Día 18: En otro universo

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Si alguien le hubiera dicho a Sasuke que encontraría al amor de su vida en medio de un apocalipsis zombi, le habría provocado un ataque de risa por lo absurdo que sonaba. Sin embargo, un año después, los noticieros y otros medios informaban del primer caso de un extraño virus con una alta tasa de contagio, que hacía que los humanos perdieran la consciencia y actuaran como muertos vivientes sedientos de sangre. El pánico se extendió por todo el mundo, y las recomendaciones de quedarse en casa solo empeoraron la situación; los comercios fueron saqueados y la ola de crímenes creció, imposibilitando el actuar de la policía.

Uchiha vivía en un edificio de apartamentos ubicado en una zona popular de la ciudad y trabajaba desde casa como ingeniero en sistemas para una empresa extranjera. Disfrutaba de ciertos privilegios, ganaba bien y, en ocasiones, podía permitirse algunos caprichos, pero nunca imaginó que todo lo que había construido se desmoronaría en un instante. Los golpes desesperados de los vecinos en su puerta, pidiendo ayuda, lo sumieron en una disyuntiva: confiar en su instinto y resguardarse tras una barricada de muebles, o ceder a su parte más humana. Sasuke dudó por unos segundos, y lo que siguió fue inexplicable. Los rugidos de aquellos monstruos resonaban en las paredes, acechando con un hambre voraz.

Los días eran largos y escalofriantes; Uchiha había perdido la noción del tiempo, y su comida se estaba acabando. Además, no tenía acceso a Internet; las comunicaciones colapsaron debido al caos colectivo, y ni siquiera se podían usar los móviles para hacer llamadas. Sasuke vivía encerrado en su piso, y si no lo abandonaba, su futuro sería incierto. Los extraños bramidos de los zombis ya no se escuchaban. Abrió la puerta con cuidado, y lo primero que vio fue una fila de cuerpos amontonados en los pasillos. Cubrió su boca con el antebrazo, evitando vomitar por la grotesca escena y luego salió sigiloso, armado con un viejo bate.

—¡Esto apesta! —masculló asqueado el moreno, esquivando los cadáveres—. Debería usar las escaleras de emergencia para salir de aquí.

—¡No vayas allí, hay una horda de esas cosas malolientes! —susurró un joven a espaldas de Uchiha, con un rifle en el hombro—. Intenté ir por ese acceso y fue imposible; los zombis mantienen rodeada el área.

Sasuke se dio la vuelta con rapidez, casi lastimándose el cuello por el brusco giro, y se encontró frente a un chico rubio de ojos azules a quien no recordaba haber visto antes. Aunque llevaba ya unos meses viviendo en el complejo de apartamentos, prefería mantener un bajo perfil; no solía ser muy sociable, y su círculo de amigos era reducido. Cuando vio al extraño, pensó que probablemente se alojaba en uno de los pisos inferiores. Salió de su estupor, moviendo la cabeza de un lado a otro, y le extendió la mano para presentarse. De inmediato, se percató de que el sujeto traía consigo varias armas, y no supo si debía preocuparse.

—Gracias por avisarme, me llamo Uchiha Sasuke —dijo el ingeniero, observando al muchacho, el cual era unos centímetros más bajo que él—. Y, por si acaso, sigo siendo humano; no vaya a ser que me vueles la cabeza.

—No te preocupes, los zombis no son capaces de hablar, así que estás a salvo —explicó el muchacho, entre risas por el comentario de su interlocutor—. Soy Uzumaki Naruto, vivo en el primer piso, bueno, supongo que ya no, pero me tocó salir para abastecerme.

—¿Cómo hiciste para subir hasta acá? Si el ascensor no funciona y me acabas de decir que las escaleras están abarrotadas por esos monstruos —preguntó Sasuke, sintiendo curiosidad.

—Por los balcones, hay suficiente espacio para saltar —respondió Naruto, señalando el lugar—. Me amarré una soga y fui escalando. También me benefició que hace poco terminé el entrenamiento con los bomberos, ya que quería aplicar como voluntario.

El hombre de cabello negro no logró pronunciar ninguna palabra cuando las pisadas de los zombis se escucharon a una distancia considerable. El dúo corrió hacia el departamento de Sasuke y buscó todo lo que tenía a su alcance para asegurar la puerta. Sus corazones latían a una velocidad impresionante debido al miedo, y solo les quedó refugiarse juntos.

Notas de la autora:

Este drabble tiene continuación con el tema de mañana que será Día 19: Yin y Yang o propuesta

Gracias por leer.

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