Parte 9: Rota

168 14 14
                                    

She said, in my heart and in my head

Tell me why this has to end

Oh, no, oh, no

I can't save us, my Atlantis, we fall

We built this town on shaky ground

I can't save us, my Atlantis, oh, no

We built it up to pull it down

Atlantis (Seafret)


ELLA

Abrir los ojos y ver a la persona que amas a tu lado debería reconfortarte. La última vez que desperté de la pesadilla de haber pasado por el quirófano él estaba a mi lado, su sola presencia me hizo sentir cuidada, como si todo estuviese bien si él estaba conmigo, no éramos nada y ni siquiera creí que podríamos ser amigos, pero no habría elegido a alguien más para que esté a mi lado en ese momento.

Esta vez, verlo hacía que mi corazón doliera, que sintiera los pedazos de mi corazón roto cortando mi pecho. Solo podía pensar en él echándome de su casa, de su consultorio, rompiendo su promesa de quedarse a mi lado y usando lo que le conté para herirme delante de todo el mundo. No pude evitar que las lágrimas resbalaran por mis mejillas.

—¿Estás bien? —preguntó, acercándose a mí desde su incómoda posición en la silla que se encontraba sentado junto a mi cama. Su mano sostenía la mía y parecía que no me había soltado en toda la noche.

—Emilio —mi boca estaba seca y él pareció notarlo porque me ofreció un poco de agua.

—Tuvo que irse hace un momento, dijo que era importante.

—Quiero ir a casa —Volvió a tomar mi mano y, aunque quise evitar que lo hiciera, no pude.

—Pilar debe venir a verte y Emilio dijo...

—No. Me quiero ir ahora.

—Alterarte no te hace bien.

—Tú no me haces bien —Pude soltar su mano al fin—. Terminaste conmigo, me expusiste en televisión, no sé qué haces aquí.

—Intento remediar las cosas.

—¿Para qué? No eres mi médico, ya no somos nada.

Sirvió un poco más de agua y no dudé en aceptar. Estaba sedienta.

—Me importas —lo dijo con una tranquilidad absoluta, como si se liberara de una verdad que lo abatía. Volvió a acercarse y tomó mi mano otra vez—. Dejé que mi orgullo me cegara, no te escuché, pero estoy dispuesto a hacer lo imposible con tal de arreglar las cosas.

Pasó su mano por mi mejilla y secó mis lágrimas. Me hubiese encantado alejarme, pero no era tan valiente para hacerlo; por suerte para mí, Pilar ingresó en la habitación interrumpiéndonos. Retrocedí lo más que las almohadas me permitieron y para mi sorpresa, Néstor no soltó mi mano ni se alejó un milímetro.

Ella se dedicó a revisarme y verificar que estuviese bien, me dio incluso algunas indicaciones que no escuché porque en lo único en lo que podía pensar era en que él continuaba sosteniendo mi mano delante de ella, sin vergüenza ni temor por ser descubiertos, y ella ni siquiera se inmutó, como si fuese lo más normal del mundo que nosotros estuviésemos juntos.

—Gracias, Pilar. Me aseguraré personalmente de que cumpla con todas las indicaciones.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunté cuando ella dejó la habitación y volví a tirar de mi mano para que me soltara—. ¿Tienes idea de lo que debe estar pensando?

QuédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora