3. Sueño lucido

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"El infierno existe, está aquí, 

a las tres de la madrugada despierto, 

sin ti". 

Charles Bukowski

La blancura del techo sobre él cegó los ojos de Sanji un instante cuando los abrió

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La blancura del techo sobre él cegó los ojos de Sanji un instante cuando los abrió. En algún punto de su sueño, sus manos se aferraban a las sábanas y su cuerpo se bañó en sudor. Los latidos desbocados en su pecho poco a poco fueron mermando, al igual que su agitado respirar.

—¿Un sueño? —se cuestionó contemplando el vacío. Acarició su rostro y en la punta de sus dedos encontró los restos de la húmeda línea que descendía por sus mejillas. Chasqueó la lengua sentándose en la cama—. Todo sería diferente si lo fuera.

Se levantó y una ducha con agua tibia espantó el frío que empezaba a erizar su piel. Un jean azul oscuro y un buzo beige claro no lograron calentarlo lo suficiente, así que se envolvió en una mullida manta verde mientras observaba el paisaje por la ventana de la sala del modesto apartamento.

El sol apenas si podía verse a través de las esponjosas nubes, batallando por intentar brindar un poco de luz a los residentes sin éxito. La neblina de ese día no era tan densa, pero cumplía su función de vestir cada rincón con un ambiente lúgubre y melancólico.

De no ser por la notable cantidad de personas que transitaban enfundadas en sus abrigos y los negocios que empezaban a abrir en la avenida principal, se sentiría el protagonista de una película de terror en mitad de un pueblo abandonado.

Sanji suspiró con lentitud sintiendo poco a poco la melancolía apoderarse de él. Quizás por el ambiente frío, quizás por aquel sueño o quizás porque justo esa cálida manta era verde. Se arropó aún más en ella e inspiró profundamente. El olor a rosas del suavizante le hizo reír. Era obvio que no iba a oler igual.

La imperiosa necesidad de un cigarrillo bailando en sus labios lo poseyó, pero estaban en su habitación y no tenía ganas de moverse en ese momento.

—Quiero cocinar —dijo bostezando—, pero no quiero moverme, pero quiero hacer algo, pero ella no me dejará.

—En eso tienes razón.

Sanji se volvió a ver a la recién llegada, quien cargaba una bolsa de papel marrón en una de sus manos mientras cerraba la puerta con la otra. Sanji sintió un escalofrío recorrerlo con solo verla. Su corto cabello rubio, igual al de su difunta madre, ahora era rosa justo como el buzo que usaba, combinado con un short negro sobre unas pantimedias grises y resguardada solo por un abrigo rojo mate de botones negros.

—Rei... ¿No tienes frío?

—Ya estoy acostumbrada —respondió con simpleza quitándose el abrigo y descalzándose los botines negros para ir a la cocina. Sanji la contempló en silencio mientras preparaba sándwiches y té y los colocaba en la pequeña mesa junto a la sala, invitándolo a desayunar.

BETRAYAL (Zoro x Sanji)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora