Capítulo 11

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♤♤ Aveces se necesita más que un simple lazo de sangre para poder llamarse familia ♤♤

♢Bernardo Lombardi ♢

Estúpidos, débiles, y inútiles, eso son todos mis hijos, de que me sirvió procrear tantos hombres si a la primera cara bonita que ven pierden su foco dejándose embaucar por un par de tetas y de caderas anchas.

Aberraciones es lo que son y por ende solo el que cumpla con su objetivo sera el que tome el mando del Rote Sekte y todo aquel que ose irse en contra de mis planes terminara tres metros bajo tierra.

Se creen que tienen el control de todo, por que es lo que les e hecho creer, cuando en verdad, yo, soy el único que tiene el mando y quién puede mover los hilos de la marioneta.

- Bernardo, ¿No crees que deberías de poner orden en las acciones de tus hijos? - cuestionó  Greta  a mi derecha posando su mano en mi hombro e inclinándose para quedar a la altura de mi rostro, ambos quedando frente a la pantalla en mi escritorio que proyecta la imagen de Iker y Enzo protegiendo a quien deberían destruir.

- Déjame solo - ordené con voz  severa logrando que se removiera incómoda en su lugar.

- Pero...

- No lo pienso repetir dos veces - la interrumpí y ella acató mi orden dejándome solo en mí despacho.

      Mi mirada viajó a mis hijos nuevamente; se me es imposible no compararlos conmigo, se parecen tanto a mi que me enerva el hecho de tan solo recordar mis estúpideces del pasado.

Yo al igual que ellos caí en los encantos de una mujer y casi pierdo todo, casi me quedo sin nada por alguien que no merecía la pena y ahora mis hijos van por el mismo camino, pero con la diferencia de que la perdición de ellos es la hija de la que un día fue la mía.

     Gema, aún recuerdo su cabello negro azabache,  esa tonalidad oscura que le implantaba un carácter temerario y a la ves atractivo, y sus ojos, sus ojos eran la perdición de cualquiera que cayera en los encantos de su mirada,  era una verdadera mujer, de esas que nunca más e visto y esa que acosta de su belleza desmedida destruyó un imperio el cual tuve que contruir con restos de cuerpos y sangre.

                   ♧♧♧

La fresca brisa doblega al césped bajo mis pies mientras corro por llegar de primero a la cima de la colina que se encuentra en nuestras tierras, mi hermano viene detrás ambos agitados y bañados en sudor.

- ¡Gane! - grité victorioso callendo al césped y acostándome bocarriba en este, acción que mi hermano imita quedando a mi lado.

- Me ganaste - dijo con la voz entrecortada - por tercera vez, me ganaste -tomó una bocanada de aire - ¿Estás seguro de que no estás haciendo trampa ? - pregunto  haciéndome soltar una sonora carcajada.

- Que mal perdedor eres hermanito - dije irónico y por un par de minutos ninguno dijo nada, solo el sonido de nuestras respiraciones agitadas se escuchaban  y como relámpago vino  a mis cuerdas vocales esa duda que me estába carcomiendo por dentro y la que salió  sin freno rompiendo el silencio - la chica de la limpienza - comencé.

-¿Qué pasa con ella ? - respondió rápidamente haciendo que mi curiosidad aumentara de sobremanera.

-¿Estás con ella? - pregunté sin rodeos.

- ¿A qué viene esa pregunta? - dijo frunciendo el ceño.

- Curiosidad - hice una mueca quitándole importancia.

- Digamos que esa a la que llamas chica de la limpieza, va a ser mi mujer - soltó llevándose las manos a la nuca y apoyando su cabeza en ellas; todo mi cuerpo reaccionando a su respuesta tensandose por completo  - ¿Y tú?, te e visto con la hermana, ¿Acaso tienen algo?.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora