Día 20: Adoración al cuerpo o Jōnin AU

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Konoha era un pueblo rural que prosperaba gracias a la producción de sus cosechas. Muchas de las frutas, granos y vegetales que cultivaban eran exportados al País del Fuego, su máximo consumidor. Además, se rumoraba que pronto otros iban a unirse al negocio, dando así el merecido lugar a los agricultores. Las familias Uchiha y Uzumaki siempre habían compartido una estrecha amistad. Con el tiempo, se convirtieron en socios al comprar grandes parcelas de terreno para expandir los sembradíos, y más adelante, terminaron por dominar el sector, al grado de tener que contratar a más personal que trabajaran con esmero en sus tierras.

Por el vínculo importante que los unía, los hijos menores de ambas familias también eran cercanos. Si Naruto quería ir a un sitio en específico, ahí se encontraba Sasuke acompañándolo como una sombra, y viceversa. Quedaba claro que no podían estar separados; incluso asistían a la misma escuela y se inscribieron en actividades extracurriculares que a los dos les gustaban. Desde pequeños, congeniaron de forma instantánea, y los padres se sentían orgullosos, ya que, en términos generales, el negocio jamás se detendría. En los chicos recaía el porvenir de más ganancias, que a la larga beneficiarían a toda Konoha al seguir proporcionando empleos.

Al crecer, Sasuke era perseguido por mujeres y algunos hombres; se había convertido en un tipo atractivo que conquistaba corazones solo con su presencia. De hecho, en el pueblo las relaciones entre parejas del mismo sexo no eran un escándalo. Tal vez esto se debía al flujo de extranjeros que visitaban la zona y compartían una mentalidad más abierta, o quizás cada quien estaba demasiado enfocado en sus propios problemas para entrometerse en asuntos que no les correspondían. Sin embargo, Naruto temía confesar sus sentimientos a su mejor amigo. Por eso, cuando lo veía trabajar bajo el sol y la ropa que usaba se adhería como una capa extra sobre su piel, no podía dejar de observar sus movimientos casi con adoración.

—¿Te estoy regalando una buena vista? —bromeó Sasuke, mientras se acercaba a Naruto—. ¿Por qué estás tan nervioso? ¿Acaso di en el blanco?

—¡No te estaba mirando, solo estorbas, tonto! —contraatacó el rubio, tratando de ocultar el sonrojo de sus mejillas con una toalla—. Se supone que tienes el día de hoy para terminar de sembrar, y no dejas de lucirte como si fueras esos modelos que aparecen en la televisión.

—Gracias por el cumplido; me complace ser alguien de tu agrado —respondió Uchiha, esbozando una sonrisa cínica—. Ven conmigo al río, quiero refrescarme un poco.

—¿Qué te hace pensar que iré? —Naruto cruzó los brazos y alzó el mentón, retando a su amigo—. Siempre quieres hacer lo que se te da la gana.

—¿Crees que necesito tu permiso? —inquirió Uchiha, levantando sin ningún esfuerzo al chico de ojos azules—. Solo te pregunté por amabilidad, no te confundas.

—¡¿Cómo te atreves?! —gritó Uzumaki, intentando liberarse del agarre—. ¡Tú, maldito mastodonte, suéltame!

Sasuke ignoró los reclamos de Naruto y, a la vista de todos, lo cargaba como si fuera un costal de papas sobre su hombro. Los trabajadores, acostumbrados a sus juegos y discusiones sin sentido, continuaron con sus labores; ni siquiera les importó averiguar qué sucedía. Mientras tanto, Uzumaki creía que el moreno se aprovechaba de su físico; pero debido a que se había enamorado de él, a veces le permitía ese tipo de bromas. Soltó un suspiro y dejó de manotear hasta que Uchiha lo bajó con cuidado en el agua, y antes de decir algo, sintió los suaves labios de su amigo; nunca en sus más alocados sueños imaginó que lo besara.

—Eres demasiado transparente, no sabes disimular, así que yo debía dar el paso —dijo el chico de mirada oscura, separándose de los labios de su amigo y descendiendo hacia su cuello—. Es bastante obvio que no es un amor unilateral, Naruto.

—Entonces agradezco que seas tan listo, Sasuke —el rubio abrazó a Uchiha y, sin necesidad de palabras, transmitieron todo lo que sentían.

Era una realidad que no se trataba de una atracción pasajera; se amaban desde hacía mucho y no querían esperar más para convertirse en una verdadera pareja.

Sol y LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora