Memories 2

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Sanji, quien juraba odiar con todo su ser a cierto espadachín de verde cabellera, nunca pensó que la falta de atención por parte de este lo afectaría tanto. Luego de dos meses de intensas luchas, de repente el trigueño hizo una sigilosa retirada. Las bromas se detuvieron y también los insultos; las miradas asesinas mermaron al igual que sus peleas diarias. Aquello fue tan repentino que sumió al rubio en la confusión absoluta.

—¿Ahora se te da por asaltar a las personas en el baño? —cuestionó Zoro lavando sus manos en el lavabo. Lo último que esperaba ver al salir del cubículo era al rubio recostado en la entrada del baño.

—No soy un pervertido.

—Lo eres con las chicas.

—Ellas son diferentes.

—Claro. ¿Y bien, qué es lo que quieres? —preguntó Roronoa cerrando el grifo y secando sus manos con un pañuelo blanco que sacó del bolsillo.

—Bueno, tú... ¿Estás bien? —musitó con la incomodidad y la vergüenza apoderándose de él. ¿De verdad le estaba preguntando eso a su enemigo jurado? Ni él ni Zoro se lo creían.

—¿Por qué lo preguntas?

—Quien no lo haría después de escabullirte como rata de repente.

—Ah, sobre eso... Me rindo —confesó con simpleza girándose para verlo—. Tú ganas la guerra, Ero-cook, felicidades.

—¿En-enserio? —cuestionó incrédulo, observándole con asombro—. No es propio de ti rendirte tan fácilmente, mucho menos admitirlo. ¿Estás enfermo o algo?

—¿Preocupado? —Zoro sonrió ladino sacándole un bufido al rubio mientras se cruzaba de brazos.

—Ya quisieras. Solo quiero asegurarme antes de festejar mi victoria.

—Puedes estar tranquilo, no voy a hacer nada.

—¿Por qué el cambio de actitud? —interrogó Sanji, incapaz de contenerse. El Zoro arrogante, pretencioso y egoísta que conocía nunca se rendiría de manera tan patética; no podía apagar sus alarmas aún.

—No tiene caso decirlo ahora.

—No seas infantil, escúpelo de una vez.

—Mmm... Lo consideraré si aceptas ir a comer conmigo —contratacó Zoro, luego de pensarlo un poco. La extrema palidez que adoptó el rostro de Sanji, petrificado en una mueca de horror e incredulidad absoluta, le causó tanto gracia como tristeza al peliverde. Quizás era imposible que lo viera como algo más que un enemigo.

—¡¿Qué?! ¿Por qué tendría que...?

—Solo acéptalo como una ofrenda de paz —interrumpió la larga lista de excusas que de seguro pondría para rechazarlo y alzó sus manos—. Sin trampas ni trucos sucios. Solo tú y yo.

Sanji dudó un instante ante aquella invitación tan irreal. Las amatistas del trigueño lo miraban expectantes y con algo de nerviosismo brillando en ellas. ¿Desde cuándo le parecían tan cautivadores aquellos orbes azabaches? ¿Desde cuándo aquella voz grave se deslizaba como miel en sus oídos? Sanji carraspeó incómodo apartando la mirada y asintió.

—Si te atreves a burlarte de mí juro que te mataré, Marimo.

—Descuida. —Rio emocionado y explayó una victoriosa sonrisa en sus labios—. Te aseguro que no te arrepentirás.

Sanji contuvo el aliento al escucharlo reír.

«Así que también puede sonreír así», pensó maravillado. En ese momento, se dio cuenta que quería seguir escuchando más de esa risa, pero, sobre todo, quería ser el causante de ella.

BETRAYAL (Zoro x Sanji)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora