxicos en el lugar.

El silencio reinante envolvía cada rincón, amplificando el sonido de nuestras pisadas y el ritmo acelerado de nuestras respiraciones. A cada paso, la sensación de que nuestras propias voces susurraban a través de los vastos y vacíos corredores nos hacía cuestionar si el eco era real o si la propia esencia del lugar deformaba nuestra percepción.

A medida que ascendemos por la interminable escalera de piedra que conectaba las diferentes salas, el aire se volvía más pesado, cargado de un olor metálico y un rastro de humedad. Los escalones desgastados crujían bajo nuestros pies, como si cada uno lamentara el peso de las historias que había presenciado.

En cada rellano, los susurros de las almas torturadas llenaban el vacío, un murmullo continuo de lamentos que se filtraba a través de las grietas de las paredes y se deslizaba por los corredores, la oscuridad era espesa, y a pesar de la familiaridad que tenía con estos pasillos de la última vez que estuve aquí, los contornos se difuminaban, y cada sombra parecía cobrar vida propia. No nos atrevimos a avanzar sin precaución, ya que cada rincón podía ocultar a un enemigo acechante, una presencia que no querría ser descubierta. Nos turnamos para vigilar cada tramo, alternando entre estar alerta y avanzar en silencio, sabiendo que un descuido podría convertirse en nuestra perdición.

Fue en una de las salas antes del salón principal cuando algo cambió abruptamente. Un calor opresivo nos golpeó de lleno, sofocándonos de inmediato, como si hubiéramos entrado en el corazón de una forja incandescente. El sudor perló nuestras frentes al instante, y el aire se tornó denso y ardiente. A medida que nos adentramos, el origen de aquel calor se hizo evidente: el cuerpo inerte de un infernal, una criatura demoníaca colosal, yacía desmoronado sobre el suelo ennegrecido, rodeado de fragmentos de roca y metal fundido, a su lado, se encontraban los restos destrozados de lo que alguna vez fue la armada Faucedraco, ahora convertida en polvo y escombros, como una triste reliquia de un tiempo que quedó atrás.

World of Warcraft. | Vessiorel Arcoveloz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora