Memories 3

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La lluvia caía tempestuosa sobre la ciudad destruyendo la rutina y cotidianidad de sus habitantes. El cielo se cubrió con densas nubes negras que devoraron cualquier indicio de que hace unos minutos el sol estuvo brillando sobre ellos.

Los destellos de los relámpagos corrían como liebres sobre los tormentosos nubarrones, seguidos segundos después por el fuerte estrepitar del trueno que hacía saltar a más de uno; entre ellos a Sanji.

A pesar de su buen físico, su respiración se entrecortaba por momentos tras haber corrido tanto tiempo. El morral que usaba como sustituto de paraguas poco servía, pues su cuerpo igualmente fue bañado por la fría lluvia. Sus ojos azules se fijaron en el peliverde que corría a su lado liderando el camino. Sonrió incrédulo de hallarse en esa situación.

-Vamos a mi casa -sugirió Zoro, al salir de la escuela junto al rubio y ser sorprendidos por la repentina lluvia.

Ni en sus sueños más locos, Sanji se habría imaginado ir a la casa del que consideraba su peor enemigo. El chico arrogante y engreído que tanto odiaba se convirtió en alguien especial antes de darse cuenta.

-¡Ah, por fin! -bufó el rubio al entrar a la casa-. ¡Maldición, tengo tanto calor!

-Toma. -Zoro le extendió una toalla y caminó hacia las escaleras-. Vamos a mi cuarto.

-¿No hay nadie en casa?

-No a esta hora. De hecho, nunca hay nadie aparte de mí.

Sanji lo siguió en silencio decidiendo no tocar el tema. Los prejuicios que tenía sobre el espadachín desaparecieron cuando supo que Dracule Mihawk era su padre. El reconocido empresario era alabado por su gran talento, pero en boca de muchos por su carácter arrogante y déspota.

La presión que recaía en los hombros de Zoro, en pro de cumplir las expectativas de todos, trastocó su carácter desde pequeño. En aquella casa no existían las palabras de cariño o afecto, ni los abrazos o felicitaciones, solo miradas acusadoras, castigos severos y el vacío en su pecho por nunca cumplir los requisitos que su padre exigía de él. Siempre su sombra.

Sanji se sintió identificado de inmediato, con un padre dictador y sin humanidad que los trataba a él y sus hermanos como piezas de ajedrez en el tablero de la vida. Peones sacrificables solo para engrandecer su nombre y aumentar los números en su cuenta bancaria.

-Ve a ducharte o te resfriaras.

-Eres peor que una madre, Marimo.

-Y tú demasiado descuidado. Te dejaré la ropa en el baño, date prisa.

-Sí, sí...

Sanji sonrió encerrándose en la ducha. Era esa amabilidad mal disimulada la que lo hacía suspirar en más de una ocasión. Desde aquella salida, el rubio descubrió a un Zoro que no conocía. Más atento y agradable, con un humor sarcástico particular y ganas de joderle la existencia con sus ridículas bromas. Aun así, cuando el peliverde lo miraba con aquellos ojos desbordante de ternura y sonreía no podía evitar perdonarle todo y sonreír a su lado.

Quería conocer más de ese Zoro que sonreía para él, que lo hacía reír, que se preocupaba por él y sus amigos, que comía con alegría sus platillos mientras hablaban de estupideces y sin sentidos. Ese Zoro que cantaba con él en el karaoke y lo acompañaba a casa a diario. El mismo que tomaba su mano cuando veían películas de terror y se ponía tan rojo como la granada cuando le correspondía. Ese Zoro... Cielos, cuánto le gustaba el espadachín...

Salió de la ducha encontrando un cambio de ropa en el estante. Se cambió con prontitud y entró a la habitación hallándola vacía. La fragancia de Roronoa impregnada en cada rincón golpeó sus fosas nasales haciendo que el nerviosismo poco a poco se apoderara de él.

BETRAYAL (Zoro x Sanji)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora