Oscuridad y luz

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**Desconocida**

Oscuridad

Es lo único que puedo ver. No sé cuánto tiempo llevo en este lugar, pero ya me acostumbré a la oscuridad. Por lo menos, es mejor que esa habitación en blanco, llena de luz cegadora.

Aquí, la oscuridad me envuelve como un manto pesado, aunque es opresiva, es lo único que conozco, lo único que me queda.

Me acurruco en una esquina fría y rugosa, el suelo duro bajo mi cuerpo, cierro los ojos, esperando salir.

El aire es denso, cargado de humedad y polvo, haciendo que cada respiración sea un recordatorio de que estoy viva, aunque a veces desearía no estarlo.

Aprendí a vivir con miedo, a ignorar el dolor que recorre mi cuerpo y mente, más en un lugar como este, donde el tiempo parece haberse detenido y el silencio es tan abrumador que casi puedo escucharlo gritar.

Este lugar, una celda  con paredes que parecen cerrarse cada vez más, es mi único hogar ahora. No sé cuánto tiempo llevo aquí, pero sé que es suficiente como para haber crecido en este encierro. Esta habitación oscura es mi único aliado, mi único refugio en un mundo que se ha vuelto completamente ajeno.

Las paredes, húmedas cubiertas de musgo en algunos rincones, se han vuelto familiares. La pequeña rendija en lo alto, que deja pasar apenas un hilo de luz, es mi única conexión con el exterior, suficiente solo para distinguir la forma de mis manos frente a mi rostro.

El suelo, sucio cubierto de pequeños restos de lo que solían ser fragmentos de vida, es donde paso mis días y noches, esperando en la oscuridad.

Aprendí a mantener la calma en los momentos más trágicos. No tengo otra opción. Cuando el miedo me envuelve  siento que estoy al borde de la desesperación, me concentro en mi respiración, en el latido constante de mi corazón, en cualquier cosa que me ancle a la realidad, a la certeza de que, por ahora, aún estoy aquí.

Aprendí a quedarme callada, a no molestar a los demás con mi voz. A veces, quiero gritar, liberar todo el pánico que me consume por dentro, pero sé que no serviría de nada. Mis gritos se perderían en la inmensidad de este lugar, tan vasto y vacío que me hace sentir insignificante. Así que me quedo en silencio, guardando mis pensamientos y emociones en lo más profundo de mi ser.

Hace tanto que no como ni bebo agua, pero aún estoy aquí, viva de alguna manera inexplicable. Quizás el universo quiere que siga viva para continuar con este sufrimiento, para prolongar este dolor interminable. Mis días se desvanecen en la penumbra, 
mi aliento se arrastra como sombra en el suelo. 

El dolor se convierte en mi único amigo, 
una compañía constante, un susurro lento. 
En la oscuridad, mis lágrimas no tienen nombre, 
se pierden en el vacío, en el eco del silencio. 
Cada latido, un recordatorio cruel, 
de que aún sigo aquí, atrapada en este infierno.

De repente, escucho unos pasos. El sonido es lejano al principio, pero luego se acerca, reverberando contra las paredes de la celda. Mi cuerpo se tensa, y mi corazón late con fuerza, aunque intento mantener la calma.

Entonces, escucho  un ruido en la puerta. La escucho abrirse, pero no puedo ver a nadie debido a la oscuridad que lo consume todo. Sé que es una de las mujeres en blanco; siento su presencia.

Les temo. Esas mujeres son malas en todos los sentidos. Por el más mínimo error, me castigan. No necesito verlas para saber que están allí, sus figuras se han grabado en mi mente con el tiempo, y el miedo que me provocan es suficiente para paralizarme.

__Porque no te mueres rata miserable acabaras con tu sufrimiento, nosotros dejaríamos de verte —dice una voz fría y burlona—. Si no fuera por Liam, seguirías aquí encerrada. deberías de darle las gracias a el Pero el cuanto se Balla volverás aqui.

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