Los Demonios de la anciedad

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**RAIDER**

El aire dentro de la habitación estaba cargado, no solo por el característico olor antiséptico, sino también por la preocupación de todos los chicos . Liam, aunque todavía débil, parecía más fuerte con cada palabra que decía.

Rosel y Santiago estaban a ambos lados de la cama de Liam, hablando con él, intentando hacer que se sintiera mejor. Keidel se mantenía cerca, con la mirada fija en Liam  pero yo sabía que había algo más en su mente. Lo conocía lo suficiente como para notar cuando estaba preocupándose por algo.

Todos conversamos animadamente asta que keidel mencionó ala chica Que su nombre seguía siendo un misterio  No pude evitar sentir una punzada de preocupación. No quería que Liam reviviera esos momentos oscuros. Había sido suficiente con verlo sufrir.

—No es buena idea hablar de ella, Liam. —Mi tono firme —. Lo que necesitas ahora es descansar.

—Raidel, no te preocupes_

Sentí que mi estómago se hundía. No podía soportar escuchar la historia otra vez. No ahora. Todo lo que quería era que Liam se concentrara en recuperarse, no en revivir el trauma. Me levanté lentamente de la silla, intentando mantener la compostura.

—No puedo... no puedo escuchar esta historia otra vez. Es demasiado. Voy a salir un momento .

Sin esperar respuesta, me dirigí hacia la puerta, necesitando desesperadamente el aire del pasillo para despejar mi mente. El pasillo estaba en silencio, apenas perturbado por el lejano sonido de monitores y el suave murmullo de voces desde otras habitaciones., noté a Max sentado en una de las sillas, con la mirada fija en su teléfono. Algo en su postura, en cómo sus hombros estaban caídos y en la concentración en su rostro, me hizo detenerme.

Estaba vestido con una camiseta gris oscura que parecía aún más apagada bajo las luces frías del hospital. Sus jeans, gastados y descoloridos, daban la impresión de que no le importaba demasiado su apariencia en ese momento.

Cuando me acerqué, Max levantó la vista por un instante, y al notar mi presencia, rápidamente apagó el teléfono y lo guardó en su bolsillo. El movimiento fue tan brusco que casi parecía nervioso.

—¿Todo en orden? —le pregunté mientras me sentaba a su lado, intentando averiguar qué estaba pasando por su mente, me lanzó una sonrisa forzada, pero era una sonrisa que apenas podía disimular.

—Eso quisiera, pero no, nada está en orden —respondió, su voz cargada de tristeza.

—Tu cara me dice que el problema que tienes tiene que ver con una chica.__bromee rindiendo.

—¿Por qué  cuando tenemos a alguien que nos ama con locura, no la valoramos? Pero cuando la perdemos, justo en ese momento, vemos su verdadero valor... Como dice el dicho, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Pero yo sí sabía lo que tenía, solo que no supe cómo manejar tanto amor. Y por una estupidez, la perdí.

Su voz era amarga, y su mirada perdida en el vacío.

—Cuando lanzas un búmeran, no importa lo lejos que llegue, siempre volverá a ti... —dije, intentando encontrar alguna manera de consolarlo,—. Pero hay veces que ese búmeran se rompe en el aire y nunca regresa.

—Exactamente... ___ respondió con un susurro, su voz cargada de tristeza—. Y creo que mi búmeran se rompió en mil pedazos. Me la pasé pensando que tenía todo el tiempo del mundo para arreglar las cosas, para hacerle entender que realmente la amaba. Me pedí tiempo al tiempo, Pero ahora me doy cuenta que no debí perder tanto tiempo para arreglar los cosas.

Nunca lo había visto tan vulnerable, tan abrumado. Era evidente que estaba arrepentido.

—Max, a veces no se trata de arreglar las cosas, sino de aprender de ellas. —dije, buscando las palabras correctas—. El dolor, el arrepentimiento... todo eso es parte de crecer. No puedes cambiar el pasado, pero sí puedes ser mejor en el futuro.

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